¿No pareces avanzar mucho en tu lucha contra el pecado? Tu progreso depende completamente de la posición desde la que luchas. El Pastor Colin nos ayuda a entender que nuestra posición está en Cristo.
Pasaje: Romanos 6:1-14
Hay toda la diferencia del mundo entre que el pecado sea tu enemigo y que el pecado sea tu amo. Hay toda la diferencia del mundo entre el soldado que es rehén y que está siendo retenido a puerta cerrada y atado y amordazado. Hay toda la diferencia del mundo entre el soldado que es rehén y el soldado que está en campo abierto de batalla, que está enfrentado al enemigo en una posición.
Cuando es rehén, es incapaz de actuar. En la otra posición, es libre y está equipado para luchar. No estamos diciendo que la lucha haya terminado, estamos diciendo que lucha desde una posición totalmente nueva. No sólo estás en una nueva posición en relación con Dios, sino que estás en una nueva posición en relación con el pecado.
El pecado no es tu amo. Es tu enemigo, pero no es tu amo. Y eso es lo primero que tienes que saber de ti mismo si quieres entrar y vivir la libertad que es tuya en Jesucristo. Esto es lo segundo que quiero que comprendamos. No sólo el pecado no es tu amo, sino que quiero que veamos que Cristo es quien te ha liberado.
Nuestro versículo central de 1 Corintios 1:30 dice que Cristo es nuestra redención. Has muerto al pecado en Cristo, como vemos en Romanos 6. Has sido crucificado con Cristo. La nueva posición descansa enteramente en Cristo y entramos en ella por nuestra unión con Él.
Esto no debería sorprendernos, pues el Señor Jesucristo es el centro de todo lo que es verdaderamente cristiano. Ahora bien, esto es tan importante para nosotros hoy porque lo que nos está diciendo es que la forma en que eres libre no es a través de una técnica, sino a través de una Persona.
Cristo es nuestra redención. Mucha gente quiere, para ser libre, sustituir a Cristo por otra cosa. Pero la Biblia dice que Cristo es nuestra redención. “Si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres” (Juan 8:36).
Ahora bien, el apóstol Pablo nos da otra descripción del hombre de la jaula en el capítulo 7 de Romanos, que a algunos nos resulta muy familiar.
Recuerda que Romanos 7 describe al hombre abrumado por el poder compulsivo de los hábitos pecaminosos. Este hombre dice que es prisionero de la ley del pecado. El hecho de que se llame a sí mismo prisionero indica claramente que está enjaulado. Describe cómo es incapaz de hacer lo que quiere, es un prisionero, y siempre acaba haciendo lo que no quiere porque el pecado sigue diciéndole que lo haga.
Finalmente dice en Romanos 7:24: “¡Miserable de mí!” Ahora bien, si has sentido esa frustración, esa desdicha, ese fracaso constante, ese comportamiento compulsivo, puedes decir: ¡Miserable de mí!
Fíjate en la pregunta que hace a continuación el apóstol Pablo: “¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?” Fíjate en la pregunta. La pregunta en su desdicha y su comportamiento compulsivo no es ¿Qué me librará?, la pregunta es ¿Quién me librará?
Ahora bien, me parece que muchas personas que luchan con problemas de comportamiento repetitivo se hacen una pregunta primaria equivocada. Si te haces la pregunta, ¿qué me librará? Se ofrecen todo tipo de respuestas en el mercado espiritual y psicológico. ¿Qué me librará? Disciplinas espirituales, rendición de cuentas, consejería, participar en un ministerio, hacer amigos cristianos. Instintivamente recorremos la lista. ¿Qué será lo que solucione mi problema?
Ahora, escúchame con atención. Todas estas cosas pueden ser muy útiles, pero ninguna de ellas por sí sola tiene el poder de sacarte de la jaula. Las disciplinas espirituales no pueden librarte del poder del pecado. La responsabilidad no puede librarte del poder del pecado. El ministerio, involucrarte, no te librará del poder del pecado. Puedes orar en la jaula. Puedes rendir cuentas en la jaula. Puedes involucrarte en el ministerio en la jaula. Pero al final del día, sigues en la jaula.
La pregunta bíblica nunca es: ¿qué me librará? La pregunta bíblica es siempre: ¿Quién me librará? Porque si pensamos cristianamente, siempre tenemos que empezar por Cristo. Por eso, la respuesta a la pregunta de Pablo que llega al corazón mismo de los problemas del comportamiento compulsivo, ¿quién me librará?, está en Romanos 7:25: “Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro”. El Señor libera a los prisioneros.
Vi una entrevista fascinante de un soldado que había sido hecho prisionero de guerra, y en la entrevista, que era absolutamente convincente, describió el momento de su liberación. Había estado sentado allí en un cuarto con puertas cerradas, atado y dijo que sus libertadores entraron como profesionales, tal y como les habían entrenado para hacer. ¡Dijo que fue algo hermoso!
Sucedió en un instante y nos sacaron de allí. No pudo seguir contando su experiencia, pues lo sobrecogió la emoción.
