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Cristiano, ¿algunas veces te sientes más un pecador que un santo? La vida cristiana no se trata de ser algo que no eres. El Pastor Colin nos ayuda a descubrir lo que Dios dice de nosotros.

Pasaje: 1 Corintios 1:30


Dos cosas debemos entender de 1 Corintios 1:30. 

Número uno, Pablo dice que Cristo es su justicia. Noten que es por Él, es por Dios el Padre, que ustedes están en Cristo Jesús, quien ha venido a ser para nosotros sabiduría de Dios, que es nuestra justicia, santidad y redención. Cristo es tu justicia. No es tu fe la que te hace justo delante de Dios. No es tu arrepentimiento y la cantidad del mismo lo que te hace justo delante de Dios. No es tu desempeño en la vida cristiana lo que te hace limpio; no es tu servicio, ni tu ministerio. No es ninguna otra cosa que le ofreces a Dios. Tu justicia es Cristo. 

Permíteme hacerte esta pregunta. ¿Qué te gustaría que Dios examinara en el último día? Es una pregunta de opción múltiple, amable y fácil. ¿Qué querrías que Dios examinara en el último día cuando estés ante Él en el juicio? ¿Quieres que Dios examine tu fe? ¿Quieres que Dios examine tu arrepentimiento? ¿Quieres que Dios examine tu vida cristiana? ¿Quieres que Dios examine tu ministerio? ¿O quieres que Dios examine a tu Salvador? Para mí, esto es pan comido. Mi fe es genuina, pero está lejos de ser perfecta. No quiero basar mi entrada en el cielo en eso porque hay todo tipo de fallos en mi fe. Mi arrepentimiento es real, pero aún no está completo. Es un trabajo en proceso.

Mi vida cristiana es una obra en proceso. Mi ministerio tiene sus fracasos y sus éxitos, sus deberes descuidados y sus oportunidades perdidas. Todos tenemos que dar cuenta a Dios de estas cosas, pero no quiero que mi eternidad, mi posición, mi propia identidad estén atadas a eso. 

Agustín, un gran creyente cristiano, dijo una vez: «No me atrevo a encomendarte la obra de mis manos, no sea que encuentres en ellas más pecados que méritos». Agustin comprendió lo defectuosos que son en realidad aun nuestros mejores esfuerzos. 

No, si mi esperanza descansara en cualquier cosa que pudiera ofrecer a Dios, pronto se desvanecería. Pero aquí está lo maravilloso, para aquellos que están en Jesucristo, lo que será examinado en el último día no es tu fe, ni tu arrepentimiento, ni tu vida cristiana, ni tu ministerio, sino tu Salvador, y Él es justo. No hay fallas en Él y cuando Dios te ve, Él te ve en Su justicia. Así que Dios no está despreciando las limitaciones de tu fe, la parcialidad de tu arrepentimiento, lo incompleto de tu servicio o de tu ofrenda a Dios. Y en el día final, el asunto no será cuán justo te ha hecho Cristo. La cuestión será cuán justo es Cristo en Sí mismo. Esto es muy importante. Cristo es nuestra justicia!

Algunos maestros han desarrollado la idea de que lo realmente importante es cuán justos hemos llegado a ser y una buena ilustración de eso podría ser cuando pones azúcar en el té, el azúcar le da su dulzura al té y hace que el té sepa dulce. De la misma manera estos maestros dicen que Cristo nos imparte Su dulzura y Su justicia por lo que dicen que esto es lo que Dios realmente está considerando. Ahora, por supuesto hay un sentido de verdad en que la semejanza de Cristo es formada en la vida de un creyente cristiano, pero si tu entrada o la mía en el cielo dependiera del grado en que nos hemos hecho como Jesús, estaríamos en un terreno muy inestable. No es tu semejanza con Cristo lo que determina tu justicia, sino que Cristo es tu justicia. La justicia está en Él, no en ti. Y si puedo forzar esa analogía, el asunto en el día final no será la dulzura de tu vida, será la dulzura de Jesús. No será cuán justo eres, será cuán justo es Él. Y nosotros ya sabemos el veredicto de Dios el Padre en ese asunto, porque Dios el Padre lo levantó de los muertos. Esto es a lo que Pablo se refiere. Es el mismo corazón del Evangelio en Filipenses capítulo 3, donde dice: «nos gloriamos en Jesucristo y no ponemos confianza en la carne».

Jesús dijo que la carne para nada aprovecha; la carne nunca te llevará al cielo. Por eso Pablo dice: «quiero ser hallado en Cristo, no teniendo una justicia propia que viene por la ley». En otras palabras, no se trata de lo que hago, es por la fe en Cristo, una justicia que viene de Dios y que viene por la fe. Así que no estoy depositando mi esperanza de vida eterna en lo que Cristo ha hecho en mí, sino en quién es Cristo para mí. Él es tu justicia. Ahí reside la justicia, en Él. 

