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¿Qué pasa cuando oras? El pastor Colin habla de lo que ocurre en el cielo y en la tierra cuando oramos.

Pasaje: Hebreos 4:14-16


Esto es lo primero que quiero que veamos a modo de aplicación, que Jesús efectúa en el cielo lo que ha logrado en la cruz.

En la cruz, Él logró todo lo necesario para tu salvación y en el cielo, lo que está haciendo ahora mismo es efectuar a diario, a cada hora, a cada momento, todo lo que ha logrado en la cruz a la situación y la experiencia real de todos los que creen en Él. Lo hace presentándote al Padre como suyo.

Esto es algo tan maravilloso y tan fuera de nuestra esfera de comprensión que es realmente difícil de entender. Y cuando hay algo realmente importante en la vida cristiana que es difícil de entender, Dios en Su gran bondad nos da ejemplos que incluso un niño puede comprender.

Siempre que hay un gran proyecto de construcción, una de las cosas que hace un arquitecto es crear un modelo para que la gente pueda ver cómo será un edificio, casas, planos, etc., cuando se construya.

El modelo se presenta para que lo que es difícil de entender y visualizar se vuelva muy claro y la gente vea cómo será la realidad cuando se construya. Eso es precisamente lo que Dios ha hecho por nosotros en relación con esta verdad que quiero que comprendamos hoy.

En el Antiguo Testamento, Dios le ordenó a Moisés que creara un modelo que representara la realidad, la maravillosa realidad de lo que sucede en el cielo de una manera que la gente en la tierra pudiera entender.

Y así es como Moisés, por orden de Dios, estableció un lugar especial que fue designado como el lugar de la presencia de Dios. Era una estructura parecida a una tienda de campaña y se llamaba tabernáculo.

Cuando el pueblo de Dios iba por el desierto, llevaba esta estructura sobre postes, y cuando acampaba, el tabernáculo estaba justo en el centro del campamento con toda la gente alrededor.

Y la nube de la presencia de Dios realmente venía sobre esa tienda en aquellos días; así que esto no era solo un símbolo. De hecho, la presencia de Dios descendía realmente a ese lugar.

No cualquiera podía ir al tabernáculo, el lugar de la presencia de Dios. Así que lo que sucedía era que había una persona designada para ir a la presencia de Dios en nombre de todas las demás personas. Y el nombre de esa persona era el Sumo Sacerdote. A eso se refiere Hebreos en el capítulo 4. 

El sumo sacerdote tenía dos funciones: ofrecer sacrificios, y orar. Cuando entraba en este lugar de la presencia de Dios, llevaba alrededor del cuello un pectoral en el que había 12 piedras preciosas, y en cada una de ellas estaba grabado el nombre de una de las doce tribus de Israel.

Así que, tenemos esta hermosa imagen de alguien que va a la presencia de Dios, a donde la gente común no puede ir, va en nombre de otras personas y, cuando entra allí, lleva los nombres de estas en su corazón. Ese es el propósito de la posición de esta placa, llamada pectoral, que el sumo sacerdote usaba.

Ahora piensa en lo sencillo que es. Si fueras un padre o una madre con un niño pequeño en el antiguo Israel, podrías decirle: «No podemos ir a la presencia de Dios, pero tenemos una persona que va allí por nosotros».

Y cuando va a la presencia de Dios, en realidad tiene nuestros nombres escritos en su corazón. Eso es lo que hacía el sumo sacerdote en el modelo del Antiguo Testamento.

Ahora, ¿por qué se nos enseñó eso? Para que podamos empezar a entender la maravillosa realidad de lo que realmente sucede en el cielo. Tenemos un Sumo Sacerdote que ha pasado por los cielos y su nombre es Jesús. Él está en la presencia de Dios por nosotros. Tiene nuestros nombres, por así decirlo, escritos en su corazón.

Él está en el cielo por ti y por mí, aplicando todo lo que logró en la cruz con respecto a cada uno de nosotros. Él te lleva ante el Padre para que el Padre te vea a través de Él.

