¿Qué significa que Dios sea nuestro Padre? El pastor Colin habla de la analogía de Dios como nuestro Padre y lo que significa para nosotros. Escritura: Lucas 11:1-18
Lo que vemos aquí es que lo que piensas sobre Dios es lo que determinará si oras o no. Solo te pido que seas honesto hoy.
Si rara vez oras y no tienes muchas ganas de ir a hablar con Dios, quizá es porque es un extraño para ti; o lo has considerado simplemente como una especie de fuerza lejana e impersonal; o peor aún, en secreto piensas en Él como un tirano que reclama lo que no le pertenece.
Jesús te está diciendo que si llegas a conocer a Dios como tu Padre por medio de la fe en Él, entre más lo conozcas, más deseos tendrás de orar y entre más sepas que Dios es el Padre que te ama, más deseos tendrás de acercarte a Él en oración.
La segunda pregunta que quiero plantear es simplemente: ¿qué significa entonces que Dios sea Tu Padre?
Es evidente que se trata de una analogía, es decir, una comparación o un contraste de algo que es muy difícil de comprender: la naturaleza del Dios eterno, con algo que nos es muy familiar y fácil de entender: las relaciones de amor que existen en una familia humana.
Aquí Dios utiliza esta maravillosa analogía en la que compara la relación que busca con nosotros con la relación de un padre con su propio hijo o su propia hija. Ahora bien, esta maravillosa analogía funciona de dos maneras en la Biblia, y ambas son muy importantes.
La primera es que aprendes lo que significa ser padre mirando a Dios. Esto lo vemos en Efesios capítulo 3, versículo 14, donde Pablo dice: «doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra».
En otras palabras, si quieres aprender cómo ser padre, mira a Dios. Si no tuviste un buen padre y te preguntas: “¿cómo puedo tener una idea correcta de lo que es la paternidad?” Mira las acciones, el carácter y la naturaleza de Dios, que es tu amoroso Padre Celestial.
Pero lo que quiero que noten en Lucas 11 es que la analogía se usa en sentido contrario. Porque no solo es cierto que se aprende a ser padre mirando a Dios, sino que Jesús nos dice aquí que también se aprende sobre Dios estudiando lo que significa ser padre.
Miren el versículo 11: «Supongan que a uno de ustedes que es padre». Aquí Jesús nos está pidiendo muy claramente que consideremos nuestra propia experiencia de amor entre un padre o una madre y un hijo o una hija.
Ahora vivimos en un mundo de padres imperfectos y caídos; algunos son mucho mejores que otros.
Pero nuestro Señor Jesús nos dice: “Mira, incluso en este mundo de padres y madres imperfectos, que fallan en tantos aspectos, reflexionar sobre lo que un hijo significa para un padre o una madre te dará una idea de lo que significas para Dios”.
Piensa en lo que tus hijos significan para ti y empezarás a hacerte una idea de lo que significas para Dios. Jesús nos invita a reflexionar sobre nuestra experiencia del amor en una familia humana para comprender mejor lo que significamos para nuestro propio Padre Celestial.
Dios nos ha dado a Karen y a mí el maravilloso regalo de dos hijos, Andrew y David. Hay unas cien personas en el mundo que me llaman pastor, la mayoría me llama Colin. Hay dos hombres en todo el mundo que me llaman papá, ellos tienen una relación única conmigo y yo tengo una relación única con ellos.
Mis dos hijos son una alegría y un deleite para mí. Si estoy en una reunión que ha durado un rato y al salir hay varias personas que me han enviado mensajes y uno es de mi hijo, no lo pienso dos veces y le respondo primero. ¡Mi hijo ha llamado! Hay alegría, vínculo y afinidad.
Padres, madres, piensen en lo que sus hijos significan para ustedes. Jesús está aprovechando esto para decirles: “ustedes saben lo que significa esta relación, incluso en este mundo caído”.
Pueden entender un poco de lo que los hijos de Dios significan para Él cuando piensan en lo que sus propios hijos significan para ustedes. El sentido de deleite y alegría que hay en tu propio corazón con respecto a tus hijos te dará una idea del corazón de Dios.
El sentido de deleite y alegría que hay en Piensa en un niño más pequeño que le trae un dibujo a su padre o a su madre. “Es un caballo”, dice. Y la mamá se alegra mucho de que le haya dicho que era un caballo, porque ella solo ve unas líneas y no habría sido capaz de saber que en realidad era un caballo.
Cuando la mamá recibe este dibujo, no le dice a su hija: “No es un buen caballo, no se parece nada”. ¿Qué hace? Lo recibe con alegría y lo pega en la nevera.
¿Por qué lo pegó ahí? No por su valor artístico, sino porque su hija lo dibujó y lo hizo para ella. Ahora piensa en esto: Jesús está diciendo que cuando consideras tu propia experiencia, puedes tener una ventana al corazón de Dios.
