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Pastor

Lo que quiero que veas hoy es que la gracia de Dios actúa de muchas formas maravillosas. Quiero mostrarte cuatro formas en las que actúa la gracia de Dios, cuatro formas en las que Dios responde a esta última petición del Padre Nuestro. 

1. La gracia común.

Cuando oramos líbranos del mal, Dios responde a esta oración mediante la gracia común. Tú dirás, ¿qué es eso? La gracia común es la bondad de Dios para con todas las personas, incluidas las que no creen en Él, las que no tienen un lugar para Él en sus vidas e incluso las que le desafían abiertamente.

Ahora me pregunto si alguna vez has pensado en esto. La Biblia deja muy claro que, por naturaleza, todos estamos muertos en nuestros delitos y pecados. ¿Te has preguntado alguna vez por qué, si todos estamos muertos en delitos y pecados, tantas personas incrédulas parecen capaces de llevar una vida pacífica, feliz y muy productiva? 

¿Por qué muchas personas que no tienen ningún lugar para Dios en sus vidas suelen ser pacientes, amables, con buenas relaciones familiares, buenos matrimonios, son considerados, generosos y muy cariñosos? ¿A qué se debe? Y la respuesta a eso es la gracia común.

La bondad de Dios da buenos dones en la vida de todas las personas, incluidas las que no creen en Él, las que incluso pueden desafiarlo. Jesús dice en Mateo cinco: “amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos”.

Fíjate en lo que hace tu Padre que está en los cielos. Hace que su sol salga sobre los malos y los buenos. Tanto la mejor persona como la peor experimentan la misma bendición del sol de la mano de Dios, y lo mismo ocurre con la lluvia. Envía la lluvia sobre justos e injustos. 

Así pues, todo buen don viene de la mano de Dios, incluido el bien que pueda haber en la vida de los que no creen en Él, de los que no tienen espacio para esos regalos y de los que incluso pueden desafiarlo.

¿De dónde viene toda la bondad sobre la gente que no tiene lugar para Dios en su vida? Hablo de las bendiciones del amor, de la familia, del genio creativo en la música, del arte, la ciencia, los descubrimientos y la medicina.

Todo buen don viene de la mano de Dios, incluidos aquellos que se han puesto en la vida de los que todavía no creen y puede que nunca crean, e incluso puede que se muestren desafiantes hacia Dios.

Ésta es la gracia común, la bondad de Dios con los que no creen en Él, con los que incluso le desafían. El Salmo 145 dice: El Señor es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas Sus obras. Y su bondad no consiste sólo en que da el bien a todos, sino también en que refrena lo peor de todos.

Verás, por muy malo que llegue a ser este mundo, siempre podría ser peor. Por muy malos que lleguemos a ser los seres humanos, siempre podríamos ser peores. Las peores personas no son como los demonios del infierno. Y la razón por la que este mundo no es el infierno es, sencillamente, por la gracia restrictiva de Dios, Su gracia común que no sólo da lo bueno, sino que frena lo peor.

Ahora bien, cuando Dios retira esta restricción sobre lo peor, la Biblia es muy clara al afirmar que es una señal de Su ira. Romanos 1 habla de esto, de que hay ocasiones en las que la ira de Dios se revela al entregar a los pecadores a lo que nos obstinamos en elegir.

Pero la cuestión es que ese es el extraño trabajo de Dios. Su trabajo normal es refrenar lo peor. Y lo hace por el bien común, y eso forma parte de Su gracia común. 

Ahora bien, ¿cómo frena Dios lo peor del mundo? Bueno, hay muchas respuestas a esa pregunta. Permíteme darte sólo dos. Una, Dios refrena lo peor a través de la conciencia, que es su don para todos. Y Dios frena lo peor a través del gobierno, que el capítulo 13 de Romanos deja muy claro que también es su don en este mundo caído. 

Ahora bien, todos sabemos que una conciencia puede corromperse, y sabemos que el gobierno puede corromperse. Pero, como ves, cualquier conciencia y cualquier gobierno son mejores que ninguno. Así que cuando oramos líbranos del mal, estamos pidiendo a Dios la gracia común. 

Señor, en tu misericordia, concede lo que es bueno en la comunidad y refrena lo que es peor en nosotros, en nuestra comunidad, en nuestra nación y en nuestro mundo. Trae personas de buena voluntad y de gran sabiduría que sean capaces de unir a los demás y haz que prevalezcan la paz y la justicia. Eso es la gracia común.

Y Dios trabaja para que la bondad avance a través de aquellos que quizá no creen en Él e incluso lo desafían, así como trabaja para el bien a través de aquellos que le aman y le honran. 

