¿Cuándo se convirtió Dios en Padre? La respuesta es que siempre ha sido Padre. Es el Padre eterno y Su naturaleza nunca cambia. ¿Cuándo se convirtió Cristo en el Hijo? La respuesta es que siempre ha sido el Hijo. Él es el Hijo eterno, y Su naturaleza nunca cambia. El Padre nunca estuvo sin el Hijo, y el Hijo nunca estuvo sin el Padre.
Me convertí en padre en 1986, cuando nació mi hijo Andrew. Antes de tener un hijo, no podría haberme descrito como padre. Es el nacimiento de un hijo o una hija lo que convierte a un hombre en padre o a una mujer en madre, pero Dios no ganó un hijo cuando Jesús nació en el mundo. Dios envió a su Hijo, que ya estaba «al lado del Padre» (Juan 1:18).
La Biblia deja claro que el Hijo es igual al Padre (5:18). Antes de tomar nuestra carne, Dios Hijo compartía la gloria del Padre (17:5), la vida del Padre (5:26), la actividad del Padre (1:3) y el amor del Padre (17:24). Él es, por naturaleza, Dios, pero no consideró esta igualdad como algo a lo que aferrarse (Filipenses 2:6), se puso a disposición del Padre y tomó la forma de siervo.
En una ocasión, Jesús dijo: «El Padre es mayor que yo» (Juan 14:28). Esto sería como si yo dijera: «El presidente de los Estados Unidos es más grande que yo». Comparto una humanidad común con el presidente, pero es evidente que su posición es más alta que la mía.
Por lo tanto, cuando Jesús dijo: «El Padre es mayor que yo», no quiso decir que el Padre es más divino, sino que el Padre tenía una posición más exaltada. El Padre estaba en el cielo y Jesús iba de camino a la cruz. Por eso Jesús dijo a Sus discípulos: «Si me amaran, se regocijarían, porque voy al Padre…» (14:28). Ir al Padre significaba volver a compartir Su posición exaltada.
De tal Padre, tal Hijo
La Biblia utiliza la palabra hijo de dos maneras. Puede significar un pariente dependiente o una naturaleza reflejada.
En el mundo antiguo, un hijo seguía los pasos de Su padre. Si tu padre era carpintero, tú también lo serías; y si tu padre era un buen carpintero, la calidad de su trabajo se reflejaría en el tuyo. Como dice el viejo refrán: «De tal palo, tal astilla».
En el Nuevo Testamento, leemos sobre un hombre al que los apóstoles apodaron «Bernabé». Bernabé significa «hijo de Consolación» (Hechos 4:36). No es difícil imaginar por qué los apóstoles le dieron este nombre, vieron que Bernabé era un gran animador. Era el estímulo personificado, el estímulo en carne humana.
Jesús utilizó la palabra hijo de la misma manera en el Sermón de la Montaña. «Bienaventurados los que procuran la paz», dijo, «pues ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9). Dios es el gran pacificador, y cuando hacemos la paz, reflejamos Su carácter.
Por eso, cuando la Biblia describe a Jesús como «el Hijo de Dios» (Juan 5:25), la palabra Hijo no significa que sea un pariente dependiente del Padre, sino que refleja exactamente la naturaleza del Padre (Hebreos 1:3). El Hijo de Dios es todo lo que Dios es, en carne humana.
Hacer la obra del Padre
La gloria completa de lo que significa que Jesús sea el Hijo de Dios se nos abre en Juan 5, donde Jesús dice: «En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre» (Juan 5:19).
La actividad de Jesús se limita a lo que ve hacer al Padre; Cristo está diciendo que Él nunca hace nada fuera de lo que el Padre haría. Me gustaría poder decir que todo lo que hago es un reflejo de la actividad de Dios, pero, por supuesto, no puedo decir eso. Sin embargo, eso es exactamente lo que dice Jesús: «No encontrarás ni una sola cosa en mi vida que esté fuera del alcance de la actividad de Dios».
A continuación, Jesús hace una segunda afirmación aún más sorprendente: «Todo lo que hace el Padre, eso mismo hace el Hijo» (5:19). En otras palabras, Jesús está diciendo: «Todo lo que hago refleja lo que hace el Padre, y todo lo que hace el Padre se refleja en lo que hago yo».
Podemos hacer algunas cosas que reflejan lo que hace Dios. Cuando amamos, perdonamos o hacemos la paz, reflejamos la naturaleza del Padre. Pero hay cosas que sólo pertenecen a Dios: sólo Dios da la vida, sólo Dios resucita a los muertos, sólo Dios es el juez. Estas son cosas de Dios, y Jesús nos dice que Él las hace: «como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere. Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo» (5:21-22).
El Hijo tiene vida en Sí mismo
Tu vida es un don de Dios a través de la unión de tu padre y tu madre, sin ellos no existirías. Sólo Dios tiene vida en sí mismo, Él es el único ser cuya existencia no depende de nadie más.
Pero Jesús dice: «como el Padre tiene vida en Él mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en Él mismo» (5:26); estas palabras nos ayudan a contemplar con asombro el misterio de la Trinidad. Observa que Jesús no dijo: «El Padre tiene vida en Sí mismo y el Hijo tiene vida en Sí mismo». Eso significaría que hay dos dioses, ambos con vida en sí mismos; tampoco dijo Jesús: «El Padre tiene vida en Sí mismo y ha concedido que el Hijo tenga vida», eso significaría que el Hijo era un ser creado y dependiente como tú y yo.