Ahora permítanme recordarles dos maravillosos beneficios que se derivan de esto cuando lo entendemos. Número uno, no puedes echarlo a perder. Si tu justicia estuviera en ti, podrías arruinarla en cualquier momento. Quiero decir, honestamente, podrías salir del santuario y alguien te pisaría el pie en el pasillo y entonces podrías enojarte y gritarle y entonces habrías echado a perder tu justicia así de fácil. Si tu justicia está en ti, podrías perderla en cualquier momento. 

Pero si tu justicia está en Cristo, nada puede tocarla, nada que puedas hacer, o dejar de hacer, puede hacer a Jesús menos justo. Y si tu justicia está en Él, está completamente asegurada. Y déjenme ponerlo de esta manera porque esto es tremendo para algunas personas. Nada de lo que te suceda puede quebrantar tu pureza en Él. Si tu pureza sólo radica en ti mismo, no sería mucha pureza de todos modos, ¿cierto? Pero si piensas que tu pureza sólo reside en ti mismo, hay cosas que pueden suceder en este mundo sórdido que quebrantarían tu pureza. Pero si tu pureza está en Cristo y has comprendido eso, por la gracia de Dios comenzarás a ver que nada de lo que sucede en este mundo puede quebrantar tu pureza en Él. 

No sólo no puede ser ensuciada, tampoco puedes jactarte de ello. Es algo maravilloso. Por supuesto, esta es la aplicación que Pablo hace en los versículos 29 y 31, lo verán allí. Nadie tiene nada de qué jactarse porque nuestra justicia, nuestra justificación, nuestra limpieza está en Jesús. C.H. Spurgeon dijo una vez que nuestra justificación depende enteramente de la gracia de Dios. Él dijo, “no puse ni la fuerza de mi dedo meñique. Y luego dijo, “es mejor así, porque si Dios me hubiera dejado hacer eso, le hubiera dado toda la gloria al dedo meñique.” 

Cristo es tu justicia. La justicia de Cristo es tuya. 

Hay dos cosas que tienes que entender si realmente quieres comprender lo que significa ser limpio. Número uno, Cristo es tu justicia. Está en Él, no en ti. Significa que no puedes mancharla. Es total, es completa, y es perfecta. Pero en segundo lugar, e igualmente importante, la justicia de Cristo es tuya. No es algo que está afuera, tú estás en Cristo. Él se ha convertido en justicia para nosotros. Él es nuestra justicia. Esta justicia nunca deja de ser suya, pero porque tú estás en Él, verdaderamente llega a ser tuya. 

Imagina por un momento que estás viviendo como un ocupante ilegal en un edificio abandonado. Duermes en condiciones deplorables encima de un montón de revistas tiradas por el suelo. El edificio en ruinas ha sido desalojado por el ayuntamiento y pronto lo derribarán. Estás en bancarrota y no tienes a dónde ir. Un día conoces a un hombre que se compadece de ti. Te dice que tiene una casa y quiere ofrecértela. Te da la dirección y la llave. Le dices que no tienes dinero para pagar el alquiler, pero él te responde que no hay alquiler. Le preguntas cuánto tiempo puedes quedarte y te dice que la invitación es indefinida, que puedes quedarte ahí toda la vida. Puedes vivir ahí como si esa casa fuera tuya. Te dice que tiene varias casas y que todos los días pasa a limpiar la casa y a cuidar el jardín. No me verás, dice, sólo paso cuando mis inquilinos no están, pero le doy mantenimiento a lo que he dado. 

Cuando encuentras la casa, quedas absolutamente abrumado. Es preciosa, el jardín es perfecto, el césped es de un verde exuberante, como una alfombra de pelo largo. La cerca que rodea el jardín está recién pintada y dentro de la casa hay todo lo que necesitas para vivir. Es la casa de tus sueños, pero también es tu casa. No eres un ocupante ilegal. No es tu casa por derecho, sino por gracia. Paseas por el jardín, te sientas en el salón, comes en la mesa, duermes en la cama, y cada día compruebas la evidencia de Su presencia. La hierba está cortada, las habitaciones limpias, el refrigerador reabastecido. La justicia de Cristo, Su propia justicia en realidad se convierte en la tuya, vives en ella. Así que disfruta, disfruta. 

¿Por qué vivir bajo una carga continua de culpa cuando la justicia de Cristo es tuya? ¿Por qué andar por ahí como una especie de ex-ocupante, avergonzado de ti mismo, incapaz de perdonarte a ti mismo, diciendo: ¿Cómo llegué a ser un ocupante ilegal en primer lugar? No, has llegado a una posición totalmente nueva, vive en ella y regocíjate en ella. Deja de hablar de ti mismo y de lo que salió mal; empieza a mirar hacia Él y lo que te ha dado, a dónde te ha llevado y lo que eres en Él. 

