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Esta es la clave para saber si oras o no. El pastor Colin habla de cómo vemos a Dios y lo que eso significa para nuestra vida de oración.


Para millones de personas, orar no es más que algo muy tedioso. Una madre ansiosa agarra un rosario; un hombre enfermo enciende una vela y se pregunta si servirá de algo. Un hombre de negocios le pide a un amigo que sabe que es religioso: “¿Orarías por mí? creo que lo necesito”. Y para cada una de estas personas, la oración se siente como un intento incierto de comunicarse con un Dios desconocido.

Por eso no es raro que muchas personas se desanimen; de hecho, algunas personas han renunciado por completo a intentar hablar con Dios. En lugar de orar, se han encerrado en sí mismos y, en lugar de tener comunión con Dios, solo están teniendo una especie de comunión consigo mismos.

Se nota en el lenguaje que utilizan. Se trata de enfocarse, simplemente de estar en silencio o quieto, etc. Otros han renunciado por completo a la oración.

Ahora bien, los discípulos de Jesús estaban muy familiarizados con las pretenciosas oraciones de los fariseos, las cuales no tenían nada de atractivo. También sabían que para las naciones gentiles que no conocían a Dios, en el mejor de los casos, su oración era un montón de frases vacías y ¿quién quisiera hacer algo como eso?

Pero cuando los discípulos vieron cómo oraba Jesús, notaron algo que no habían visto antes, y les pareció fascinante. Habían visto al Señor Jesús levantarse temprano e ir al monte a orar y, cuando regresaba, podían ver que se había refrescado y llenado de esa comunión que disfrutaba con Dios.

Cuando llegaba a un punto en el que tenía que tomar una decisión importante en su vida, a veces se iba a orar durante toda la noche. Y, cuando volvía, parecía saber exactamente lo que debía hacer.

¿Cómo hacemos eso? ¿Cómo oramos toda la noche? Los discípulos habían visto esto en Jesús y les resultaba poderosamente atractivo. Sabían que Jesús tenía algo a su favor en relación con la oración que iba más allá de su propia experiencia, y querían descubrirlo.

Así que en Lucas capítulo 11, vienen a Jesús y le dicen, enséñanos a orar. Noten lo que dice, versículo 1. «Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó…» Como ven ellos estaban observando a Jesús.

Cuando terminó, y después de ver lo que Jesús estaba haciendo, se le acercaron para decirle: “Nos gusta mucho lo que vemos en lo que estás haciendo. ¿Puedes enseñarnos a hacer lo mismo? Desearíamos tener la comunión que tú tienes con Dios. La vemos en ti, pero en realidad no la experimentamos nosotros mismos. Ahora, queremos lo que tú tienes. ¿Puedes dárnoslo? ¿Puedes enseñarnos?”

Campbell Morgan, que fue un gran predicador del siglo pasado, señaló que los discípulos no le dijeron a Jesús: “enséñanos cómo orar”. Si lo hubieran dicho así, habrían estado haciendo una solicitud teórica sobre el método o la técnica. No piden “enséñanos cómo orar”, sino “enséñanos a orar”.

No estamos pidiendo un seminario sobre la oración, un método o técnica y todas esas cosas. “Jesús, ¿puedes llevarnos hasta ese lugar? Sabemos muchas cosas sobre la oración, pero parece que no alcanzamos a orar de verdad”.

¿Podrías ayudarnos a lograrlo? es la pregunta correcta. Y yo esperaría que muchos de los corazones de los que escuchan este programa, digan: “sí, eso es lo que quiero”.

Quiero ir más allá de una interminable discusión sobre métodos, técnicas, barreras y enfoques de la oración. Lo que quiero hacer es llegar al punto donde realmente oro.

 Esa es la pregunta que los discípulos le hacen a Jesús: “¿Puedes ponernos en marcha? ¿Puedes conseguir que lo hagamos de verdad? Enséñanos a orar. ¿Puedes llevarnos más allá del mero conocimiento? ¿Puedes conseguir que no nos limitemos a hablar de ello? ¿Puedes hacer que dejemos de castigarnos por nuestros fracasos? Enséñanos a orar…”

Ahora, cuando los discípulos hacen esta maravillosa petición, quiero que noten la primera palabra que Jesús dice a modo de respuesta. «Padre», en el versículo 2: «Cuando oren, digan: Padre».

Ahora, aquí estamos aprendiendo un principio muy importante, y es que saber que Dios es tu Padre es la clave para empezar a orar.

Sin duda hay muchas otras cosas que necesitas saber sobre Dios en la vida cristiana, pero lo que Jesús deja muy claro aquí es que si quieres orar, esto es lo primero que tienes que entender: Dios es tu Padre.
Cuando le piden que los enseñe a orar, Él responde: “necesitan saber que Dios es su Padre. Y entre más entiendan que Dios es Su Padre, más inclinados se sentirán a acercarse a Él y más deseos tendrán de orar…”

Si no sabes que Dios es tu Padre, lo más probable es que no tengas muchos deseos de orar, y probablemente no orarás mucho. Así que Jesús está respondiendo de manera muy práctica a esta petición honesta que le han hecho los discípulos.

