La tarea del predicador es preparar el alimento de la Palabra de Dios con el pueblo de Dios. Pero hay algo que tú debes hacer también. El Pastor Colin habla sobre cómo usar el tenedor y el cuchillo.
Transcripción
Ahora, puede que en este momento estés pensando que estás escuchando este mensaje porque te estás enfrentando a todas estas cosas en tu vida, y lo último que necesitas en este momento es un mensaje sobre cómo escuchar un sermón que lo último que necesitas es un mensaje en cuanto a cómo escuchar la Palabra de Dios.
¿Puedes considerar la posibilidad de que eso sea exactamente lo que necesitas? Que lo que Dios te está diciendo desde las Escrituras en este momento es que tu mayor necesidad no es una solución rápida para el problema que más te preocupa, sino que desarrolles una práctica regular de recibir la Palabra de Dios en tu vida con fe, de modo que produzcas a largo plazo el fruto que no has producido durante años.
Nunca sabes lo que Dios te va a decir. Pero sabes desde dónde te lo va a decir. Es a través de Su Palabra. Permíteme animarte sólo con un par de cosas prácticas antes de que sigamos adelante; son sólo cosas prácticas que yo y muchos otros aquí hemos encontrado muy útiles.
1. Lleva una Biblia a la iglesia
Si vas a venir con expectativas, lleva una Biblia a la iglesia. No cualquier Biblia, trae tu Biblia. Ten una Biblia, sólo te recomiendo esto, ten una Biblia que llegues a conocer a lo largo de varios años, y una vez que la desgastes entonces consigue otra. Pero aprovecha el tiempo que pasamos juntos para descubrir tu Biblia.
2. Lleva un bolígrafo y un papel
Doy por sentado que tienes hambre y sed de la Palabra de Dios y que llevas un bolígrafo y un papel para anotar lo que te dice el Espíritu Santo. No estoy sugiriendo que anotes todo lo que hay en el sermón. No se trata de eso. Eso no es especialmente importante.
Pero si esperas que Dios te hable mientras te sientas bajo el ministerio de Su Palabra, entonces tiene sentido que quieras captar lo que te está diciendo y dónde necesitas pensar más y reflexionar. Escuchen. No voy a desayunar con el pastor de la iglesia sin papel y bolígrafo. ¿Por qué? Porque sé que cuando desayuno con el pastor de la iglesia, ante el que tengo que rendir cuentas, me dirá algunas cosas que tendré que escuchar bien. Sé que lo va a hacer y quiero estar listo.
Ahora bien, si esa es mi disposición cuando escucho las palabras de un hombre al que debo rendir cuentas, ¿cuánto más debería ser esa mi disposición cuando escucho la Palabra de Dios? No seas un oyente pasivo. Cuando Dios habla, llega a la firme convicción de que Dios habla a través de Su Palabra. Ven esperando que Dios te hable.
Ven con buen apetito
Sabes, cuando Jesús dice: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4), está haciendo la conexión entre la comida y la palabra de Dios, que es como comida para nosotros. Nos está invitando a pensar en la Palabra de Dios como en una comida nutritiva.
Por eso pienso que la tarea del predicador consiste en preparar cada semana una comida nutritiva para el pueblo de Dios a partir de la Palabra de Dios. La mesa debe estar dispuesta de forma que resulte atractiva. La comida debe colocarse en un lugar accesible para los invitados.
Sobre todo, lo que se sirve debe ser el alimento nutritivo de la Palabra de Dios, porque el pueblo de Dios ciertamente no se nutre de los huesos secos de las opiniones de un predicador, ni nos alimentan las últimas ideas del predicador sobre cómo mejorar tu matrimonio o cómo conseguir una mejor autoestima.
Piensa en esto: Dios nunca ha prometido bendecir mis palabras, pero ha prometido bendecir Su Palabra. Ha dicho que no volverá vacía.
Por tanto, la tarea del predicador es poner la Palabra de Dios ante el pueblo de Dios para que nos alimente y nos nutra.
Pero cuando se prepara la comida y cuando se sirve, ¿cuál es nuestra parte? Venir con apetito. Venir con hambre. “Todos los sedientos, vengan», dice Isaías, «vengan y coman”. Observa la conexión entre la palabra y la comida. «Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y se deleitará su alma en la abundancia».
¿Cómo se desarrolla un apetito sano?
Se hace de la siguiente manera: utiliza las presiones de tu vida para aumentar tu apetito por la Palabra de Dios. Así es como lo haces. Utilizas las presiones de tu vida para aumentar tu apetito por la Palabra de Dios. Entonces no serás un oyente pasivo.
¿Y dónde dice eso? Lo encontrarás en todos los Salmos, en todas partes. Permíteme darte sólo tres ejemplos.
- Salmo 42. Aquí tienes un apetito. «Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así suspira por Ti, oh Dios, el alma mía». ¿De dónde le viene ese apetito? Versículo siguiente. «Mis lágrimas han sido mi alimento de día y de noche». Así que utiliza sus lágrimas, su dolor, para aumentar su apetito de recibir de Dios.
