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septiembre 25, 2024

Seis razones por las que Dios no escucha nuestras oraciones

Si has llegado a sentir que Dios no está escuchando, no estás solo. De hecho, ¡eres exactamente como todo otro cristiano!

Job conoció bien esta experiencia. También lo hizo David, ¡un varón conforme al corazón de Dios, quien oró en los Salmos: “¿Hasta cuándo, oh Señor?” (13:1)! Habacuc el profeta también clamó: “¿Hasta cuándo, oh Señor, pediré ayuda, y no escucharás? Clamo a Ti: ‘¡Violencia!’. Sin embargo, Tú no salvas” (Habacuc 1:2). No descartes estos clamores de frustración; la autoría doble de las Escrituras significa que no solo fueron Job, David o Habacuc quienes redactaron estas oraciones, sino el mismísimo Espíritu Santo. Dios conoce tu frustración y te da tanto palabras para orar como ejemplos a seguir cuando te sientes solo en la oscuridad.

¿Por qué a veces experimentamos el silencio de parte de Dios? ¿Es Dios cruel? ¿Es que le gusta jugar con nosotros? ¿O hay otras razones y propósitos mayores en la mente de Dios que nosotros no conocemos?

Gracias a Dios, tenemos algunas respuestas fáciles cuando sientes como si Dios no estuviera recibiendo tus oraciones.[1] Echémosles un vistazo.

1. No eres cristiano

En el capítulo 1 de Cuando orar es una lucha, vimos cómo Jesús nos da la confianza para orar y hace que Dios esté accesible para los pecadores. Una de las verdades más aterradoras que encontramos en la Biblia es que muchas personas creen que tienen una fe salvadora en Jesucristo, pero en realidad no es así. Jesús advirtió sobre los falsos creyentes en Mateo 7:21: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos”. Personas así quizás crecieron en la Iglesia, se saben las respuestas correctas a muchas preguntas teológicas, son los primeros en llegar el domingo a la iglesia y actúan como cristianos en lo externo. Pero siguen siendo incrédulos y, por lo tanto, Dios no está obligado a escuchar sus oraciones.

Si no tienes deseo alguno de conocer a Dios por medio de la oración, examínate a ti mismo para ver si estás en la fe (ver 2 Corintios 13:5). El deseo de orar está programado de fábrica en el alma del creyente. ¿Te duele saber que has pecado contra un Dios santo? ¿Pones tu confianza en Jesús para el perdón de tus pecados? Si cuestionas la veracidad de tu fe, confía en Jesús; Él no echa fuera a nadie que venga a Él en fe y en arrepentimiento.

2. Tu falta de fe

La oración sin fe no es oración; es hablar con nosotros mismos. No olvides que “sin fe es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6). Imposible no viene con cláusulas de excepción. La oración sin fe desagrada a Dios. Santiago 1:7-8 dice que el que duda no piense “que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos”.

Cuando activamos el piloto automático durante nuestra oración y simplemente recitamos palabras mientras pensamos en otra cosa, nos falta fe. Cuando le pedimos a Dios algo legítimo pero estamos convencidos de que no nos responderá, nos falta fe. Lo mismo es verdad cuando oramos para ser vistos por otros; nos enfocamos en las reacciones de la gente en lugar de en Dios.

En vez de orar así, simplemente acude a tu Padre celestial, confía en las promesas de Su Palabra, las cuales ayudan a animar tu fe (ver Romanos 10:17) y habla con Él.

3. Le has dado la espalda a Dios y a Su Palabra al abrazar el pecado

Así como la desobediencia deliberada de un hijo entristece a su padre, nuestro pecado entristece a Dios (ver Efesios 4:30). El salmista escribió: “Si observo iniquidad en mi corazón, el Señor no me escuchará” (Salmo 66:18). Nuestro pecado moldea las actitudes que tenemos hacia Dios y nuestras motivaciones para orar. Vivir en pecado es lo opuesto a amar a Dios porque “El temor del Señor es aborrecer el mal” (Proverbios 8:13). Proverbios 28:9 expresa esta verdad de manera diferente: “Al que aparta su oído para no oír la ley [de Dios], su oración también es abominación”.

Si te encuentras atesorando el pecado y evitando la Palabra de Dios, ¡arrepiéntete! Y entonces pídele a Él que cree en ti un corazón limpio y un espíritu recto (ver Salmo 51:10). Confiésale tus pecados a Dios, y a algún amigo en quien confíes, y comienza a orar otra vez.

4. Has maltratado a otros

Si quebrantar el más grande mandamiento al no amar a Dios (ver Mateo 22:36-38) puede estorbar tus oraciones (como vimos en el punto anterior), no debería sorprendernos que quebrantar el segundo más grande mandamiento, al no amar a otros (Mateo 22:39), pueda hacerlo también. Esto es, en esencia, atesorar el pecado en tu corazón (ver Salmo 66:18) en cuanto a tu deber hacia otros.

