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Descripción
¿Por qué deberías considerar El Padre Nuestro cuando oras? El Pastor Colin habla sobre cómo el Padre Nuestro recibirá una respuesta aquí y ahora, Y en el futuro.
Transcripción
3. La respuesta
Nuestro Señor Jesucristo no nos enseñó a hacer oraciones vanas. Y una de las cosas maravillosas de utilizar el Padre Nuestro como plantilla para tus oraciones, estas seis peticiones que son como unos ganchos, por así decirlo, en las que puedes colgar tus propias oraciones. Una de las cosas maravillosas de hacer eso es que, cuando enmarcas tus oraciones de este modo, siempre podrás orar con confianza. Siempre podrás saber que oras según la voluntad de Dios, porque éstas son las cosas que tu Señor Jesucristo te enseñó a orar.
Cada una de estas peticiones tiene una doble respuesta maravillosa. Cada una será contestada cuando vuelva el Señor y cada una tiene una respuesta que podemos experimentar en nuestras vidas aquí y ahora. En otras palabras, para cada petición del Padre Nuestro hay una respuesta ahora y otra respuesta después.
Cuando Cristo regrese con poder y gloria, el nombre de Dios será santificado, honrado, glorificado y exaltado. La Biblia dice que la tierra se llenará de la gloria de Dios como las aguas cubren el mar. Sabes, cuando Jesucristo regrese en poder y en gloria, este mundo se convertirá en hogar de justicia.
Nunca más en este planeta se volverá a blasfemar el nombre de Dios. Su nombre será honrado, amado, atesorado, adorado en la tierra como lo es en el cielo. Todo el pueblo de Dios le amará, le adorará, caminará con Él por los siglos de los siglos. Señor, que llegue ya ese día en que esta oración sea escuchada.
Pero, ¿cómo puede responderse a la oración aquí y ahora? No sólo hay una respuesta después, también hay una respuesta ahora a esta oración y a todas las demás peticiones del Padre Nuestro.
¿Cómo puede responderse a esta oración aquí y ahora en un mundo que sigue despreciando e incluso blasfemando el nombre de Dios? ¿Cuál es la respuesta de Dios a un mundo que blasfema Su nombre día tras día?
Pues bien, Dios mismo nos dice en la profecía de Isaías que hemos visto antes: “Mi nombre es blasfemado todo el día”. Ahí está la horrible realidad de la tierra, pero aquí está la respuesta. Dios responde: “Por tanto, Mi pueblo conocerá Mi nombre”. Como ves, la respuesta de Dios a un mundo que desprecia su nombre, es un pueblo que conoce Su nombre.
Santificado sea tu nombre no es una oración para que Dios cambie, es una oración para que se produzca un cambio en nosotros. No le pedimos a Dios que se haga más santo. ¿Cómo podría ser eso? Dios es santo, santo, santo. Es infinito y perfecto y completo en su santidad. No puede ser más santo de lo que ya es.
Por eso, cuando oramos: “Padre, santificado sea tu nombre”, estamos pidiendo a Dios que traiga aquí en la tierra personas que le conozcan y le amen y le aprecien más que a la vida misma. Para que, en un mundo que todavía desprecia y blasfema el santo nombre de Dios, Su nombre sea honrado por estas personas. Así se responde aquí y ahora.
4. El reto
Ahora, eso nos lleva muy rápidamente al reto que nos plantea esta oración y al que nos enfrentamos cuando la hacemos. Orar el Padre Nuestro cambiará tu vida. Y a medida que repasemos juntos esta oración, veremos que el Padre Nuestro no es para cobardes. Nos escudriña, sondea las profundidades y los motivos de nuestro propio corazón, incluso cuando estas peticiones se introducen en nosotros y cuando nos metemos en su interior.
Señor, quiero que Tu nombre sea santificado. Por eso, querido Señor, haz que mi vida te honre. Piensa en esto. ¿Quién lleva el nombre de Dios en este mundo? La respuesta es que somos nosotros. Hermanos, hermanas, nosotros somos Su pueblo, somos las ovejas de Su prado. Pedro dice muy claramente a los creyentes cristianos: “pueblo adquirido para posesión de Dios”. ¿Para qué? A fin de que anuncien las virtudes de Aquel que los llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Ustedes son los que santificarán el nombre de Dios en la tierra como en el cielo.
Ahora bien, hemos visto hace unos momentos que la respuesta de Dios a un mundo que desprecia Su nombre es un pueblo que conoce Su nombre, y he aquí el reto que eso conlleva.