¿Ves? Esa es la imagen. El Señor libera a los prisioneros. El hombre enjaulado no sale de la jaula mediante alguna técnica. El hombre de la jaula sale de la jaula porque, por su unión con Cristo, el viejo hombre muere y es llevado a través de una muerte y resurrección a un nuevo ser, a una nueva creación, y comienza una nueva vida en el campo por Jesucristo.
Cristo te libera. Eres una persona nueva en Cristo. Si el Hijo te hace libre, serás libre de verdad. Y es por lo que Él hace, por lo que significa estar en Cristo, que el pecado ya no será tu amo. Si estás en Cristo y Él es tu amo, ¿cómo puede serlo el pecado? Has muerto a eso o eso es ser cristiano.
Cristo es nuestra redención. Verás, algunos de nosotros hemos entendido que Él es nuestra justicia. Entendemos lo del perdón, pero nunca hemos entendido realmente que Él es nuestra redención.
Ya no estamos en la jaula. ¡Estamos en el campo! Quizá para algunos de nosotros sea necesario que la promesa de Dios sea más específica. El pecado ya no será tu amo. Bien, ¿por qué no tomas el área específica de pecado y tentación y la pones directamente en esa declaración y haces tuya esa promesa y la escuchas como la misma palabra de Dios?
La bebida ya no tendrá dominio sobre ti.
El dinero ya no tendrá dominio sobre ti.
El sexo ya no tendrá dominio sobre ti.
El orgullo ya no tendrá dominio sobre ti eres libre.
Te encuentras en una relación totalmente nueva con el pecado. Sigues librando las batallas, sigues luchando, pero el pecado ya no tiene dominio sobre ti como antes. Puede que sigas cayendo en algunas de las cosas que hacías antes, puede que las hagas por costumbre, puede que las hagas por debilidad, incluso puede que las hagas por elección. Pero ya no tienes que hacerlas porque el pecado ya no tiene dominio sobre ti. Cristo te ha liberado.
La verdad fundamental que necesitas saber sobre ti mismo en relación con la culpa del pecado es que estás limpio. La verdad fundamental que necesitas saber sobre ti mismo en relación al poder del pecado es que eres libre.
Ahora vamos a llevar esto a una aplicación práctica en el tiempo que nos queda, para llegar al corazón de toda nuestra serie titulada “Descubre tu nueva identidad en Cristo”.
Verás, quizá estés pensando, bueno, está bien que digas que soy libre, pero yo no me siento libre. De hecho, a veces me siento totalmente derrotado.
Bueno, no es una gran sorpresa. ¿Sabes? Cuando se abolió la esclavitud en este país tras la Guerra Civil, hubo muchas historias de personas que habían pasado años como esclavos y a quienes les resultaba muy difícil entrar en esta nueva libertad y vivir en ella.
Eran legalmente libres, pero a algunos les era muy difícil abandonar realmente el entorno al que se habían acostumbrado. Eran libres, pero no vivían en su libertad. Y si has sido esclavo de algún hábito constante durante 10, 20 o 30 años, y oyes que Cristo te ha redimido, no es de extrañar que no te sientas redimido inmediatamente.
Has estado pensando en ti mismo como si estuvieras en la jaula durante mucho tiempo. Necesitas abrir tu mente a la verdad de Dios y pensar en ti como la nueva persona que eres. Descubre tu nueva identidad en Jesús.
Tres estrategías
1. Háblate la verdad.
Sigue alimentando tu alma con esta verdad de la Palabra de Dios. Háblate la verdad. Y creo que ese es el sentido del versículo 11:
“Considérense muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Romanos 6:11).
Creo que la mayor causa de derrota en la vida cristiana es que seguimos diciéndonos a nosotros mismos las mentiras del diablo, y repetimos sus mentiras. Decimos dentro de nuestras mentes, “oh, no puedo vencer esta tentación” y estamos escuchando su voz. No estamos actuando con fe en lo que Dios nos ha dicho sobre nosotros mismos.
Deja de hablar de derrota y empieza a decirte la verdad. El pecado ya no es tu amo porque has muerto al pecado. No estás en la jaula, puedes sentir la atracción de la tentación pero no tienes que ir hacia allá. El pecado no es tu amo, Cristo te ha liberado. Cuenta con ello. Háblate la verdad.
Ayer mismo hablaba por teléfono con un amigo. Vive en California y acaba de volver de pasar tres semanas en Europa del Este, lo que significa que antier cruzó 9 zonas de horarios distintos. Así que le pregunté cómo estaba y me dijo: “estoy contento de estar de vuelta, pero mi cuerpo aún no se ha puesto al día”.
Cualquiera que haya viajado una distancia considerable alrededor del mundo sabe lo que quiere decir. Te has trasladado de una zona horaria a otra, pero a tu cuerpo le lleva tiempo adaptarse. Los impulsos de tu cuerpo contradicen la nueva realidad. Es una locura. Es hora de levantarse y tu cuerpo quiere ir a dormir; es hora de dormir y tu cuerpo te dice que es hora de levantarse.
Y existe esta tensión entre la realidad en la que ahora te encuentras en una nueva zona horaria y los instintos de tu cuerpo que siguen queriendo actuar como si estuvieras en la anterior.
