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Un mensaje en el que el Pastor Colin Smith cuenta la historia de la Navidad desde la perspectiva de José.


Bueno, realmente es maravilloso estar aquí. Sabes, Juan y Simeón me han hablado del maravilloso grupo de personas que son. Realmente disfrutaron de su tiempo aquí abajo con ustedes. Por supuesto, he estado en el cielo con ellos durante los últimos 2,000 años, aunque nosotros no contamos el tiempo como ustedes.

Por cierto, he aprovechado para echar un vistazo a algunas de las herramientas que tienen en Home Depot. Puedo decirles que los artesanos de mi época no podrían haber imaginado las herramientas que algunos de ustedes tienen en sus casas. Si pudiera volver al siglo I e intentar describir a algunos de mis antiguos compañeros algunas de las cosas que tienen allí, sus sierras de calar y sus taladros inalámbricos, no serían capaces de concebir lo que les estuviera describiendo.

Y por cierto, si te hablara del cielo, tendrías el mismo problema. Pero quiero decirte que lo que hay allí es tan real como lo que hay en Home Depot y dura mucho más tiempo. 

De todos modos, hoy tengo una historia maravillosa que contarte, porque estuve presente en primera fila durante el mayor acontecimiento que ha tenido lugar en la historia del mundo. 

Ahora, mientras te cuento mi historia, te darás cuenta que hubo que viajar mucho, y si tienes hijos o quizá te gusta hacer cálculos mentales, podrías sumar el número de kilómetros que viajó María y decírmelo al final.

Por supuesto, todos saben que fui yo quien se comprometió a casarse con María. Supe que era la elegida para mí desde la primera vez que la vi. Lo que no sabía era que ella había sido elegida por Dios para dar a luz al niño que se había prometido al mundo desde el principio de los tiempos.

Lo primero que debes saber sobre el hijo de María es que su nacimiento no tuvo absolutamente nada que ver conmigo. Verás, para nosotros, la unión entre un hombre y una mujer era sagrada. Debía reservarse para el matrimonio.

Sabes, hay una pureza en la unión de un hombre y una mujer en el matrimonio que no se encuentra en ninguna otra parte. Sé que mucha gente de tu época ha perdido eso de vista, y te digo que desde ahí arriba vemos el dolor y la inseguridad que viene de ello.

Por supuesto, nunca nos enfrentamos a la presión a la que se enfrentan algunos de ustedes, los más jóvenes, a través de toda la publicidad que ataca su mente todos los días, pero puedo decirles que no me arrepiento de la elección que hicimos. Y si eliges obedecer a Dios en este asunto, tampoco te arrepentirás. Yo me había guardado para María y María se había guardado para mí.

Y por eso, verás, me quedé completamente destrozado cuando vino a verme con la noticia que iba a derrumbar todo nuestro mundo. No sé si aún recuerdas cómo empezó la conversación, y no puedo imaginar el trauma que supuso para ella intentar decírmelo. 

Lo único que recuerdo es que dijo la palabra «embarazada», y cuando dijo esa palabra, me puse como loco.

Dijo que no era como yo pensaba. Y contaba una historia sobre un ángel que se le había aparecido, pero yo era incapaz de escuchar. Simplemente no podía asimilarlo después de haber oído esa palabra. “Haría falta un ángel para hacerme creer lo que intentas decirme”, le dije. Puede que haya vivido hace dos mil años, pero eso no me hace ingenuo ni tonto. Sé que ninguna mujer tiene un hijo sin un hombre.

Sé que hoy en día los científicos experimentan con todo tipo de ingeniería genética, pero este hecho sigue siendo cierto: ninguna mujer tiene un hijo sin un hombre. A menudo sonrío cuando escucho a algunas personas luchar con la idea del nacimiento virginal. Dicen que es una lucha para ellos, ¿cómo crees que lo fue para mí?

Puede que pienses que eres más sofisticado en tu era científica que nosotros, pero te digo que nadie en la historia de la humanidad ha tenido más problemas por esta cuestión que yo. Ponte en mi lugar, ¿qué habrías pensado?

Lo único que puedo decirte es que estaba absolutamente angustiado. Mi sueño de un matrimonio maravilloso se había convertido de repente en una pesadilla. Por supuesto, no había forma de que pudiera seguir adelante con el matrimonio. ¿Cómo podría hacer algo así con alguien que había traicionado mi confianza? 

Al menos así lo vi yo en aquel momento. Aún la quería, seguía preocupándome por ella. No quería hacerle daño, pero seguir adelante con el matrimonio simplemente no era una opción para mí.