El apóstol Pablo cita las palabras de Isaías de que el nombre de Dios es blasfemado todo el día. Retoma esa cita de Isaías, capítulo 52 en Romanos 2:24: “Porque tal como está escrito: «El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles»”. Las naciones del mundo, dice Pablo, blasfeman el nombre de Dios. Ahora bien, esperaríamos que dijera eso, porque está citando a Isaías 52, esperaríamos que dijera eso, pero como dice Isaías, la respuesta de Dios a un mundo que blasfema Su nombre, es un pueblo que conoce Su nombre.
Pero eso no es lo que dice el apóstol Pablo, en su lugar hay una sorpresa al final. Romanos 2:24 dice:
“Porque tal como está escrito: «El nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de ustedes»”.
Hermanos, hermanas, todos sabemos cómo es eso. Hemos visto el daño que se hace al nombre y a la reputación de nuestro Santo Padre cuando el mundo ve a alguien que lleva Su nombre y luego actúa de un modo que es obviamente incoherente con la fe que profesa.
Y ves lo que el apóstol Pablo está diciendo aquí. Está diciendo a las personas que llevan el nombre del Señor en el mundo, que deben ser la respuesta a la blasfemia del mundo, la realidad es que se están convirtiendo en la causa de ella. Y si vives de un modo que es incoherente con el nombre que llevas, entonces invitas al mundo a blasfemar aún más el santo nombre de Dios.
Te dije que no era una oración para débiles. Hacer esta oración realmente te cambiará y realmente me cambiará. Encenderá un fuego dentro de ti para que vivas de una manera que honre a tu Padre que está en los cielos. Padre, santificado sea Tu nombre. Señor, quiero que Tu nombre sea honrado. Que nunca actúe ni hable de un modo que deshonre Tu santo nombre. Ese es el reto.
5. El ejemplo
¿Hizo Jesús mismo alguna vez esta oración? La respuesta es que si la hizo. Oró cada una de las peticiones del Padre Nuestro, por sí mismo o por los demás. Y Juan registra en su evangelio cómo nuestro Señor Jesús hizo esta primera petición del Padre Nuestro. Lo encontramos en Juan 12:27. Jesús dice:
«Ahora Mi alma se ha angustiado; y ¿qué diré: “Padre, sálvame de esta hora”? Pero para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica Tu nombre».
Ahora ves esa oración de Jesús: «Padre, glorifica Tu nombre». Ese es Jesús orando la primera petición del Padre Nuestro. Y quiero que te fijes en esto porque es muy significativo que Jesús hiciera la primera petición del Padre Nuestro cuando Su propia alma estaba angustiada. Nuestro Señor se enfrentaba a la perspectiva de un sufrimiento increíble. Sería azotado, sería escarnecido, sería crucificado. Cargaría con la maldición de todos nuestros pecados y penetraría en las profundidades de las tinieblas del mismo infierno.
Y mientras piensa en lo que le espera, Su propia alma se angustia. ¿Qué hará? ¿Dirá, Padre, sálvame de esta hora? No, no hará eso, Él afirma que para esa misma hora y para ese mismo propósito había venido al mundo. Entonces dice: «Padre, glorifica Tu nombre». Allí mismo hace la primera petición del Padre Nuestro. Honrar el nombre del Padre lo era todo para Jesús, incluso aquí.
Ahora bien, puede llegar un momento en tu vida en que te encuentres ante una gran oscuridad e incluso mirando a la cara de un mal indecible, y te preguntes: ¿cómo es posible que el nombre de Dios sea honrado aquí? Y aquí tienes la respuesta. El nombre de Dios será honrado cuando le ames y sigas confiando en Él.
Ahora quiero que te fijes en que cuando Jesús hizo esta oración, recibió una respuesta inmediata. En el versículo siguiente leemos:
“Entonces vino una voz del cielo: «Y lo he glorificado, y de nuevo lo glorificaré»”.
Observa de nuevo aquí que hay una respuesta a esta oración, ahora y otra después. Cuando Jesús presenta la primera petición, glorifica Tu nombre, hay una respuesta inmediata y otra definitiva a esta oración. Tengo y tendré.
«Lo he glorificado». Es decir, el nombre de Dios fue glorificado por lo que hizo Jesús al someterse a la cruz y el nombre de Dios es glorificado aquí y ahora, en este mundo que aún le desprecia, por personas que le aman y personas que confían en Él; incluso en el lugar más oscuro, como hizo Jesús. Así es como se honra “ahora” el nombre de Dios.