A medida que veas lo que Él ha hecho por ti, y a medida que veas a donde te ha llevado, comenzarás a amarlo. Empezarás a pensar mucho menos en ti mismo y en lo que salió mal en tu vida anterior y comenzarás a ver como Él te ha levantado y lo que la gracia realmente significa y que has sido llevado a una nueva posición en la cual eres hecho limpio en Él. Y no necesitas esconderte de Dios, no necesitas disculparte por ti mismo. No necesitas estar arrastrando tu cabeza o tus pies en vergüenza y tampoco necesitas pasar el resto de tu vida tratando de impresionar a Dios porque ya estás en la casa. La gracia te ha alcanzado y ha cambiado toda tu experiencia. No tienes nada que probar, no tienes nada que esconder.

Dios sabe quién eres en ti mismo, y sabe quién eres en Cristo, y en Su amor por ti te ve en Cristo. No eres un ocupante ilegal, eres el invitado del Hijo de Dios. Satanás puede asomarse un día por la ventana y decirte: no eres más que un ocupante ilegal. ¿Qué clase de cristiano crees que eres? Dile que en Cristo, estás limpio. 

“Cuando he caído en tentación, al sentir condenación. Al ver al cielo encontraré, al inocente quien murió. Y por su muerte el Salvador, ya mi pecado perdonó, pues Dios el justo aceptó Su sacrificio hecho por mí.” 

Y tú sabes, Satanás puede asomarse por la cerca y tratar de convencerte de que no eres más que un pecador. Él te hará creer que nada es más natural en el mundo que seguir pecando. Y una de las cosas más importantes que necesitas es comenzar a verte a ti mismo de una manera totalmente nueva. 

Se los explicaré de forma práctica: cuando mi escritorio tiene una pila de papeles y está desordenado, tiro más papeles sobre él. Cuando está limpio, no lo hago. Si piensas que tu vida es básicamente un desastre, vivirás un desastre. 

Si te das cuenta en lo más profundo de tu ser que la realidad más fundamental sobre ti es que en Cristo estás limpio, empezarás a vivir en una dirección totalmente nueva. De hecho, comenzarás a ser quien eres. Y ese es el corazón de toda esta serie. Reconoce lo que Dios ha hecho por ti en Cristo, lo que Él te ha entregado en Jesucristo, y sé quien ahora eres. 

Después de todo, hay algo ligeramente ridículo en tratar de ser algo que no eres. Nuestra familia salió de compras, estuvimos en la tienda el viernes por la noche y todos nos probamos algunas cosas. Tengo que decirles que en mi familia se burlan mucho de mí por vestirme demasiado sencillo. Así son las cosas, una de las cargas que tengo que soportar.

Así que, para divertirme, tomé una camisa que no era mi estilo. Entré en el probador, todos nos probamos algunas cosas, y luego salí. Le dije a Karen y a los chicos, ¿Qué les parece? Y la respuesta fue: Papá, te ves ridículo. Y entonces ellos dijeron: sé quién eres. Es inútil que intentes ser original papá, no lo eres. 

Hay algo ligeramente ridículo en el tipo que intenta ser algo que no es. Piénsalo, Abraham recibe las promesas de Dios y luego miente al rey de Egipto. Abraham, tú no eres así. David es hecho rey sobre el pueblo de Dios y luego va y engaña a su esposa. David, tú no eres así. Jonás es llamado al ministerio y huye de la llamada de Dios. Jonás, tú no eres así. Tú guardando resentimiento, ese no eres tú. Tú sentado frente a esa película en la televisión, que sabes que no deberías estar viendo, ese no eres tú. Tú viviendo con miedo cuando tu vida está en las manos de Dios, ese no eres tú. Andas por ahí como si llevaras la culpa del mundo sobre tus hombros, ese no eres tú. 

En Cristo, estás limpio. Sé quién eres. Sé tú mismo. Ése es el corazón de lo que significa vivir la vida cristiana, ser la persona que eres en Jesucristo, entender la realidad más fundamental sobre ti mismo. 

Y si estás diciendo ahora mismo, vaya, me gustaría estar limpio, entonces la invitación a estar en Jesucristo, hayas hecho lo que hayas hecho, está abierta hoy. Ven, sé lavado, para que en Cristo tú también seas limpio. 

Oremos juntos. Padre nuestro que estás en los cielos, por este milagro tan asombroso, elevamos nuestros corazones a ti en acción de gracias y alabanza. En el nombre de Jesús.