Algunos de nosotros luchamos con preguntas como esta: “¿Alguna vez he hecho algo que tenga valor para Dios?”. Pero recuerda esto: si eres Su hijo, Él te ve y todo lo que haces a través de la perspectiva de Su gran amor por Sus hijos… y el Padre se regocija en Sus hijos.
Luego Jesús nos comunica esta maravillosa verdad en el versículo 13: Nuestro Padre Dios da generosamente a Sus hijos. «Pues si ustedes siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?».
Jesús está apelando a los padres y madres caídos, al preguntarles qué no darían a sus propios hijos. Los únicos límites tienen que ver con cosas que los arruinarían o que estén más allá de tu capacidad, pero no hay límites para la capacidad de Dios.
Esto tiene sentido para ti porque siempre estás para tus hijos, siempre estás de su lado, incluso cuando están en su peor momento, y especialmente cuando están en su peor momento… porque son tus hijos.
Así que Jesús dice: “Si ustedes, padres caídos, saben dar buenos regalos a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará buenos regalos y, especialmente, el regalo supremo del Espíritu Santo, la misma presencia de Dios en su vida?». Así que puedes estar seguro que Él te lo dará.
Nuestro Padre Dios derramó Su amor sobre Sus propios hijos. “Miren cuán gran amor nos ha otorgado el Padre: que seamos llamados hijos de Dios”, dice el apóstol Juan.
¿Cuánto significa un hijo o una hija para un padre? Pregúntale a un padre que haya perdido a un hijo, no se puede expresar con palabras, es un dolor indescriptible.
Si has perdido un hijo, tienes una visión única de la profundidad del amor de Dios por ti. Piensa en ello: la profundidad de tu dolor es un reflejo directo de la fuerza de tu amor. Y si el amor de un padre caído puede ser tan fuerte, ¿cómo es el amor de tu Padre perfecto que está en los cielos?
¿Cómo se convierte Dios en tu Padre? ¿Cómo entras tú en esta relación?
Si Dios es un extraño para ti, una especie de fuerza ambigua e incomprensible o lo ves como un tirano que parece estar lejos de ti, ¿cómo podrías entrar en una relación en la que conozcas a Dios como tu Padre y experimentes Su amor derramado sobre ti?
Voy a tratar de explicarlo de esta manera. Antes dije que hay dos hombres en todo el mundo que me llaman papá, también hay dos mujeres que me llaman por el mismo nombre. Por supuesto, me refiero a mis dos nueras, Emily y Katie.
Puede que resulte extraño que una mujer que acaba de casarse llame papá al padre de su marido o que un marido que acaba de casarse llame papá al padre de su mujer, y sé que no ocurre en todas las familias. No estoy sugiriendo que así deba ser, pero sucede en nuestra familia y eso significa mucho para mí.
Katie, mi nuera más joven, es de Indianápolis. Si no fuera por mi hijo David, nunca la habría conocido. La única relación que habría tenido con Katie, de no ser por mi hijo, sería que ambos somos seres humanos y ambos somos ciudadanos de Estados Unidos.
Eso lo tenemos en común con millones de personas. Pero más allá de eso, no habría tenido ninguna relación con ella. Pero mi hijo la eligió y ella le correspondió; y a través de mi hijo, ella ha entrado en mi familia; y por supuesto, mi hijo ha entrado en su familia.
Si mi hijo hubiera elegido a otra esposa, mi amor se habría fijado en otra nuera. Pero eligió a Katie y me alegro mucho de que lo hiciera. Ahora ella comparte el mismo amor que yo siento por mi hijo y también siente ese amor.
Mi hijo mayor, Andrew, se casó con Emily, a la que conocía desde antes de que llegara a nuestra familia porque creció en nuestra iglesia y yo era su pastor. Hubo un tiempo en el que me llamaba “pastor”. Si lo hiciera ahora, yo respondería: “¿De qué estás hablando?”.
Mi hijo puso su amor en ella y ella ha llegado a amar a mi hijo. Y, al ser llevada a la santa unión del matrimonio, ella comparte ahora el mismo amor que yo tengo por mi hijo.
Ahora, ¿cómo puedes convertirte en hijo de Dios para conocerlo como Padre? La respuesta es que entras en la familia de Dios por la unión con Su único Hijo, Jesucristo.
La Biblia lo dice así: “ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús”. Así es como entras en la familia de Dios, mediante la fe en Cristo Jesús.
Y si te preguntas por qué sólo se mencionan los hijos o por qué no hay una referencia a las hijas, déjame explicarte que en el mundo antiguo, solo los hijos heredaban, las hijas no recibían nada.
Y el punto que Pablo hace en este versículo, en el libro de Gálatas, es que en este aspecto, la distinción entre hombre y mujer se anula completamente, porque todas las hijas de Dios heredan tanto como sus hijos.
Todos somos llevados a esa misma relación en Jesucristo cuando venimos a la fe a través de Él. Eso está por encima de los problemas de raza que tanto atormentan a nuestro mundo, porque hay algo más grande cuando estamos en Jesucristo.