- Salmo 27: «Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: Que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida». Eso sí que es apetito. ¿De dónde procede? Responde: «Porque en el día de la angustia me esconderá en Su tabernáculo». Verás, me enfrento a problemas, por eso necesito acercarme a Dios. Necesito oírlo, necesito que me fortalezca.
- Salmo 73: «Pero para mí, estar cerca de Dios es mi bien». Hay un apetito, es bueno estar cerca de Dios. ¿De dónde procede ese apetito? «Mis pies estuvieron a punto de tropezar, mi corazón se llenó de amargura. Fue difícil para mí, hasta que entré en el santuario de Dios». Utiliza las presiones de tu vida, cualquiera que sean, para aumentar tu apetito por la Palabra de Dios.
Amigos, si todo en la vida fuera pastel de manzana, quizás no sentiría esta hambre y sed de Dios, pero la verdad es que me enfrento a grandes presiones. Mis propios pecados son muchos, por eso tengo hambre y sed de Dios. Utiliza las presiones de tu vida, cualquiera que sean.
A veces oigo a un pastor decir al principio, ya sabes, en una llamada a la adoración: ahora vamos a dejar de lado todas las realidades de nuestra vida cotidiana sólo por este tiempo con Dios. ¡Amigos, eso es imposible! No vamos a la iglesia para tener un pequeño retiro, unas pequeñas vacaciones de todas las realidades de la vida. Utilizamos las realidades de la vida para aumentar nuestro apetito por la Palabra de Dios, de modo que vengamos hambrientos y sedientos de recibir de Su mano. Así que cultiva la firme convicción de que Dios habla a través de Su palabra.
Ven con un apetito sano. Utiliza todo lo que te está pesando en este momento para aumentar ese apetito. Esto es lo tercero. Aprende a utilizar el cuchillo y el tenedor. Así que cultiva la firme convicción de que Dios habla a través de Su Palabra. Ven con buen apetito Y entonces, aprende a utilizar el cuchillo y el tenedor. Esto es lo que quiero decir.
Aprende a usar cuchillo y tenedor
Los niños necesitan que se les alimente con cuchara y en algún momento de tu vida eso te pasó a ti y a mí. Mi madre me cuenta que yo lo hacía muy bien, excepto cuando había frijoles cocidos. El resto de la familia estaba sentada a la mesa comiendo y yo estaba en mi silla alta con la comida hecha papilla y mi madre o mi padre o tal vez una hermana o un hermano me daban la comida con una cuchara. Pero no tardé en aprender a utilizar el cuchillo y el tenedor.
¡Escucha algo! La tarea del predicador es preparar la cena. Pero cuando se sirve la cena, tu tarea consiste en utilizar el cuchillo y el tenedor para comer lo que se pone frente a ti. Puedes sentarte frente a una mesa que sirve un banquete. Puedes venir a esa mesa realmente hambriento, pero a menos que utilices el cuchillo y el tenedor, sea lo que sea que haya en la mesa y por muy hambriento que estés, no podrás alimentarte.
Ahora estoy utilizando una analogía. ¿y qué intento decir? Que cuando se predica la Palabra de Dios, necesitas hacer las aplicaciones de la verdad a las circunstancias particulares de tu vida.
Permíteme repetirlo porque es muy importante. Esto es lo que significa utilizar el cuchillo y el tenedor: cuando se predica la Palabra de Dios, cuando se sirve la mesa, cuando se pone frente a ti, necesitas utilizar el cuchillo y el tenedor para hacer aplicaciones particulares a las circunstancias únicas de tu vida, que son diferentes de las de cualquier otra persona.
¿No es el trabajo del predicador?
Tú dirás, pero espera un momento. ¿No es el trabajo del predicador darme las aplicaciones? Escucha. Cuando Dios me habló sobre la paciencia durante una conferencia en la que se predicó 2 Timoteo 4, yo estaba sentado en un auditorio con otras 7,000 personas. 7,000 situaciones en las que se necesita paciencia. 7,000 situaciones en las que, de alguna manera, se muestra impaciencia. Y todas ellas son diferentes.
Y eso suponiendo que cada uno de nosotros sólo tenga una. A mí se me ocurren al menos tres. Sería imposible para cualquier predicador hacer cada aplicación de cada situación de la vida en la congregación y si fuera posible, sería interminable. Estaríamos escuchando hasta mañana o pasado mañana.
El Espíritu Santo se te da para que tengas sabiduría para aplicar la Palabra de Dios a las circunstancias particulares de tu vida, de las que el orador ni siquiera está al tanto. Los cristianos infantiles quieren que les den de comer con cuchara. Pueden notarlo, porque siempre están diciendo: ¿cuál es la conclusión? ¿Dónde está lo importante? ¡Dame lo más importante! Lo dicen una y otra vez, “Dame la aplicación”, como si sólo hubiera una.