La Biblia identifica expresamente la relación matrimonial como un lugar donde esto puede suceder. Dice 1 Pedro 3:7: “Ustedes, maridos, igualmente, convivan de manera compren- siva con sus mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida, para que sus oraciones no sean estorbadas”. Al principio, esto parece no estar relacionado. ¿Por qué estorbaría Dios las oraciones de un marido grosero? La razón es que Él quiere llevarlos al arrepentimiento para que cuiden mejor de sus esposas y honren más a Dios en su matrimonio. (Aunque esto no está expresado explícitamente en las Escrituras, creo que, si una esposa no cumple su rol en el matrimonio, sus oraciones también pueden ser estorbadas porque es probable que también esté atesorando algún pecado).

La Biblia también es explícita en decir que nuestra oración también puede ser estorbada cuando no ofrecemos perdón y reconciliación (ver Mateo 5:23-24; Marcos 11:25; ver también 1 Timoteo 2:8) o cuando ignoramos nuestro deber hacia los pobres (ver Proverbios 21:13).

5. Eres orgulloso

La parábola del fariseo y el publicano en Lucas 18:9-14 contrasta dos actitudes que podemos tomar hacia la oración. El fariseo se pavoneaba como un gigante espiritual, mostrando sus músculos espirituales y orando: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano” (vv. 11-12). Él se acercaba a Dios basándose en sus obras, no en la misericordia de Dios. Pero Dios no quiere que nos demos palmaditas en la espalda por lo buenos que somos; Él quiere de nosotros corazones humildes que entiendan nuestra necesidad continua de gracia. Eso es lo que la oración del publicano reflejaba: “Dios, ten piedad de mí, pecador” (v. 13).

La conclusión de Jesús en esta parábola aturdió a los que estaban escuchando: Dios aceptó la oración del publicano socialmente inaceptable mientras que rechazó la oración santurrona del fariseo admirado. “Porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido” (v. 14).

6. Estás experimentando la disciplina de Dios

Conocer a Dios como nuestro Padre significa que recibimos Su disciplina amorosa. Recibir la disciplina amorosa de Dios puede significar no oír de Él como esperaríamos. Puede que quiera convencernos de pecado, probarnos para ver qué hay en nuestros corazones o movernos a buscarlo de manera más ferviente; pero Su mano firme y misericordiosa siempre tiene en cuenta nuestro crecimiento y nuestro bien, incluso cuando no nos responde como quisiéramos. Darnos cuenta de esto nos permite decir, junto con H. B. Charles Jr.: “Dios ha hecho grandes cosas en mi vida a través de una oración sin respuesta”.

No hay tal cosa como una oración sin respuesta

Existe una diferencia crucial entre cuando Dios rechaza nuestra oración, por las razones ya mencionadas, y cuando Dios no responde a nuestra oración. Estoy convencido de que no hay tal cosa como una oración sin respuesta para el cristiano.

Dios es el Padre perfecto, y nosotros somos Sus hijos amados. ¿Qué padre terrenal rechazaría la súplica de un hijo? No uno bueno. Y, sin embargo, ¿qué padre terrenal siempre responde a la petición de su hijo de inmediato y en la manera exacta que el hijo quiere? Uno que es o corto de vista o flojo, o ambas cosas. Pero nuestro Padre celestial es bueno y no es ni corto de vista ni flojo. Él siempre tiene un propósito mayor que simplemente ser un genio que cumplirá todos nuestros deseos. Dios siempre responde a nuestras oraciones, pero a menudo no lo hace en el momento ni en la manera que preferimos. Sus respuestas pueden llegar como un “Sí”, un “No” o un “Espera”.

El esperar es lo más difícil. Por lo general, puedo lidiar con un no. Pero esperar respuestas a las oraciones más profundas de la vida duele. ¿Seguirá algún día mi ser querido a Cristo? ¿Llegará algún día la sanidad? ¿Obtendré algún día ese trabajo que necesito con tanta desesperación?

Incluso si todo lo que escuchamos es el canto de los grillos, tener confianza en el amor y en la soberanía de Dios nos proveerá de un campo fértil para las oraciones perseverantes.

1. Esto no es lo mismo que cuando Dios no responde a nuestras oraciones; hay otras razones por las que Él podría escoger hacer seo. Cuando Él no nos escucha, es probable que nuestro pecado lo haya ofendido y esté estorbando nuestras oraciones.


Este artículo fue un fragmento adaptado del libro Cuando orar es una lucha: Una guía práctica para superar los obstáculos en la oración (P&R, 2023), por Kevin Halloran.


Kevin Halloran

Director de Contenido y Estrategia

Kevin Halloran sirve en Abre la Biblia y vive cerca de Chicago, Illinois, con su esposa y dos hijas. Ha ministrado en la República Dominicana, en México y en Ecuador, donde aprendió español. Su pasión es fortalecer a la iglesia para el ministerio de la Palabra de Dios. Escribió el libro Cuando orar es una lucha: una guía práctica para superar los obstáculos en la oración (P&R, 2023). Puedes encontrarlo en su blog Anclado en Cristo, Facebook, Twitter y YouTube.
Kevin Halloran sirve en Abre la Biblia y vive cerca de Chicago, Illinois, con su esposa y dos hijas. Ha ministrado en la República Dominicana, en México y en Ecuador, donde aprendió español. Su pasión es fortalecer a la iglesia para el ministerio de la Palabra de Dios. Escribió el libro Cuando orar es una lucha: una guía práctica para superar los obstáculos en la oración (P&R, 2023). Puedes encontrarlo en su blog Anclado en Cristo, Facebook, Twitter y YouTube.