2. La gracia especial.

Cuando oramos, no nos dejes caer en tentación, Dios responde a esta oración mediante una gracia especial, que es su bondad cuando somos puestos a prueba.

Ahora, hermanos y hermanas, ésta es una verdad muy maravillosa. Dios nos dará ayuda especial cuando nos enfrentemos a pruebas especiales en momentos especiales. Y el apóstol Pablo habla de esto muy claramente, al menos dos veces. Una es en Filipenses, donde nos dice que, en distintos momentos de su vida, había tenido abundancia y luego hubo momentos en los que pasó grandes necesidades.

¿Y cómo superó los momentos de gran necesidad? Dice esto: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece«. En otras palabras, esta fue su experiencia: cuando llegó un momento de mucha dificultad, Dios le dio una gracia especial, una fuerza especial. 

Y vuelve a hablar de lo mismo en 2 Corintios, capítulo 12. Ese es el pasaje en el que habla de algo muy doloroso en su vida que estuvo ahí durante años. Le habría encantado librarse de ello, pero Dios nunca se lo quitó. Lo llama «espina en la carne». 

Y dice esto, que Dios le dio esta promesa: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad». Y este es el principio: cuando la tensión crezca hasta el punto de sentir que no sabes cómo seguir adelante, la gracia de Dios te bastará. 

Esta gracia especial, esta fuerza dada particularmente para grandes pruebas será infundida en nuestra debilidad según lo que tengamos que afrontar para que seamos capaces de soportar y llevar esta carga.

Hay un viejo himno que dice así: «Es Jesús mi amante guía, mi poder en la flaqueza, mi maná, mi libertad; es mi amparo en la tristeza; suple mi necesidad«. 

¿Ves? Es mi poder en la flaqueza. Y cuando oramos, no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del mal, Dios responde con una gracia especial que te permitirá resistir.

3. La gracia restauradora.

La gracia restauradora es sSu bondad para con nosotros cuando hemos fallado. 

Recuerda que la noche en que Jesús fue traicionado, Pedro fue tentado. Jesús le había dicho: «Velen y oren para que no entren en tentación«. Pedro no veló ni oró, y Jesús sabía que entraría en tentación. Y, en efecto, Pedro negó al Señor Jesús tres veces y luego cantó el gallo.

Y ese habría sido el fin de Pedro como discípulo, salvo por una cosa. Jesús, de forma maravillosa, le dijo «Simón, Simón, mira que Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo; pero Yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos«. 

Verás, Jesús sabía que Pedro fracasaría, pero oró para que la fe de Pedro no fracasara. Y por eso el fracaso de Pedro no tuvo la última palabra en su vida, sino que regresó. Fíjate en que no se trata de si regresa, sino de cuándo regresa. Jesús sabía que regresaría porque eso es por lo que Jesús oró. Eso es la gracia restauradora. Y Jesús fue a la cruz por pecadores como Pedro y pecadores como tú y yo.

Resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo. ¿Qué hace ahora en el cielo? Está intercediendo, dice la Biblia, por nosotros. Está haciendo ahora mismo por nosotros lo que hizo por Pedro. Está orando para que el pecado no tenga la última palabra en ninguna de nuestras vidas. 

Esta es la realidad. Como Pedro, tú y yo, fracasaremos. Pero como Pedro, volverás a arrepentirte si perteneces a Cristo. Y cuando te arrepientas, serás restaurado. ¿Y por qué? Porque Jesús ruega por ti para que el pecado no tenga la última palabra en tu vida. Y cuando seas tentado y caigas, Él no te dejará.

Hay un versículo maravilloso en el libro de Miqueas, en el Antiguo Testamento, que te servirá de ayuda y ánimo, especialmente en un momento en que te venza la tentación. Y puedes pensar: “he fracasado tantas veces en esta área, ahora he fracasado de nuevo”, y te desanimas. 

Ve a Miqueas siete, versículo ocho: «No te alegres de mí, enemiga mía. Aunque caiga, me levantaré, aunque more en tinieblas, el Señor es mi luz«.

Mira, me caí, pero no voy a quedarme en el suelo gracias a la gracia restauradora. Tengo luz incluso en la oscuridad de mi fracaso. Jesús es mi luz y por eso voy a levantarme y a seguirle con fuerza.

Aquí tenemos esta oración que tanto necesitamos y Dios la responderá. ¿Y cómo la responde? La responde mediante la gracia común, la gracia especial y la gracia restauradora. Y una cosa más, y es la mejor de todas.

4. La gracia salvadora.

La gracia salvadora es la bondad de Dios cuando nos volvemos a Él con fe y arrepentimiento. ”Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios”.