El pastor Mark Jones dijo lo siguiente respecto a la intercesión de Cristo: «No hay cristiano vivo que no haya hecho que Jesucristo hable en su nombre al Padre». Eso es útil.

Así que quiero que escribas tu nombre aquí. Es como si Jesucristo dijera: “Estoy aquí por Miguel, él es mío”. Jesucristo le dice al Padre: “Estoy aquí por Carlos, él es mío”. El Hijo de Dios, el gran Sumo Sacerdote, le dice al Padre: “Estoy aquí por Susana, ella es mía”.

Tenemos un gran Sumo Sacerdote que lleva nuestros nombres en su corazón ante la presencia del Padre, para que el Padre no nos vea en nuestra indignidad, sino en su Hijo amado.

Me alegra cuando recuerdo ese maravilloso himno que lo expresa tan bien: «Ante el trono celestial, Él intercede hoy por mí. Gran sacerdote es Jesús, quien por siempre vivirá. Y en sus manos por su amor, mi nombre ya grabado está. Y mientras en su trono esté, nadie de Él me apartará, nadie de él me apartará».

La obra consumada se aplica a mi vida y como Jesús está allí en presencia del Padre en mi nombre, mientras esté en el cielo, nada podrá decir que me vaya de allí. Nadie en todo el cielo, la tierra o el infierno podrá decirme que no pertenezco a la presencia de Dios porque Jesucristo, mi Sumo Sacerdote, intercede ahí por mí.

Ahora usa eso para destruir tu sentimiento de indignidad. Así es cómo con confianza puedes presentarte ante Dios a pesar de todos tus sentimientos de indignidad, incluso cuando estás en tu peor momento. ¿Por qué? Porque tenemos un Sumo Sacerdote que ha atravesado los cielos y su nombre es Jesucristo.

El maravilloso ministerio de Jesús en el presente es la respuesta a todos nuestros sentimientos de indignidad que nos impedirían acercarnos a Dios.

Pero quiero que vean algo más que es maravilloso: el ministerio de Jesús en tiempo presente en realidad responde al segundo problema que identificamos, el cual es la sensación de que nuestras propias oraciones son tan lamentables, ineficaces, débiles, torpes y todo lo demás. Quiero que vean que en el cielo Jesús hace que nuestras oraciones sean eficaces.

Ahora pasemos al capítulo 8 de Apocalipsis. Quiero que vean que lo que tenemos en estos versículos es como una película que une dos escenas que muestran lo que está sucediendo en el cielo y lo que está sucediendo en la tierra al mismo tiempo.

Por así decirlo, la cámara pasa de una escena a otra para mostrarnos lo que sucede en el cielo cuando los cristianos oran en la tierra. Es uno de los pasajes más alentadores para mí en toda la Biblia con respecto a la oración.

Observa la escena uno que se encuentra en el cielo, Apocalipsis 8:1, donde se abren los sellos. Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante aproximadamente media hora. Esto es drama. Algo que ha estado sellado está a punto de abrirse, algo que nadie sabría de otro modo está a punto de ser revelado.

Jesucristo, el Cordero de Dios, será quien abra este sello. Él irá corriendo el telón para mostrarnos un pequeño fragmento de lo que sucede en el cielo cuando los cristianos oran en la tierra.

¡Esto es algo asombroso! Cuando el sello está a punto de ser abierto y la cortina está a punto de ser retirada, incluso el cielo mismo se detiene en asombro, silencio y admiración. Esa es la primera escena.

Ahora la cámara se desplaza hacia la tierra y ¿qué está pasando en la tierra? Versículo 3, hay cristianos que están orando. Observa la referencia «las oraciones de todos los santos».

Ahora bien, en la Biblia, como muchos de ustedes saben, la palabra «santo» se utiliza para describir a cada persona que, por la fe en el Señor Jesucristo, se ha convertido en un hijo de Dios y, por lo tanto, el Espíritu Santo habita en él.

Estas personas están orando. Imagina esto, imagina orando a tu grupo pequeño sentado en un círculo en la sala donde normalmente se reúnen o en cualquier otro lugar. Imagina a tu familia sentada alrededor de la mesa orando.