¿Y sabes qué? Cuando el predicador se deja atrapar por esa clase de infancia espiritual, para reducir la Palabra de Dios a una breve lista de cosas por hacer, se pone en riesgo y nos pone en peligro. Al hacerlo esto, oscurece la forma en que Dios, por medio del Espíritu Santo, toma la Palabra y la aplica a diferentes circunstancias únicas de la vida humana, de formas en las que ni el predicador o cualquier oyente individual podrían llegar a imaginar. Sólo Dios puede hacerlo.
Escucha, Dios no está construyendo robots. Está criando hijos e hijas que escuchen Su Palabra y desarrollen la capacidad de aplicarla a las singularidades particulares de cada vida individual y así responder a ella con fe y con confianza. Es decir que hay un acto de fe en el hablar, que fluye de la convicción de que Dios habla a través de Su Palabra.
Nunca, me atrevería a predicar si no creyera eso, porque ¿cómo podría decir algo que satisfaga las necesidades de la gente? Dios habla a través de Su Palabra, y por medio de Su Espíritu Santo es capaz de aplicar esa palabra de más formas de las que yo podría imaginar. Y hay un acto de fe implicado en el escuchar la Palabra de Dios, en el que pides al Espíritu Santo que te muestre cómo se aplica la Palabra a tus circunstancias particulares en tu vida.
Igual que cuando escuché de 2 Timoteo 4:2, y me vino como algo nuevo, aprendí que tenía que hacer todo el trabajo con gran paciencia. Vi varias formas en las que necesitaba aplicar eso a mis circunstancias de vida y sin duda otras 6,999 personas tuvieron que usar su cuchillo y su tenedor para aplicarlo a su situación, que sin duda era muy diferente a la mía.
Ven con la firme convicción de que Dios habla a través de Su Palabra. Ven con apetito. Aprende a utilizar el cuchillo y el tenedor. Acércate a la Palabra de Dios con fe y tu fe aumentará. ¡Sin fe de NADA te servirá! Jesus dijo: «A todo el que se le haya dado mucho, mucho se demandará de él».
¿Qué pasa si no tengo fe?
¿Cómo puedo poner fe en la Palabra de Dios si no tengo fe? ¿Cómo puedo obtener algún beneficio de ella?
Escucha este texto una vez más. «La fe viene por oír, y el oír, por la palabra de Dios». He aquí el asombroso misterio de que Dios no sólo sostiene la fe mediante Su Palabra, sino que crea la fe mediante Su Palabra. Puede que hoy no tengas fe, pero lo que nos dice este versículo es que Dios es capaz de crear en ti la capacidad de oír, lo que producirá fe en tu vida. Dios crea hablando, así es como se creó el mundo y así es como surge la fe.
Aquí estás y te encuentras en esta situación. No tienes fe, pero estás oyendo la Palabra de Dios que nos señala a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Y lo que Dios te está diciendo es lo siguiente: «La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios».
Así que si estás diciendo, bueno, no tengo fe, ¿qué hago ahora? Aquí tienes tres cosas que puedes hacer:
Primero, colócate regularmente bajo la Palabra de Dios. Léela, escucha esta palabra y no la escuches como si fueran palabras de hombres, sino como la Palabra de Dios. Ven con esa convicción firme. Ven con apetito. Sabes que lo necesitas. Así que ponte bajo el ministerio de la Palabra de Dios tal como lo estás haciendo en este momento.
En segundo lugar, reconoce que necesitas que Dios haga en ti algo que no puedes hacer por ti mismo. Necesitas que Él te dé oídos que puedan oír. Quieres venir a Él hoy y decirle: “Señor Jesús, necesito que me cambies, porque de lo contrario seré la clase de persona de la que hablaste, que siempre está oyendo y nunca entiende, que siempre ve pero nunca percibe. Señor Jesús, dijiste que el que tenga oídos para oír, que oiga. Necesito que me des oídos que oigan. Necesito que hagas por mí lo que no puedo hacer por mí mismo”.
Y sabes, cuando llegas a ese lugar, la fe acaba de nacer en ti. Ya estás empezando a tenderle la mano a Él. A medida que ves que lo necesitas para hacer lo que no puedes hacer por ti mismo.
Y esto es lo tercero, mira a Jesucristo. Es muy significativo que Pablo diga aquí: La fe viene por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. ¡Toda la Biblia trata de Jesucristo!
El mensaje de este libro es que, aunque eres un pecador, aunque eres un rebelde, y tu rebelión se ve sobre todo en tu incredulidad, Dios te ama y ha enviado a Su Hijo al mundo por ti, que murió como sacrificio expiatorio por tu pecado y resucitó al tercer día y vive con poder para poder crear en ti lo que no tienes por naturaleza.
Y cuando veas a este Cristo y veas que Él está por ti, te sentirás atraído a venir a Él, incluso hoy mismo, y a decirle: “Señor Jesús, sálvame, dame lo que no tengo y transfórmame en alguien que esté unido a ti con el vínculo vivo de la fe”.