Jesús nos enseñó a orar, Danos hoy el pan nuestro de cada día. El Pastor Colin habla sobre porqué esta oración se trata de algo más que nuestras necesidades.
Ahora bien, Números en el capítulo 11, y esto llegó con fuerza de nuevo esta semana, Números capítulo 11 nos cuenta la historia de cómo el pueblo de Dios se quejó de la comida que Él les daba. Dios les dio maná, pero no estaban satisfechos con lo que Dios les había dado… querían más.
Y leemos en Números, capítulo 11 y versículo 4:
“El populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: ‘¿Quién nos dará carne para comer?’ ‘¿Quién nos dará carne para comer?’
Ahora quiero que notes esto, que había un populacho entre el pueblo de Dios, un grupo, entre el pueblo de Dios, que nunca estaba satisfecho. Y esta gente tenía un deseo insaciable: en vez de estar agradecidos por lo que Dios les daba, el maná, en vez de estar agradecidos por lo que tenían, se enojaban y se frustraban por lo que no tenían.
Y la gran diferencia, como ves, entre el populacho y los redimidos es que el populacho culpaba a Dios de todo y no le daba las gracias por nada, mientras que los redimidos daban las gracias a Dios por todo y no le culpaban por nada.
Pues bien, este grupo incitó a otros del pueblo de Dios y sus quejas empezaron a extenderse por todo el campamento. El pueblo de Israel volvió a llorar y dijo: oh, si tuviéramos carne para comer. Dios les dio pan, ellos querían carne. Entonces dijeron: “Pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná”. Despreciaron lo que Dios les había dado, el pan del cielo. No es suficiente… queremos más.
Ahora quiero que te fijes en lo que viene a continuación en esta extraordinaria historia, y es realmente importante para todos nosotros hoy. Números, capítulo 11 y versículo 10:
«Y Moisés oyó llorar al pueblo, por sus familias, cada uno a la puerta de su tienda; y la ira del Señor se encendió en gran manera«.
Aquí está el pueblo de Dios y Dios les proporciona lo que necesitan en el desierto, pero ellos quieren más. Se quejan constantemente y esto provoca la ira de Dios, que arde en cólera.
Ahora, quiero detenerme aquí un momento porque me parece que uno de los mayores peligros a los que nos enfrentamos en este momento es que nos enfademos, nos frustramos, nos sintamos insatisfechos con lo que Dios nos ha dado. Y esto es lo que quiero decirte hoy de corazón: No desprecies el maná. Puede que el maná no sea todo lo que deseamos, pero el maná es un don de Dios. Y cuando el pueblo de Dios despreció el maná, la ira de Dios ardió con ira contra ellos.
Ahora bien, ¿qué ocurrió entonces cuando se encendió la ira de Dios? Pues déjame contarte el resto de la historia. Esto es lo extraordinario. Cuando la ira de Dios se encendió contra ellos, les dio lo que pedían. Esto se afirma dos veces en los Salmos, el Salmo 106 y el Salmo 78, y, por supuesto, en el relato de Números. Dios dio a este pueblo insatisfecho lo que pedía… les dio la carne que tanto deseaban.
Así que Números capítulo 11 en el versículo 31 dice:
«Y salió de parte del Señor un viento que trajo codornices desde el mar y las dejó caer junto al campamento, como un día de camino de este lado, y un día de camino del otro lado, por todo alrededor del campamento, y como 2 codos (90 centímetros) de espesor sobre la superficie de la tierra«.
Ahora bien, dos codos son unos noventa centímetros. Así que aquí están estos pájaros, habían volado un largo trecho y quizá por eso mismo, como parece ser el caso, estaban a poca altura en su vuelo en la providencia de Dios. Estaban a la altura de la cintura, la altura perfecta para atrapar pájaros. Y estaban por todas partes, por todo alrededor del campamento. Por eso, el pueblo de Dios no tenía que ir más lejos, podía cazar un pájaro, atrapándolo a la altura de la cintura.
