Los Diez Mandamientos comprenden algunas de las palabras más influyentes en la historia de la humanidad, pero muchos no las entienden. Este artículo resume los 10 Mandamientos, explica su significado y cómo nos apuntan a Jesucristo.
Primero veamos su contexto esencial.
Dios liberó a Su pueblo de la esclavitud en Egipto y tres meses después, entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el monte Sinaí. Fíjate en que la ley fue entregada a personas que Dios ya había rescatado. Habían sido salvados del juicio por la sangre de corderos. Habían sido liberados de la esclavitud. Eran el pueblo de Dios.
La ley de Dios nunca fue una escalera para que las personas no salvas subieran al cielo. Desde el principio, fue el modelo de vida que Dios dio al pueblo que ya había hecho Suyo.
Por eso los Diez Mandamientos comienzan con Dios recordándole a Su pueblo la relación que tienen con Él:
«Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre» (Éxodo 20:2).
Dios no estaba diciendo: «Les doy estos mandamientos para que al cumplirlos, se conviertan en Mi pueblo» . Estaba diciendo: «Les doy estos mandamientos porque ustedes son Mi pueblo». Los Diez Mandamientos provienen de la gracia de un Dios amoroso que busca lo mejor para Su pueblo.
Seguir estos mandamientos no conduce a una vida de esclavitud, sino a una vida de libertad (Santiago 1:25), y por eso los seguimos observando hoy.
Mandamiento #1: No tendrás otros dioses delante de Mí.
«No tendrás otros dioses delante de Mí» (Éxodo 20:3).
Vale la pena considerar qué otros dioses nos vemos tentados a poner hoy día delante del Dios verdadero. Teniendo en cuenta que Dios es un Dios trino, el teologo James Packer sugiere otras trinidades que compiten por ocupar Su lugar: el sexo, el dinero y el estómago – el placer, las posesiones y la posición – el fútbol, el trabajo y la familia.
Todos estos son buenos dones de Dios. Pero cualquiera de ellos puede convertirse en un área de pecado contra Dios, si dicho don se vuelve más importante para nosotros que el Dador. Esto es lo que la Biblia llama «idolatría».
¿Qué domina tus pensamientos, tus metas, tus conversaciones? ¿Cuál es el primer amor de tu vida? Ese es tu dios!
El Dios que se revela en la Biblia es el único Dios verdadero. Todos los demás «dioses» falsos conducen al dolor (Salmo 16:4) y a la ceguera espiritual (Salmo 115:4-8). Solo cuando adoramos al Dios verdadero encontramos la verdadera satisfacción y nuestro propósito en la vida (Isaías 43:7).
Mandamiento #2: No te harás ningún ídolo.
«No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y muestro misericordia a millares, a los que me aman y guardan Mis mandamientos» (Éxodo 20:4-6).
Es natural que nuestras mentes traten de crear una imagen de algo o alguien que no han visto. Y como Dios es invisible, trataremos de recrearlo en nuestras mentes, en la pintura y la escultura, en imágenes que pretenden representarlo. El problema con estas imágenes es que no pueden capturar la gloria del Creador. Lo único que pueden hacer es disminuirlo, y por eso Dios nos dice en este segundo mandamiento que no debemos hacer ninguna imagen con la intención de representarlo.
Algunas personas dicen que las imágenes de Jesús son ayudas útiles para la devoción. Pero no debemos tratar de ser más sabios que Dios. Una imagen o un icono puede reflejar parte de la verdad sobre Dios, pero siempre distorsionan tanto como revelan. Nuestra segunda gran lucha es adorar de manera adecuada a nuestro Dios, el majestuoso Creador y Señor de todas las cosas, sin disminuirlo a un dios menor.
Mandamiento #3: No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano
«No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente al que tome Su nombre en vano» (Éxodo 20:7).
El tercer mandamiento trata con honrar el nombre de Dios como Él merece.
A continuación se enumeran algunas formas en las que hacemos mal uso del nombre de Dios:
- Afirmaciones distorsionadas que se apresuran a vincular el nombre de Dios a tu causa particular y a adjudicarte Su respaldo para lo que haces.