Fue entonces cuando me dijo que pensaba que lo mejor era que se marchara. Tenía una prima, Elisabet, que vivía a unos 140 kilómetros, en Judea. Creo que debería irme allí una temporada, me dijo. Y se marchó.

Mi mundo estaba absolutamente destrozado. En un momento estaba al borde de un hermoso matrimonio, y al siguiente estaba sentado solo en mi taller de carpintería.

Lo más extraño para mí en aquel momento fue que, mientras yo sentía un pánico absoluto por todo aquello, María estaba radiante. Con todo el trauma de lo que intentaba decirme, no estaba llena de vergüenza, sino de alegría. Y eso era algo que yo no podía ni empezar a comprender.

Entonces, una noche tuve una experiencia que nunca me había sucedido en toda la vida. Un ángel del Señor se me apareció en sueños. Por cierto, me he dado cuenta de que hoy en día se habla mucho de los ángeles. La mayor parte, por supuesto, son especulaciones descabelladas. 

Lo saben, ¿verdad? Me parece interesante y quizá les interese saberlo a ustedes, que en mi época ocurría precisamente lo mismo. De hecho, desde el final del periodo en que se escribió el Antiguo Testamento, hasta mi generación, hubo todo tipo de especulaciones descabelladas sobre la actividad de los ángeles. La mayor parte eran tonterías sentimentales.

El hecho es que nunca escuchaste más de personas que sabían menos. Déjame decirte algo que vale la pena recordar sobre los ángeles: los ángeles son siervos de Dios. Los ángeles tienen el ministerio de glorificar al Señor Jesucristo.

Así que la mejor manera de discernir cuando oigas historias sobre ángeles es hacerte esta pregunta: ¿esta actividad ha llevado a la gente a pensar más o menos en Jesucristo? Así es como se discierne la actividad de los ángeles. Si no ha llevado a una persona a pensar más en Jesucristo, no es la actividad de un ángel o, al menos, no es el tipo de ángel con el que quieres relacionarte.

Estoy aquí para decirte que un ángel del Señor se me apareció en sueños. Y esto es lo que me dijo «José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque el Niño que se ha engendrado en ella es del Espíritu Santo. Y dará a luz un Hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados«.

Me desperté sudando frío. No se parecía a ningún otro sueño que hubiera tenido antes. Sabía, más allá de toda duda, que Dios me había hablado. Entonces empecé a pensar en las Escrituras. 

Por cierto, esa es una forma segura de comprobar cuándo crees que Dios pudo haberte hablado. Si Dios te ha dicho algo, siempre encajará con las Escrituras. Y después de aquel sueño, me vinieron a la memoria unos versículos que había leído en la sinagoga.

Isaías, por ejemplo, había dicho esto, 800 años antes de mi época: «una virgen concebirá y dará a luz un hijo«. E Isaías dijo que le llamarían Emanuel, que significa Dios con nosotros. Fue asombroso y sobrecogedor para mí considerar que lo que había dicho hacía tanto tiempo había sucedido realmente.

A la mañana siguiente supe lo que tenía que hacer. Me dirigí directamente al sur, hacia Judea. Creo que nunca había recorrido 140 kilómetros tan deprisa. No veía el momento de tomarla en mis brazos y contarle lo que había sucedido. Cuanto más pensaba en ello durante aquel viaje, más asombroso me resultaba. 

Nuestras pequeñas vidas habían quedado atrapadas en el tapiz del propósito salvador de Dios para toda la raza humana, nuestro pequeño hogar. Iba a ser el lugar donde nacería el niño prometido al mundo y la vocación de mi vida era ser el guardián del Hijo de Dios.

María había pasado tres meses con Elisabet y, cuando volvimos, ya empezaba a notarse. Ese fue el comienzo de nuestra vida matrimonial juntos. Aunque ambos acordamos que no consumaríamos nuestro matrimonio hasta después de que naciera el niño. 

Bueno, empezábamos a instalarnos en una nueva vida juntos en Nazaret cuando llegó a la ciudad un heraldo con un anuncio de Roma de que el nuevo gobierno tenía una iniciativa. Siempre despierta dudas cuando el gobierno tiene una nueva iniciativa… sigue siendo lo mismo, ¿verdad?

Bueno, nosotros también, y efectivamente eran malas noticias para nosotros. Se había ordenado a toda la población que regresara a la ciudad de origen de la familia para inscribirse en un censo que decidieron que querían hacer. ¿Te lo imaginas?