Ahora dirás, ¿cómo puede ser eso una expresión de la ira de Dios? Quiero decir que Dios les dio lo que querían, ¡abundancia de carne! Pero he aquí que, en el versículo 33, cuando aún tenían la carne entre los dientes, antes de que se consumiera, se encendió la ira del Señor contra el pueblo, y el Señor hirió al pueblo con una plaga muy grande antes de que se consumiera.
Ahora bien, eso significa probablemente antes de que se consumiera toda, en cuyo caso la carne que el pueblo de Dios ansiaba era lo que les hacía enfermar. La carne trajo una plaga muy grande.
Nunca desprecies lo que Dios te ha dado. Agradece cada día lo que te ha dado, y sobre todo cuando descubras en tu corazón, como nos ocurre a todos hoy, que quieres más. Este relato es una solemne advertencia sobre los peligros de sentirnos insatisfechos con lo que Dios nos ha dado, y me ha ayudado mucho esta semana, y espero que te sea útil.
Todos sabemos lo que es sentirse frustrado, todos sabemos lo que es enfadarse a veces y todos sabemos lo que es desear más. Y la respuesta a ese anhelo es dar gracias por lo que Dios nos ha dado. Da gracias a Dios por el maná. Da gracias a Dios por lo que tienes. Agradece a Dios por lo que te ha dado.
Cuando esta frase entre en nosotros de verdad, va a cambiarnos. Nos llevará a un lugar en el que realmente reconozcamos nuestra dependencia de Dios y la sintamos. Nos va a llevar a un lugar en el que crezcamos en gratitud, en agradecimiento por lo que Dios nos ha dado, en lugar de quejarnos por lo que nos ha negado.
Y luego dos cosas más, más brevemente, que son muy importantes.
En tercer lugar, profundizará nuestra compasión.
«Danos hoy el pan nuestro de cada día». Fíjate en el plural, no es dame el pan de cada día, es danos el pan de cada día. Y el nosotros y el nuestro, por supuesto, recorren toda la oración del Señor.
Es nuestro Padre que está en los cielos. Es el pan nuestro de cada día que le pedimos. Perdónanos nuestras deudas como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Como ves, esta es una oración que no sólo reconoce nuestra dependencia, no sólo hace crecer nuestra gratitud, sino que es una oración que, por su propia naturaleza, hará más profunda nuestra compasión, nuestra sensibilidad hacia los demás, cuyas necesidades son mayores que las nuestras.
Aquí es donde intercedemos por las necesidades prácticas de los demás. Aquí es donde oramos por un mundo hambriento. Aquí es donde pedimos a Dios que nos traiga a la mente las necesidades de otras personas a las que podamos ayudar. Y si Dios te ha dado lo que necesitas para hoy, tal vez hacer esta oración te impulse a ser el medio por el que Dios provea a otra persona.
Y esta oración hará una cosa más: afirmará la maravillosa fidelidad de Dios.
“Danos hoy el pan nuestro de cada día”. Piensa en esa frase, cada día, porque nos recuerda que Dios tiene un historial de fidelidad.
¿Qué récord de fidelidad tiene Dios? Piénsalo, ha mantenido a miles de millones de personas en todos los continentes del mundo, cada día, durante miles y miles de años. Alguien dijo: cuando vengas a pedirle a Dios una nueva bendición, asegúrate de llevarle el recibo de la última. Me encanta esa imagen. Peter Lewis la retoma y creo que lo dice muy bien «Presionamos a Dios para que nos extienda nuevos cheques, pero rara vez hojeamos sus talones. Si lo hiciéramos, encontraríamos nuestro nombre unido a innumerables regalos, beneficios, protecciones y provisiones».
Me parece una bella imagen. Hermano, hermana, si pudieras, por así decirlo, ver la chequera de Dios, si pudieras hojear los talones, verías una y otra vez algo escrito para ti, una bendición entregada.
¿Cómo puedes siquiera contar con un número las bendiciones que Dios te ha dado a lo largo de tu vida? El historial de la fidelidad de Dios hacia ti alentará tu fe en Ssu provisión cuando examines las necesidades particulares que tienes en este momento.