- Afirmaciones vacías que usan el nombre de Dios como un sustituto para una mala palabra o como exclamación, por ejemplo, «¡Oh, por Dios!». Esto no le da al nombre de Dios el honor que merece.
- Afirmaciones frívolas, decir que crees en Dios y al mismo tiempo, considerar que Él es menos interesante que las redes sociales, que Sus mandamientos son menos autoritativos que tus deseos, y que Su verdad es menos atractiva que la adulación y las mentiras de la publicidad.
- Afirmaciones presuntuosas, que se adjudican la guía directa de Dios al decir: «El Señor me dijo», usando el nombre de Dios para respaldar nuestras propias ideas que podrían, frecuentemente, estar equivocadas.
Si te encuentras luchando con la manera inapropiada en la que el mundo y aun la iglesia usan el nombre de Dios, tienes razón de sentirte así, porque esto es pecado. Y es una ofensa a Dios.
Mandamiento #4: Acuérdate del día de reposo para santificarlo
«Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es día de reposo para el Señor tu Dios. No harás en él trabajo alguno, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que está contigo. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, y reposó en el séptimo día. Por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó» (Éxodo 20:8-11).
El cuarto mandamiento ha sido mal entendido con frecuencia. Algunos cristianos han pensado que honran a Dios al convertir el domingo en el día más aburrido de la semana, un día marcado por largas listas de cosas que no se podían hacer, en lugar de ser un día de deleite.
Algunos creyentes recuerdan una infancia en la que el día de reposo era un día de miseria y aburrimiento. Su experiencia les ha dejado una profunda sospecha de que las leyes de Dios son normas restrictivas que cargan de culpa y arruinan la diversión. Pero ¿qué clase de Dios haría eso? Ciertamente no el Dios de la Biblia, que siempre busca nuestro bien.
Te será útil abordar este mandamiento con la convicción de que las leyes de Dios enmarcan la buena vida que Él quiere que disfrutemos. El cuarto mandamiento se divide en dos partes: la primera trata de la dignidad del trabajo y la segunda trata de la bendición del descanso.
El Nuevo Testamento no ordena observar el sábado como lo hace el Antiguo Testamento. En lugar de eso, enseña que Jesús es el cumplimiento del descanso sabático (Colosenses 2:16-17; cp. Hebreos 4:1-11), y que los creyentes no están obligados a observar un día por encima de otro (Romanos 14:5-6).
Mandamiento #5: Honra a tu padre y a tu madre
«Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da» (Éxodo 20:12).
Las primeras personas que Dios pone en tu vida son tu padre y tu madre. Tus padres son las primeras figuras de autoridad con las que te encuentras y, para bien o para mal, tu primera experiencia con una persona con autoridad probablemente determinará tu reacción ante otras autoridades.
Por lo tanto, si tus padres trajeron decepción y dolor a tu vida, es posible que te encuentres a la defensiva al leer este mandamiento. Una de las mayores luchas para aquellos que han sufrido una mala crianza es tratar de no proyectar estos mismos fracasos en Dios. Por eso es tan importante descubrir cómo es Dios Padre a partir de la Biblia.
El quinto mandamiento nos plantea algunas preguntas difíciles: ¿Cómo debe responder un estudiante cristiano a un maestro difícil? ¿Cómo deben lidiar los empleados con un jefe difícil? ¿Cómo deben relacionarse los cristianos con los líderes de la iglesia o de la nación, con quienes pueden estar en desacuerdo? ¿Qué significa honrar a un padre deshonroso?
Mandamiento #6: No matarás
«No matarás» (Éxodo 20:13).
La vida humana fue creada a la imagen de Dios, y eso la hace sagrada. La ofensa de tomar una vida humana es que involucra destruir la imagen de Dios. Sin embargo, nos cuesta respetar la vida humana y vivir en paz unos con otros. Hay muchas formas de destruir la vida de otra persona además del homicidio, y el sexto mandamiento aplica a nosotros mucho más de lo que podrías pensar. Describe una de las diez mayores luchas de tu vida: la lucha por la paz con los demás.