Jesús está diciendo que, más que cualquier otra cosa, lo que te impulsará a orar es ser consciente de que Dios es el Padre que te ama.
Ahora, para destacar la importancia de esto, quiero que te fijes en que no es solo la primera palabra que Jesús dice en respuesta a la petición de los discípulos, sino que es también la última palabra que Jesús dice en respuesta.

Así que, en el versículo 11, que es el final de la respuesta de Jesús, observa que regresa al tema del Padre. Versículo 11:  «O supongan que a uno de ustedes que es padre, su hijo le pide pan, ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un pescado, ¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado? O si le pide un huevo, ¿acaso le dará un escorpión? Pues si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?».

¿Cómo podemos llegar al punto donde realmente oramos? La primera y la última palabra que Jesús dice en respuesta a esa petición es “Padre”. Cuanto más sepas que Dios es Tu Padre en el cielo que te ama, más tendrás el deseo de orar.

Cuanto más sepas que Dios es tu Padre celestial que te ama, más tendrás el deseo de orar. Ese es el principio que estamos considerando, y quiero simplemente plantear y responder a tres preguntas que surgen naturalmente de las palabras de Jesús en Lucas 11.

La primera es, ¿quién es Dios para ti? Porque lo que respondas determinará si tienes deseo de orar o no.

Permíteme plantearlo de la siguiente manera: ¿Es Dios un extraño para ti?

Cuando era pequeño y vivía en Escocia, mi mamá me dijo que nunca hablara con extraños. ¿Alguien más tiene una mamá que le diga eso? Nunca hables con extraños. Si Dios es un extraño para ti, no querrás hablar con Él.

Ahora, por supuesto, el único momento en el que podrías hablar con un extraño es en caso de emergencia. Es decir, si estás sufriendo un infarto y no hay nadie a tu alrededor a quien conozcas, le pedirías ayuda a cualquiera, incluso a un desconocido. Pero solo lo harías si te encuentras en una emergencia.

Si Dios es un extraño para ti, así será tu oración. Quizá le llames cuando estés en una situación desesperada y necesites ayuda, pero en cualquier otro momento no hablarás con Él porque es un extraño.

O quizá para algunos Dios es simplemente una fuerza superior, pero obviamente hay una gran diferencia entre una fuerza y una Persona. Y si Dios es simplemente una fuerza superior para ti, entonces puede que quieras utilizarlo, pero no querrás hablar con Él.

La electricidad es básicamente energía destinada a nuestro uso y puede utilizarse para calentar o enfriar tu casa. La energía de la dinamita se puede utilizar para explotar rocas y abrir un camino para un ferrocarril o una carretera. La energía es la que utilizas, pero es solo un medio para conseguir un fin, nunca un fin en sí misma.

Ahora bien, si simplemente ves a Dios como una fuerza superior, ¿por qué hablarías con Él? Quizá quieras aprovechar algo que Él pueda hacer por ti, pero tener una relación con Él te resultará bastante extraño.

No es posible entender la Biblia partiendo de la base de que Dios es simplemente una fuerza superior. ¿Cómo podría una fuerza superior amar al mundo? ¿Cómo puede una fuerza superior dar a su hijo por el mundo?

Si sólo has entendido a Dios como una fuerza superior, aún no estás en el mundo de la Biblia. La palabra «Padre» deja claro que Dios no es una fuerza que hay que usar, es una Persona a la que hay que amar. No es algo, es Alguien.

Él es el Padre y quiere tener la relación más cercana posible contigo, y Jesús está diciendo que eso es lo que realmente necesitas comprender si quieres llegar a orar realmente.

Quizá hay otros que ven a Dios como un tirano. Y claro, la respuesta obvia ante un tirano es la resistencia. Un tirano es alguien que reclama lo que no le pertenece como si fuera suyo.

Si piensas en Dios como un tirano, nunca querrás acercarte a Él y buscarás estar lo más lejos posible de Él porque piensas: “no, esta es mi vida, estos son mis derechos, estas son mis opciones…».

Entonces, cuando Dios exija cosas de ti, lo sentirás como una imposición y no querrás hablar con Él de este tema

Ahora bien, la respuesta correcta a todas estas nociones erróneas sobre Dios está en el Señor Jesucristo. Hoy quiero que sepas que, cuando creas en el Señor Jesucristo, Dios ya no será un extraño para ti. Y si crees en Él, Dios será mucho más que una fuerza superior

Cuando llegues a creer en el Señor Jesucristo, Él no te parecerá un tirano. Llegarás a comprender que Él es el dador de toda buena dádiva, que todo lo que tienes ha salido de Sus manos, y que Él es supremamente bueno.