Parecía que todo el mundo estaba en movimiento. Un caos absoluto en los caminos. Familias con carros y animales moviendo todo lo que poseían en todas las direcciones imaginables. Apenas podía creerlo. María estaba a punto de llegar al término de su embarazo.

Pero cuando los romanos daban órdenes, no había excepciones, así que ensillé el burro y los dos nos dirigimos hacia el sur por el camino de Belén, mi ciudad natal. Otros 114 km. Por supuesto, el burrito te da ternura… Deberías probar montar en burro y luego hacerlo durante 114 km.

Luego intenta imaginar hacerlo casi al término de un embarazo. No sé cómo lo logró María, pero lo hizo.

Fue durante el viaje cuando caí en la cuenta de que incluso esto formaba parte del plan de Dios. Cientos de años antes, el profeta Miqueas había hablado de un gobernante que saldría de Belén, no de Nazaret, donde habíamos estado viviendo, sino de Belén, mi ciudad de origen familiar.

Hacía años que no iba a Belén, y nunca habría soñado con ir allí si no hubiera sido por el decreto. Piensa en esto. Dios puso en la mente de un dictador europeo, que ni le conocía ni creía en Él, emitir un decreto que provocó que volviéramos a mi ciudad natal, donde un profeta 700 años antes dijo que nacería este niño. Es asombroso.

Belén es un lugar diminuto, por supuesto. Cuando Lucas dice que no había sitio en el mesón, eso es lo que quiere decir. No había sitio ahí. Sólo quedaba el cobijo de una cueva. Y allí fue donde nació.

No puedo describirles la alegría de ese momento. Algunos de ustedes han estado presentes en el nacimiento de su hijo, y saben lo que se siente. Yo fui el primero en tenerlo en mis brazos. Mis manos lo trajeron al mundo. Fui el primero en tocar el regalo de Dios.

Era de lo más extraño estar en ese lugar, sólo nosotros tres. El niño que había nacido, prometido al mundo desde el principio de los tiempos y sólo nosotros tres lo sabíamos.

Al menos eso es lo que parecía hasta que llegó un grupo de pastores diciendo que habían visto esa misma noche un grupo de ángeles en el cielo alabando a Dios y diciéndoles que había nacido un Salvador en Belén.

Ahora que había nacido, empecé a ver la importancia del papel que Dios me había dado como su guardián. Por supuesto, mi primera responsabilidad era encontrar un lugar adecuado para hospedarnos. Decidimos quedarnos un tiempo en Belén, y fue allí, al octavo día, donde tuve el inmenso privilegio de ponerle nombre.

No hubo discusión al respecto. El ángel ya lo había dejado claro en aquel sueño especial. Había dicho que le diera el nombre de Jesús, porque salvaría al pueblo de sus pecados. 

Así que le puse el nombre de Jesús, porque en aquel momento tenía muy poca idea de lo que significaba que Él salvaría al pueblo de sus pecados… Aunque ahora veo Su gloria.

Pero incluso entonces parecía un Nombre lleno de esperanza y de significado. Y no cabía la menor duda de por qué había venido al mundo. Había venido a salvar a su pueblo de sus pecados, lo que sea que significara eso y lo que implicaría.

Un mes más tarde, llegó el momento de llevarlo al templo de Jerusalén. Más viaje para su madre y para mí, aunque esta vez sólo fueron 10 kilómetros de Belén a Jerusalén. Moisés nos había dado una ley según la cual debíamos ofrecer un sacrificio de dos palomas y que esto debía hacerse poco más de un mes después del nacimiento de un niño. Así que eso fue lo que hicimos.

Estábamos a punto de terminar la ceremonia cuando un anciano se acercó corriendo. No lo había visto nunca, ni lo he vuelto a ver. Pero el anciano preguntó si podía sostener al niño, y María se lo dio. Y mientras sostenía al niño, empezaron a brotar palabras de su boca: «Porque mis ojos han visto Tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; Luz de revelación a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel«.

Miré a María y ella me miró. ¿Quién es esta persona? Nos maravillamos de lo que decía.

El mismo Dios que le había hablado a María por medio del ángel y a mí por medio de sueños y se había revelado por medio de ángeles a los pastores y había puesto en el corazón de un dictador incrédulo la idea de convocar a un censo, es el mismo Dios que había respondido a la oración de un anciano que, evidentemente, llevaba años orando para ver el nacimiento del Salvador.