Y sabes, la respuesta a la ansiedad vendrá de afirmar la fidelidad de Dios. Y ésta es una época de ansiedad para todos nosotros. Recuerda lo que dice Jesús a este respecto: «Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán«. Pero mientras Jesús dice esto, nosotros cuestionamos: “bueno, ¿por qué? ¿Por qué no debemos preocuparnos?”
Y Jesús dice esto «Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, ¿no hará Él mucho más por ustedes?”
Y luego esto, la conclusión: «Por tanto, no se preocupen, diciendo: ¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos? Que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas”.
¿Ves la lógica aquí? ¿Ves la conclusión? Tu padre cuida de ti, por tanto, porque tienes un Padre en el cielo que alimenta a los pájaros y viste a las flores; y como tú tienes para Él un valor mucho mayor que ellos, por eso, incluso en este tiempo de ansiedad, vuelca tu ansiedad sobre Él y considéralo. Tiene el más maravilloso historial de fidelidad y tu Padre celestial no te fallará.
Jesús hizo esta oración
Por último, y muy brevemente, cada semana de esta serie nos hemos planteado la sencilla pregunta de si Jesús hizo alguna vez Él mismo esta oración.
Un día, se reunió una gran multitud para escuchar a Jesús, y estaban en un lugar desierto, donde no había comida ni dinero para comprarla. Un niño puso en las manos de Jesús cinco panes y dos peces. Y Juan nos dice que Jesús tomó los panes y, después de dar gracias, los repartió.
Jesús dio gracias al Padre por el pan que le proporcionó, y lo que el Padre le proporcionó fue suficiente para todos. Y la noche en que fue traicionado, nuestro Señor Jesús celebró la Pascua con Sus discípulos. Y Mateo nos dice que, mientras comían, Jesús tomó pan y, después de bendecirlo, lo partió, se lo dio a Sus discípulos y les dijo: “Tomad, comed, esto es Mi cuerpo”. Mira, Dios nos da el pan que sustenta nuestros cuerpos y Dios nos ha dado el pan que alimenta nuestras almas.
Jesús es el Pan de vida y dijo: “Asimismo el que me come, él también vivirá por Mí”. En otras palabras, Jesús hará por tu alma lo que el pan hace por tu cuerpo. Él te sustentará y quien se alimente de este pan vivirá para siempre.
Una oración
Padre nuestro, nos inclinamos ante Ti en adoración y reconocemos con alegría que todo don bueno procede de Tu mano amorosa. Te damos gracias hoy por la belleza de la tierra, por el amor de los amigos y la familia, por nuestra comida, por nuestros hogares, por nuestro trabajo, por Tu iglesia y, sobre todo, por el don de Tu Hijo.
Confesamos nuestra impaciencia y te pedimos perdón. Sabemos que la paciencia es el fruto de Tu Espíritu Santo, y te pedimos que produzcas este buen fruto en nuestras vidas. Te pedimos que nos libres de la murmuración. Que nunca despreciemos el maná. Que Tu ira no arda contra nosotros.
Utiliza este tiempo en que nos quitan las cosas que disfrutamos para aumentar nuestra gratitud por lo que tenemos. Ayúdanos a alegrarnos de lo que nos has dado, en lugar de quejarnos de lo que nos has negado.
Padre nuestro, Tu Hijo nos ha enseñado a venir y pedir lo que necesitamos. Padre, algunos de nosotros necesitamos trabajo, y te pedimos que Tú nos lo proporciones. Algunos estamos enfermos, y te pedimos que Tu mano sanadora esté sobre ellos. Algunos tenemos hambre y clamamos a Ti: «Danos hoy nuestro pan de cada día».
Te pedimos que nos liberes de la ansiedad. Gracias porque sabes lo que necesitamos. Ayúdanos a confiar en Ti, nuestro Padre Celestial, y a buscar primero Tu reino, sabiendo que Tú nos darás lo que necesitamos.
Ayúdanos, Señor, a medir Tu amor por nosotros por lo que has hecho al enviar a Tu Hijo, Jesucristo. Gracias porque Él es nuestro Pan de vida. Gracias porque ese pan fue partido para que Su vida estuviera en nosotros. Ayúdanos, por la fe, a alimentarnos de Él, y así nutrir nuestras almas para la vida eterna, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.