Entonces, ¿qué vas a hacer? Supongo que tienes dos opciones: o sigues lo que te dice tu cuerpo, en cuyo caso estarás despierto toda la noche y dormido todo el día el resto de tu vida, o sigues la nueva realidad, en cuyo caso habrá una lucha en tu cuerpo.
Lucharás un poco, te mantendrás despierto durante el día y te dormirás por la noche. Pero poco a poco, a medida que lo hagas, tu cuerpo se adaptará cada vez más a la nueva realidad y se sentirá a gusto en ella. Así que háblate la verdad. No vivas como si estuvieras en la antigua zona horaria cuando has sido traído a la nueva.
2. Poner resistencia.
“Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias” (Romanos 6:12).
El pecado no es tu amo, así que no hagas lo que te dice…¡Dale batalla! No estás en la jaula, estás en el campo, no eres el rehén, ahora eres el soldado equipado en el campo de batalla. ¡Lucha! No te quedes ahí sentado abatido como si aún fueras un rehén.
Cuando te enfrentas a la tentación, la vocecita de tu cabeza dice: “no puedes superar esto.” Dile a la vocecita, “oye, estás hablando con el tipo equivocado. Está muerto, yo estoy en el campo y estoy dispuesto a luchar.” Y descubrirás que, por el poder del Espíritu de Dios dentro de ti, a medida que te digas la verdad y te entregues a la lucha, empezarás a disfrutar victorias que antes no tenías.
Y aquí está la tercera cosa muy práctica.
3. Ofrécete a Dios.
“Preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos” (Romanos 6:13).
Dios te ha dado esta nueva vida. Te ha traído al campo, ¿por qué? Para que puedas vivir para Él y cumplir el propósito para el que te ha traído al mundo.
¿Cuántos cristianos tienen esta sensación de estar tan arruinados, que sienten que no tienen nada que ofrecer a Dios? Pero si estás vivo en Cristo, tienes la vida que Él te ha dado para ofrecérsela. Ofrécete a Dios como alguien que ha sido sacado de la jaula y llevado al campo, llevado de muerte a vida, porque eso es lo que eres.
Una historia
Hay una línea maravillosa que descubrí en el gran libro de Victor Hugo, Los Miserables, una gran historia, maravillosamente escrita. quienes no la conozcan, es la historia de Jean Valjean, un criminal desalmado. Un obispo le muestra una gran bondad a Jean Valjean, y eso cambia su vida. Pero más adelante en la historia, el pasado de Jean Valjean sacó lo peor de él.
Y en un incidente en el que vuelve a su patrón de conducta anterior, roba despiadadamente una moneda a un niño pequeño. El niño deja caer la moneda y Jean Valjean la pisa y se la quita. Esto es lo que Victor Hugo escribe sobre Jean Valjean: “Digamos simplemente que no fue él quien robó. No fue el hombre, sino la bestia bruta que por costumbre e instinto puso estúpidamente el pie sobre la moneda. Cuando el intelecto despertó y vio esta acción brutal, Jean Valjean retrocedió con agonía y lanzó un grito de horror”.
Entonces Hugo dice que fue un fenómeno curioso y sólo posible en la situación en que se encontraba, que al robarle aquel dinero, cometió un acto del que ya no era capaz. Es una frase brillante. Cometió un acto del que ya no era capaz. Jean Valjean, tú no eres así. Es lo que eras, pero no es lo que eres. No eres un ladrón, no eres una bestia bruta. Has sido redimido por la gracia. Sé quien eres. ¿Has sido redimido? Entonces, ¡sé quién eres!
Una oración
Padre, reconocemos que Satanás nos tiene derrotados muchas veces con mentiras, diciéndonos que estamos en la jaula, cuando en realidad estamos en el campo, haciéndonos creer que somos rehenes, cuando en realidad estamos armados para la lucha, diciéndonos que no hay más camino que la derrota, cuando en realidad por Tu Espíritu nos has preparado para la victoria.
Oh Dios, cuántas veces hemos escuchado estas mentiras y hemos sido derrotados por haberlas creído. Gracias porque Tu Palabra da luz y mientras descubrimos quiénes somos, permítenos ser nosotros mismos. No el rehén, sino el soldado; no el cautivo, sino el liberado; no el que está enjaulado, sino el que está en el campo; no el que está prisionero, sino el que está en Jesucristo.
Te pedimos que para todos los que se saben enjaulados, hoy sea el momento de venir a Jesucristo, para que Él sea nuestra justicia, en quien encontremos el perdón; y nuestra redención en quien encontremos la libertad. Que incluso ahora, creyendo en Él, ese milagro de Tu gracia sea nuestro para que, estando en Cristo, seamos una nueva creación. “Las cosas viejas pasaron, todas han sido hechas nuevas”.
Y para todos los que sabemos que ésta es la realidad de nuestras vidas y la verdad sobre nosotros, déjanos ir en el poder de Tu Espíritu para ser lo que somos, para Tu gloria y para Tu honor, en el nombre de Jesús, Amén.