Cuando veas que ha dado a Su hijo por ti, la idea de que es un tirano que reclama lo que no le pertenece te parecerá absurda. Él es un Padre amoroso que reclama a los Suyos. Y ¿qué otra manera tendría el Padre y el Hijo de trabajar juntos en perfecto amor y pagar un precio tan alto para redimirte y extender la gracia a todos los que la reciban?

Lo que vemos aquí es que lo que piensas sobre Dios es lo que determinará si oras o no. Solo te pido que seas honesto hoy.

Si rara vez oras y no tienes muchas ganas de ir a hablar con Dios, quizá es porque es un extraño para ti; o lo has considerado simplemente como una especie de fuerza lejana e impersonal; o peor aún, en secreto piensas en Él como un tirano que reclama lo que no le pertenece.

Jesús te está diciendo que si llegas a conocer a Dios como tu Padre por medio de la fe en Él, entre más lo conozcas, más deseos tendrás de orar y entre más sepas que Dios es el Padre que te ama, más deseos tendrás de acercarte a Él en oración.

La segunda pregunta que quiero plantear es simplemente: ¿qué significa entonces que Dios sea Tu Padre?

Es evidente que se trata de una analogía, es decir, una comparación o un contraste de algo que es muy difícil de comprender: la naturaleza del Dios eterno, con algo que nos es muy familiar y fácil de entender: las relaciones de amor que existen en una familia humana.

Aquí Dios utiliza esta maravillosa analogía en la que compara la relación que busca con nosotros con la relación de un padre con su propio hijo o su propia hija. Ahora bien, esta maravillosa analogía funciona de dos maneras en la Biblia, y ambas son muy importantes.

La primera es que aprendes lo que significa ser padre mirando a Dios. Esto lo vemos en Efesios capítulo 3, versículo 14, donde Pablo dice: «doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra».

En otras palabras, si quieres aprender cómo ser padre, mira a Dios. Si no tuviste un buen padre y te preguntas: “¿cómo puedo tener una idea correcta de lo que es la paternidad?” Mira las acciones, el carácter y la naturaleza de Dios, que es tu amoroso Padre Celestial.

Pero lo que quiero que noten en Lucas 11 es que la analogía se usa en sentido contrario. Porque no solo es cierto que se aprende a ser padre mirando a Dios, sino que Jesús nos dice aquí que también se aprende sobre Dios estudiando lo que significa ser padre.

Miren el versículo 11: «Supongan que a uno de ustedes que es padre». Aquí Jesús nos está pidiendo muy claramente que consideremos nuestra propia experiencia de amor entre un padre o una madre y un hijo o una hija.

Ahora vivimos en un mundo de padres imperfectos y caídos; algunos son mucho mejores que otros.

Pero nuestro Señor Jesús nos dice: “Mira, incluso en este mundo de padres y madres imperfectos, que fallan en tantos aspectos, reflexionar sobre lo que un hijo significa para un padre o una madre te dará una idea de lo que significas para Dios”.

Piensa en lo que tus hijos significan para ti y empezarás a hacerte una idea de lo que significas para Dios. Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra experiencia del amor en una familia humana para comprender mejor lo que significamos para nuestro propio Padre Celestial.

Dios nos ha dado a Karen y a mí el maravilloso regalo de dos hijos, Andrew y David. Hay unas cien personas en el mundo que me llaman pastor, la mayoría me llama Colin. Hay dos hombres en todo el mundo que me llaman papá, ellos tienen una relación única conmigo y yo tengo una relación única con ellos.

Mis dos hijos son una alegría y un deleite para mí. Si estoy en una reunión que ha durado un rato y al salir hay varias personas que me han enviado mensajes y uno es de mi hijo, no lo pienso dos veces y le respondo primero. ¡Mi hijo ha llamado! Hay alegría, vínculo y afinidad.

Padres, madres, piensen en lo que sus hijos significan para ustedes. Jesús está aprovechando esto para decirles: “ustedes saben lo que significa esta relación, incluso en este mundo caído”.

Pueden entender un poco de lo que los hijos de Dios significan para Él cuando piensan en lo que sus propios hijos significan para ustedes. El sentido de deleite y alegría que hay en tu propio corazón con respecto a tus hijos te dará una idea del corazón de Dios.

Piensa en un niño más pequeño que le trae un dibujo a su padre o a su madre. “Es un caballo”, dice. Y la mamá se alegra mucho de que le haya dicho que era un caballo, porque ella solo ve unas líneas y no habría sido capaz de saber que en realidad era un caballo.

Cuando la mamá recibe este dibujo, no le dice a su hija: “No es un buen caballo, no se parece nada”. ¿Qué hace? Lo recibe con alegría y lo pega en la nevera.

¿Por qué lo pegó ahí? No por su valor artístico, sino porque su hija lo dibujó y lo hizo para ella. Ahora piensa en esto: Jesús está diciendo que cuando consideras tu propia experiencia, puedes tener una ventana al corazón de Dios.