Jesús dejó en claro que el alcance de este mandamiento va mucho más allá de los actos de asesinato, hasta los pensamientos y deseos de nuestro corazón. Imagina un tren que se mueve a lo largo de un riel en el que hay muchas estaciones. El asesinato es la estación en el extremo más lejano de una línea llamada «conflicto». Muchos de nosotros nunca nos acercamos a esa última estación, pero todos hemos viajado a algún lugar en este riel.
A continuación te presento dos estaciones a lo largo de la línea llamada «conflicto»:
Estación #1 — Abuso verbal:
«Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte”. Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Insensato” a su hermano, será culpable ante la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será merecedor del infierno de fuego» (Mateo 5:21-22).
Estación #2 — Aborrecimiento (odio)
«Todo el que aborrece a su hermano es un asesino, y ustedes saben que ningún asesino tiene vida eterna en Él» (1 Juan 3:15).
Una cultura que valora la vida comienza con una comunidad de personas que ven el valor de sus propias vidas como un regalo precioso de Dios, y después ponen el mismo valor en todas las demás vidas.
Mandamiento #7: No cometerás adulterio
«No cometerás adulterio» (Éxodo 20:14).
El séptimo mandamiento trata sobre cómo mantener tu promesa a través de la pureza sexual, tanto en tu mente como con tu cuerpo. Jesús dejó claro que el alcance del séptimo mandamiento incluye nuestros pensamientos y deseos: «Ustedes han oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mateo 5:27-28).
Jesús describió la época en la que vivía como una «generación adúltera». Una generación adúltera es aquella en la que muchas personas tienen una actitud confusa y un comportamiento desordenado en lo que tiene que ver con cuestiones sexuales. Nosotros vivimos en una generación similar. Vivimos en un entorno en el que es extremadamente difícil ser puros en nuestras mentes, en nuestros corazones y en nuestro comportamiento. La pureza de pensamiento y de vida es una de nuestras mayores luchas.
Vemos la gloria de Dios en el séptimo mandamiento cuando consideramos el carácter de Dios. Él es fiel a Su pueblo. Él llama a Su pueblo a ser fiel en sus relaciones. Y aunque el siguiente versículo se refiere a algo más que simplemente a la pureza sexual, la promesa sigue siendo verdadera: «Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios» (Mateo 5:8, énfasis añadido).
Mandamiento #8: No hurtarás (robarás)
«No hurtarás» (Éxodo 20:15).
Robar o hurtar se puede definir como el deseo de obtener lo máximo posible dando lo mínimo posible. Se trata de ser alguien que toma, pero que no da. Según esta definición, está claro que se producen muchos robos dentro de los matrimonios, en las familias, en las iglesias y en nuestras comunidades.
Déjame darte algunos ejemplos, a medida que aplicamos nuestra definición de robar o hurtar a diversas áreas de la vida:
- Entrar a robar en la casa de alguien (un ladrón común)
- Pagarles a tus empleados lo menos posible (hurto de empleador)
- Dar menos esfuerzo que el valor total del trabajo para el que fuiste contratado (robo de empleado)
- Cobrar de más o hacer trabajo que es sólo «lo suficientemente bueno» (dar el mínimo esfuerzo)
- Usar el material de otra persona como si fuera propio (plagio)
- No pagar por lo que usas (copiar música, software, etc.).
Dios quiere que dejemos de robar y que sustituyamos un estilo de vida caracterizado por la pereza y la codicia, por uno marcado por el trabajo y la generosidad. El Nuevo Testamento deja en claro que así es como debemos cumplir el octavo mandamiento:
«El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad» (Efesios 4:28).
Mandamiento #9: No darás falso testimonio contra tu prójimo
«No darás falso testimonio contra tu prójimo» (Éxodo 20:16).
Dios nos dio el noveno mandamiento porque quiere que Su pueblo sea como Él: sincero y digno de confianza (Tito 1:2). Quiere que actuemos con sinceridad en lugar de con mentiras, con precisión en lugar de con distorsiones, y con honestidad en lugar de con engaños.