Piensa en ti mismo cuando estás solo orando. Dondequiera que lo hagas, estás orando. Y la pregunta entonces es ¿qué pasa cuando las personas oran en la tierra?

Después, en la escena tres, regresamos al cielo para ver lo que sucede cuando las personas oran en la tierra. Lo que descubrimos aquí es que sucede algo muy profundo cuando las oraciones ascienden al trono de Dios en el cielo. Algo le sucede a las oraciones que las vuelve poderosas y efectivas.

Permítanme leer los versículos 3 y 4 del capítulo 8 de Apocalipsis. «Otro ángel vino y se paró ante el altar con un incensario de oro, y se le dio mucho incienso para que lo añadiera a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono.De la mano del ángel subió ante Dios el humo del incienso con las oraciones de los santos».

Lo que se está comunicando aquí es que, mientras las oraciones ascienden a Dios, se están mezclando. Se mezclan con algo muy dulce, se mezclan con incienso mientras ascienden y se elevan ante Dios.

De nuevo, este es el modelo que se nos da en el Antiguo Testamento para ayudarnos a entender las realidades de lo que realmente sucede en el cielo. El ángel tiene un incensario.

En cierto sentido, se trataba simplemente de una bola redonda de metal hueca en la que se ponía incienso y que estaba sujeta a una cadena para que pudiera balancearse y esparcir la dulce fragancia en una habitación, de modo que el aire (que por cierto estaba bastante contaminado), se volviera hermoso, dulce y fresco. Y esto sucedía en el modelo del Antiguo Testamento.

Dios dijo: «Aarón debe quemar incienso cada mañana y cada tarde porque el lugar donde estará la presencia de Dios no puede ser un lugar con aire contaminado. No puede ser un lugar donde haya mal olor. Tiene que ser un lugar donde todo lo que está contaminado y todo lo que apesta se vea abrumado por la dulzura de una mejor fragancia».

Y sabrás que actualmente en las iglesias ortodoxas todavía hay sacerdotes balanceando incienso, y eso viene del Antiguo Testamento. La razón por la que no hacemos esto, es que simplemente es un modelo que nos apunta a la acción maravillosa que realmente sucede en el cielo.

Apocalipsis 8 retoma esta imagen del Antiguo Testamento y nos dice lo siguiente: cuando sus oraciones se eleven al trono de Dios, recuerden siempre que son rociadas con perfume en el camino hacia el Padre.

Es evidente que se trata de una imagen para transmitirnos algo que, de otro modo, nos resultaría imposible comprender.

Piensa en esta realidad. Cuando oras sientes que tus oraciones son insuficientes. ¿Estoy pidiendo lo correcto? ¿Pido de la manera correcta? ¿Pido con los motivos correctos?

Y aquí se nos dice que nuestras oraciones débiles, contaminadas y a menudo torpes son perfumadas para que el olor de todo lo malo, de todo lo indigno, de todo lo confuso, de todo lo insensato y de todo lo incorrecto sea eliminado. Es abrumador.

Nuestras oraciones son endulzadas por el Señor mismo y por eso, a pesar de la insuficiencia que vemos en ellas, se vuelven poderosas y eficaces ante el trono de Dios.

Les daré un ejemplo muy sencillo. Algunos de ustedes tienen una nevera con filtro de agua. ¿Y saben qué? El agua que sale es mejor que la que entra. Y eso es precisamente lo que se nos dice aquí.
Tus oraciones suben, y, cuando llegan al trono de Dios, son mejores que cuando salieron de ti, porque tienes un gran intercesor: un Sumo Sacerdote que purifica y endulza.
Un escritor dijo: «es como si tus oraciones fueran tomadas a través de las mismas heridas de Jesús y por lo tanto cuando son presentadas al Padre tienen una fragancia que las hace totalmente deseables ante Él».

Amigo, si aceptas esta verdad en tu mente te pondrás a orar. Y saber lo que Jesús hace por ti te ayudará a seguir orando cuando sientas que sus propias oraciones no sirven de mucho y digas: “bueno, no creo que esto sirva de mucho. Intento expresar a Dios lo que siento lo mejor que puedo”.