Jesús dijo: «como el Padre tiene vida en Él mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en Él mismo». El Padre y el Hijo participan de la única vida eterna de Dios.
Pon todo esto junto y comenzarás a ver la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Un día resucitará a los muertos y pronunciará el juicio final sobre todas las personas, y es capaz de dar vida a todos los que acuden a Él.
Conocer a Dios: ¿Una suposición o una revelación?
El Nuevo Testamento insiste mucho en la identidad de Jesús, Él es Dios con nosotros. Y esta verdad es de importancia central, porque si el Hijo no fuera Dios, no podríamos conocer al Padre.
En una ocasión, Felipe le dijo a Jesús: «Muéstranos al Padre y nos bastará». Jesús le contestó: «¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’?» (Juan 14:8-9).
Tengo un hermano en Inglaterra. Se parece a mí en algunos aspectos, pero es muy diferente en otros. No podría decir: «Si me has visto a mí, has visto a mi hermano», porque, aunque procedemos de los mismos padres, somos muy diferentes. Conocerme a mí no es conocer a mi hermano.
Si el Hijo no fuera Dios, no podríamos conocer al Padre. Lo mejor que podríamos decir sería que alguien que estaba con el Padre vino a hablarnos de Él. Eso convertiría a Jesús en un ángel o un profeta, pero Jesús dice: «el que me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (14:9).
La cruz: ¿Un acto de crueldad o un regalo de amor?
La Biblia nos dice que el Padre cargó la culpa y el castigo de nuestros pecados sobre Su Hijo, y que esto fue una demostración del amor de Dios (Isaías 53:5-6; Romanos 5:8).
Pero si el Hijo no fuera Dios, la cruz sería un acto de crueldad, no un regalo de amor. Entonces Dios habría escogido a alguna persona de Su creación y habría derramado sobre ella lo que todos los demás merecían. ¿Qué clase de justicia sería esa?
Si el Hijo no fuera Dios, tendríamos que reescribir Romanos 5:8: «Dios muestra su injusticia en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Pero el Hijo es Dios, y en la cruz, fue Dios quien llevó nuestros pecados y se entregó por nosotros.
Antes de crear el mundo, Dios planeó redimir a los hombres y mujeres para que compartieran Su gloria para siempre. El plan implicaba un gran costo, significaría que Dios se entregaría a Sí mismo, y esa entrega sería la máxima muestra de Su propia naturaleza y gloria. La entrega de Dios implicaría a todas las personas de la Trinidad: el Padre enviaría al Hijo, el Hijo daría Su vida y el Espíritu sería entregado a cada creyente.
Considera los papeles del Padre y del Hijo: ¿Cuál de ellos tenía que desempeñar el papel más fácil: el que daría a Su Hijo, o el que daría Su vida? La pregunta es incontestable. El Padre y el Hijo fueron uno en el costo infinito de la entrega y el sacrificio por ti y por mí.
La salvación: ¿estar seguros o esperar lo mejor?
Si el Hijo no fuera Dios, nunca podrías estar seguro de tu salvación.
Hace poco llamé por teléfono a la compañía de mi tarjeta de crédito porque quería actualizarla. «¿Puedo hacerlo por teléfono?» pregunté. El representante fue muy servicial y me aseguró que podía hacerlo.
Unos días después recibí una carta:
Estimado Colin Smith,
Gracias por su reciente consulta sobre su cuenta de tarjeta de crédito, desgraciadamente, no podemos cambiar su cuenta como ha solicitado. Si desea cambiar su cuenta, póngase en contacto con nuestro servicio de atención al cliente en el número de teléfono indicado anteriormente.
Evidentemente, ¡la decisión de la representante había sido revocada! Ella creía sinceramente que mi cuenta podía cambiarse por teléfono, pero carecía de autoridad para hacerlo.
¿Y si fuera así con Cristo? Si Jesús no fuera Dios, siempre existiría la posibilidad de que fuera anulado por una autoridad superior. Y nosotros nos enfrentaríamos a la posibilidad de llegar a la puerta del cielo sólo para descubrir que no estamos capacitados para entrar.
Pero el Padre ha confiado todo el juicio al Hijo (Juan 5:22), y el Hijo es Dios por naturaleza. Cristo preside el tribunal supremo del universo, no hay autoridad superior. Por eso, cuando el Hijo dice que estás perdonado, ¡estás perdonado de verdad!
Esto es lo que abrimos hoy:
Jesús es Dios con nosotros, y por eso podemos conocer verdaderamente al Padre a través de Él. Su muerte en la cruz es la máxima demostración del amor de Dios por nosotros, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo en Cristo (2 Corintios 5:19). La deidad del Señor Jesucristo es nuestra garantía de salvación. Jesús dijo: «En verdad les digo: el que oye Mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida» (Juan 5:24).
19 Por eso Jesús les decía: «En verdad les digo que el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que hace el Padre, eso también hace el Hijo de igual manera. 20 Pues el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que Él mismo hace; y obras mayores que estas le mostrará, para que ustedes se queden asombrados. 21 Porque así como el Padre levanta a los muertos y les da vida, asimismo el Hijo también da vida a los que Él quiere. 22 Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
24 »En verdad les digo: el que oye Mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no viene a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida. 25 En verdad les digo que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oigan vivirán. 26 Porque como el Padre tiene vida en Él mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en Él mismo; 27 y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque Él es el Hijo del Hombre.
28 »No se queden asombrados de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz, 29 y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio.
(NBLA)
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