En un sentido estricto, el noveno mandamiento aborda el tema del perjurio, es decir, presentarse ante un tribunal y hacer una acusación que sabemos no es cierta. Pero el noveno mandamiento va mucho más allá de nuestras palabras en un tribunal. El perjurio en un tribunal es una estación al final de un riel llamado «mentira». Puede que nunca hayas estado en esa estación, pero sin duda has viajado por esa línea.
La esencia de la mentira es decir algo que logrará el resultado deseado sin importar si es cierto o no. Hay muchas formas comunes en las que esto ocurre: la adulación, la exageración y los chismes, por nombrar algunas.
Mandamiento #10: No codiciarás
«No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo» (Éxodo 20:17).
El décimo mandamiento es la clave para comprender los otros nueve. Todos los demás mandamientos se refieren a acciones específicas. El asesinato, el adulterio, el robo y el perjurio son comportamientos que se pueden ver, pero el décimo mandamiento es diferente. Se refiere a lo que ocurre en el lugar secreto de tu corazón (Romanos 7:7).
Solo tú y Dios conocen la codicia. Mi vecino sabría si le robara el auto, pero nunca sabría si lo codiciara. Nadie conoce tus fantasías, deseos o pensamientos secretos, pero el décimo mandamiento deja en claro que son importantes para Dios.
Algunas personas piensan que Dios solo se preocupaba por las acciones externas en el Antiguo Testamento y que Jesús les dio un nuevo giro, aplicándolas a las actitudes de nuestro corazón. Pero el décimo mandamiento demuestra claramente que esa era la intención original de Dios cuando le dio los mandamientos a Moisés.
Lo contrario de la codicia es el contentamiento. El apóstol Pablo escribió: «La piedad con contentamiento es gran ganancia» (1 Timoteo 6:6, énfasis añadido). El contentamiento nos protege de un sin número de peligros asociados con la codicia (1 Timoteo 6:6-10) y es algo que podemos aprender mientras dependemos de la fuerza de Cristo (Filipenses 4:11-13).
Los Diez Mandamientos y Jesucristo
Si empiezas a tratar de poner en práctica los Diez Mandamientos, no tardarás en decirte a ti mismo: «Necesito ayuda desesperadamente». Si comienzas a mirarte con honestidad a la luz de estos mandamientos, no tardarás en llegar a la conclusión de que estás muy lejos de la vida que Dios te llama a vivir.
Los mandamientos son como un tutor, un entrenador o un mentor (Gálatas 3:24). Si se entienden correctamente, los mandamientos te llevarán a Jesucristo. Es como un buen mentor, alguien que te muestra a dónde debes ir, y luego está dispuesto a acompañarte para que llegues allí.
Esto es precisamente lo que los mandamientos, aplicados por el Espíritu de Dios, harán en la vida de una persona. Los mandamientos te mostrarán a dónde debes ir (el tipo de vida que Dios te llama a vivir) y luego te llevarán a Cristo.
Jesucristo guardó perfectamente los Diez Mandamientos. Murió en la cruz para pagar el castigo por tu incumplimiento de los mandamientos. Cuando ponemos nuestra fe en Él y en Su obra consumada, Su vida perfecta nos es acreditada y nuestro pecado es colocado en la cruz. «Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él» (2 Corintios 5:21).
Incluso si has sido cristiano durante 10, 20 o 30 años, los mandamientos seguirán apuntando a tu necesidad. Cuanto más tiempo camines con Cristo, más llegarás a ver tu propia pecaminosidad y más desesperadamente te aferrarás a Cristo. Descubrir los mandamientos aumentará tu aprecio por Jesús.
El objetivo final de los Diez Mandamientos
Un líder religioso le preguntó una vez a Jesús: «”Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?”. Y Él le contestó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el gran primer mandamiento. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:36-39).
Jesús resumió toda la ley del Antiguo Testamento, incluidos los Diez Mandamientos, en una sola palabra: amor, amor a Dios y amor a los demás. A medida que crecemos en Cristo y nos esforzamos por seguir Sus mandamientos con la fuerza que Él nos da, creceremos en el amor por Él y por los demás, y reflejaremos mejor a nuestro Dios de amor (1 Juan 4:8; Juan 3:16).