Pero gracias a Dios, cuando la oración llegue al Padre, será mejor de lo que es cuando sale de mí, porque la maravillosa obra del Gran Intercesor cada día en nombre de todos los hijos de Dios y consiste en hacer que nuestras oraciones, nuestras débiles y torpes oraciones, sean efectivas ante Dios nuestro Padre Celestial».

Y la cámara sigue moviéndose, comenzó con el silencio en el cielo, continúa con los creyentes orando en la tierra y termina con lo que realmente sucede en el cielo cuando las oraciones ascienden al Padre.

Finalmente, vuelve una vez más a la tierra y entonces nos dice esto: «Después de que las oraciones endulzadas de los santos ascienden al Padre, el ángel toma el incensario, lo llena con el fuego del altar y lo arroja a la tierra».

Lo que significa es que las cosas suceden en la tierra como resultado de las oraciones de los creyentes, las cuales son endulzadas a través de Cristo y luego suben al cielo. En el cielo, tus oraciones valen mucho más de lo que parecen hacerlo desde la tierra. Lo que no ves es lo que Jesús hace con ellas en el camino hacia el cielo.

Por cierto, esto es lo que significa orar en el nombre de Jesús. Nunca pienses que es solo una fórmula que añades al final de tus oraciones.

Jesús dice que cuando oras, oras a nuestro Padre. Así que, cuando oras, lo haces en el nombre de Jesucristo. Y cuando oramos en el nombre de Jesucristo, ¿qué significa en realidad?

Bueno, estás invocando la obra de Jesucristo en tu oración para que, cuando llegue a la presencia de Dios, sea más de lo que era cuando salió de ti. Eso es grandioso.

Quiero que esta oración vaya al Padre a través de Jesucristo, que sea presentada al Padre por Jesucristo y que, por lo tanto, sea más dulce de lo que fue en su tonta torpeza cuando salió de mis labios, de mi mente o de mi corazón.

Por eso tus oraciones tienen peso ante Dios, porque se realizan en el nombre de Jesús. Quita a Jesús y solo te queda tu propia necedad, que difícilmente llegará a alguna parte. ¡Gracias a Dios que podemos orar en el nombre del Señor Jesucristo!

Por eso el capítulo 4 de Hebreos, que es donde empezamos, dice esto: «tenemos un gran Sumo Sacerdote». Tenemos a Jesús, que hace esta obra de intercesión por nosotros y la hace todos los días.

No es como el sacerdote del Antiguo Testamento, que moría y necesitaba ser reemplazado. Está vivo en el cielo y Su gran labor es representarnos ante el Padre, presentarnos en sí mismo al Padre, suplir todo lo que necesitamos, endulzar nuestras oraciones a través de todos los méritos de Su sangre y de Su sacrificio para hacernos a nosotros y a nuestras oraciones presentables ante Dios.

Y como tenemos un gran Sumo Sacerdote, no debemos encoger los hombros y decir: «Bueno, ¿quién soy yo para orar? Soy tan indigno, no tiene sentido que ore porque solo voy tropezando. Realmente no sé lo que estoy haciendo».

No, tenemos un gran Sumo Sacerdote. Si perteneces a Jesucristo, entonces puedes acercarte a Dios con confianza gracias a tu gran Sumo Sacerdote. «Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna». (Hebreos 4:16)

Oremos: Padre, por favor toma esta maravillosa verdad del ministerio intercesor de Jesucristo y úsala para hacernos personas que oran. Llévanos al punto en el que, sabiendo que Tú eres nuestro maravilloso Padre, sintamos ese deseo de orar.

Llévanos al lugar donde, sabiendo que Jesucristo es nuestro gran intercesor, tengamos la confianza necesaria para acercarnos con plena certeza de fe y así recibir misericordia y encontrar toda la gracia que necesitamos para ayudarnos en nuestros momentos de necesidad. Escucha nuestra oración, que elevamos en el nombre de Jesucristo, nuestro Señor. Amén.