Y todo eso se rompe, porque las distinciones que hay en el mundo son superadas en Jesucristo al convertirnos por la fe en hijos suyos, que lo conocen como Padre y lo invocan como el Padre nuestro que está en los cielos. Así es como nos convertimos en hijos de Dios, así es como llegas a conocer a Dios como tu Padre.
Si antes era un extraño para ti o sentías que era un tirano que te exigía cosas, la fe te une a Jesucristo. Y cuando estás unido al Hijo de Dios, formas parte de la familia de Dios por definición. Piensa en esto: compartes el mismo amor que el Padre tiene por Su propio Hijo. Es asombroso lo que Dios hace por nosotros a través de Jesucristo.
En Cristo, Dios se convierte en el Padre que se deleita en ti, el Padre que ama dar buenos regalos y sabe exactamente qué regalos dar y cuándo darlos. Y es el Padre que en Su gran Dios tiene un Hijo, y a través de la unión con Jesucristo por medio de la fe es que nos convertimos en miembros de la familia de Dios y lo conocemos como Padre. Por eso, el Evangelio de Juan dice: «Pero a todos los que lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre» (Juan 1:12).
Entre más creas en el Señor Jesucristo, más llegarás a descubrir que Dios te ama de verdad. Y al creer en el Señor Jesucristo, si crees en el Hijo que vino al mundo, murió y resucitó por ti, si pones tu confianza en Él, descubrirás algo más.
Descubrirás que Dios nunca dejó de amarte. Porque descubrirás que en Cristo, Él puso su amor en ti antes de la fundación del mundo, antes de que existiera nada, quiso que existieras y quiso que fueras redimido. ¡Es asombroso!
Y a medida que creas en el Señor Jesucristo, descubrirás algo más , que nunca habrá un momento en que Dios no te ame.
Dios dice esto en la Biblia: «Con amor eterno te he amado» (Jeremías 31:3). Esto significa un amor que nunca tuvo principio y nunca tendrá fin, sino que ha sido derramado y dado a conocer a nosotros en Jesucristo, quien nos amó y se entregó por nosotros cuando todavía éramos rebeldes que se resistían a Dios como si fuera un tirano que no tenía derecho a gobernar sobre nuestras vidas.
«Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros» (Romanos 5:8).
Este es el principio que quiero que nos llevemos hoy. Entre más consciente seas de que Dios es tu amoroso Padre celestial, más deseos tendrás de orar. Ese maravilloso deseo fluye de ese manantial.
Si crees que Dios te ama solo un poco, orarás solo un poco. Si llegas a saber, como resultado de este mensaje, que Dios te ama más, orarás más. Si llegas a descubrir que Dios te ama mucho, orarás mucho. Eso es lo que Jesús nos está enseñando.
¿Puedes ayudarnos a orar, Jesús? Eso es lo que tienes que saber: debes conocerlo como Padre. A todos los que creen en el Señor Jesucristo hoy, les digo que tienen un Padre perfecto, un Padre que se deleita en dar buenos regalos.
Tienes un Padre infinitamente sabio que sabe exactamente lo que necesitas y cuándo lo necesitas, y te lo da de Su infinita sabiduría para que todos Sus propósitos se cumplan en tu vida.
Tienes un Padre que no solo es perfecto e infinitamente sabio, un Padre que te ama de una manera que es mucho más profunda de lo que jamás podrías describir. Pero si tan sólo miras a través de la ventana de lo que tus propios hijos significan para ti, tendrás un destello de ello.
Tienes un Padre que nunca morirá porque sólo Dios puede decirte: «Nunca te dejaré ni te desampararé» (Hebreos 13:5). Tu Padre que está en los cielos se deleita cuando te acercas a Él y entre más lo conozcas por la fe en el Señor Jesucristo, más deseos tendrás de orar.
Padre, nos unimos a los discípulos al pedirte que nos enseñes a orar. Y te pedimos que esta semana experimentemos un conocimiento cada vez mayor de Tu amor paternal hacia nosotros, que te conozcamos a través de la fe en el Señor Jesucristo, por quien Te has dado a conocer a nosotros.
Y que a partir de esa experiencia, tengamos el deseo de acercarnos a Ti y ser alimentados en el conocimiento de Tu grande e infinito amor, Tu bondad eterna y Tu incesante gracia.
Escucha nuestras oraciones, porque pedimos estas cosas en el nombre de nuestro Salvador Jesús, amén.
Bueno, hay un solo Dios, y Él es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando vienes a la fe en el Señor Jesucristo, el Espíritu Santo de Dios viene a vivir dentro de ti.
Vale la pena reflexionar en eso. El Espíritu Santo de Dios está contigo, y está en ti. Nunca estás realmente solo, sino que Dios participa activa y directamente en todos los aspectos de tu vida, incluso en la oración.
Y esta sesión comparte una manera de orar con la ayuda del Espíritu; orar según la Palabra de Dios que el Espíritu inspiró. También comparto un ejemplo de mi vida devocional y de cómo se ve en la práctica. Espero que anime al pueblo de Dios a disfrutar de la comunión con Él a través de la oración.