Pero entonces el Padre dice: «de nuevo lo glorificaré». Mira, el nombre de Dios fue glorificado no sólo por lo que hizo Jesús al someterse a la cruz, sino por lo que hizo el Padre al resucitarlo de entre los muertos. Y un día nuestra fe se convertirá en vista. Vamos a ver a nuestro Señor Jesucristo resucitado, cara a cara. Y cuando venga con poder y gloria, se disiparán las tinieblas y amanecerá un nuevo día.
Nuestras almas serán hechas perfectas. Cuando lo veamos, seremos como Él y nuestros cuerpos serán transformados. Dios estará con nosotros; estaremos con Él y exaltaremos Su nombre por los siglos de los siglos. ¿Sabes que hay una muy buena razón por la que esta es la primera petición del Padre Nuestro? Y seguramente entre otras razones está ésta: cuando todas las demás peticiones del Padrenuestro hayan sido atendidas, ésta seguirá siendo la primera y el mayor deseo de todos nuestros corazones por toda la eternidad.
Piénsalo, en presencia de Jesús, nadie dirá: danos hoy nuestro pan de cada día, porque todo será provisto. Nadie dirá: perdona nuestros pecados, porque el pecado ya no existirá. Nadie dirá, líbranos del mal, porque el mal será desterrado al lago de fuego para siempre. Nadie dirá, venga Tu reino, porque el reino en toda su plenitud estará a nuestro alrededor. Y nadie dirá: hágase tu voluntad, porque nuestras voluntades serán una con la suya, para siempre, y en ella encontraremos la perfecta libertad y la perfecta alegría.
Pero Dios mismo será honrado por los siglos de los siglos, y ese será siempre el primer y más grande deseo de nuestros corazones redimidos y glorificados. ¿Te unirás a mí en esta oración?
Una oración
Padre nuestro que estás en los cielos, hoy nos inclinamos ante Ti en adoración. Y Te exaltamos por lo que eres y por todo lo que has hecho por nosotros en Tu Hijo Jesucristo. Tú eres amor y, en amor diste a Tu Hijo por nosotros.
Tú eres justo y de forma justa lo hiciste nuestro sustituto y permitiste que se pusiera en nuestro lugar. Eres soberano y por Tu poder lo resucitaste de entre los muertos. Eres misericordioso y por Tu Espíritu nos atrajiste a Cristo, nos hiciste vivir en Él y perdonaste nuestros muchos pecados. Dios Tú eres fiel. Por todas las veces que hemos dudado de Ti, y por todas las veces que te hemos fallado, Tú nos has guardado, y Padre, Tú nunca, nunca nos has dejado ir.
Padre, exaltamos Tu santo nombre. Ahora mismo, los ángeles Te rodean y cantan: ¡Santo, Santo, Santo! Y con gusto nos unimos a ellos en adoración. Padre, nos aflige que este mundo no Te conozca. Nos aflige que millones puedan estudiar el orden y la belleza de todo lo que Tú has hecho y, sin embargo, no Te den gracias. Nos afligimos porque, en lugar de alabar las obras de Tus manos, muchos se enfurecen contra Ti como si fueras el autor del mal.
Padre, el mundo no Te conoce. Nos aflige que Tu nombre sea blasfemado todo el día, en todos los continentes de este mundo que Tú has creado. Qué grande es el odio del corazón humano contra Ti, pero cuán grande es tu amor hacia un mundo como éste. Y enviaste a Tu Hijo, sabiendo que lo azotaríamos, lo escupiríamos y lo crucificaríamos. ¡Oh Señor, ten piedad de nosotros! Estamos tan agradecidos de que, en Tu gracia, nos hayas hecho Tus hijos y podamos llamarte Padre.
Llevamos Tu nombre en el mundo y temblamos al pensar que alguien pueda despreciarte por lo que ve en nosotros. Líbranos, pues, de limitarnos a llamarte Señor y no hacer lo que Tú nos mandas. Haz que dejemos de vivir para nosotros mismos y ayúdanos a vivir de un modo que Te honre. Padre, anhelamos que Tu nombre sea santificado. Por favor, muévete y actúa en este mundo de tal manera que cada vez más personas Te atesoren por encima de todo. Y haz que eso sea verdad para nosotros, Te lo pedimos.
Te bendecimos por nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a menudo pensamos en Su gran amor por nosotros, pero hoy recordamos cuánto Él Te ama. Y queremos ser como Él, no sólo en algunos momentos, sino en cada hora de cada día de nuestras vidas. Así pues, Señor, apresura el día en que nuestra fe se convierta en vista, y hasta que llegue ese día, dejemos de exaltarnos a nosotros mismos y vivamos sólo para Tu alabanza, Tu honor y Tu gloria, por Jesucristo nuestro Señor, Amén.