Tal vez estés escuchando hoy y aún no eres creyente. Quizá has llegado a un punto de tu vida en el que sientes demasiadas tentaciones y empiezas a pensar: tal vez necesite ayuda, quizá necesito liberación, quizá necesite un salvador. Y yo estoy aquí para decirte que Jesús es el Salvador que necesitas. 

Tal vez hay alguien escuchando que ha llegado al punto de decir: “sabes qué, realmente necesito ser perdonado y necesito que Dios me perdone”.

O tal vez hay algo que necesitas perdonar y no es fácil perdonar. No tienes ese perdón en ti porque te han herido profundamente. Y sabes que necesitas la ayuda que sólo Dios puede darte.

Tal vez haya alguien aquí y diga: No sé cómo voy a superar estos próximos días, semanas y meses. Necesito que Dios me dé algo que no tengo, y no sé dónde encontrarlo.

Y quizá haya algunos aquí que están empezando a desesperarse, incluso de este mundo en el que vivimos, y perdiendo la esperanza. Quizá se pregunten si este mundo será diferente algún día y necesitan la esperanza que sólo puede venir con el Señor Jesucristo y a través de Su reino.

Ahora, amigos, ¿ven que Jesús está diciendo que éstas son precisamente las cosas que podemos pedirle a Dios? Pero la petición comienza cuando llegas a conocer a Dios como tu propio Padre. Y llegas a conocer a Dios como tu propio Padre cuando crees en Su Hijo, Jesucristo. 

Cuando crees en Su nombre, Dios te convierte en uno de Sus propios hijos. Te adopta en Su propia familia. Y sabes, cuando te conviertes en un hijo de Dios creyendo en el Señor Jesucristo, vas a tener mucho más que la gracia común, vas a disfrutar de la gracia salvadora. 

Y cuando te enfrentes a momentos de prueba en tu vida, vas a recibir una gracia especial que te ayude. Y cuando fracases, vas a experimentar la maravillosa gracia restauradora de Dios. 

Y cuando creas en el Señor Jesucristo, esto es lo que Dios hará por ti: pondrá en tu corazón Su Espíritu Santo. Y cuando Su Espíritu Santo esté en tu corazón, vas a tener un nuevo amor por Él. Quiero decir, un amor real por Él que realmente proviene de tu interior, porque Dios lo puso ahí. 

Y como lo amas de verdad, no intentas disfrazarte, realmente has llegado a amarlo como a tu propio Padre. 

Por tanto, tendrás un deseo genuino de que Su Nombre sea honrado. Tendrás una nueva esperanza en la venida de Su reino, dirás, pertenezco a este reino y este reino me pertenece. Tendrás una nueva energía, una nueva fuerza para perseguir Su voluntad. 

Tendrás una nueva confianza porque podrás decir, ahora Dios es mi Padre y sé que Él proveerá para mí. Tendrás una paz que no has conocido antes porque podrás decir y saber: mis pecados han sido perdonados por mi Padre que está en los Cielos.

Y tendrás una nueva seguridad, porque venga lo que venga en tu vida podrás decir: mi Padre me librará. Así que te invito ahora mismo a creer en el Señor Jesucristo.

Todos los que creemos en el Señor Jesucristo podemos decir: «Sublime gracia del Señor, que a un pecador salvó. Fui ciego mas hoy veo yo, perdido y Él me halló. En los momentos de aflicción que yo he tenido aquí, Su gracia siempre me libró y me guiará feliz”.

Inclinémonos juntos en oración ante la presencia de Dios.

Una oración

Padre nuestro que estás en los cielos, venimos hoy ante Ti profundamente conscientes de nuestra total dependencia. Nos aflige que no se honre Tu nombre, que no se haga Tu voluntad, y anhelamos ver que Tu reino venga con poder y gloria.

Padre, hoy te pedimos: «Líbranos del mal«. Nuestro mundo está fuera de control. Líbranos del mal del odio, líbranos oh Señor de enfermedades terribles te rogamos, trae en nuestra sociedad polarizada, personas de razón y buena voluntad y sabiduría, que puedan unir a los demás. 

Padre, a veces tememos que lo que experimentamos sea un derramamiento de Tu ira, que nos entregues a los pecados que nos hemos obstinado en elegir. Oh Señor, no nos entregues a ellos. En la ira, recuerda Tu misericordia, te lo pedimos.

Y no nos dejes caer en tentación. Las raíces del pecado son muy profundas, por eso te pedimos que nos ayudes a velar y a orar esta semana. Cuando nos sintamos tentados a pecar, ayúdanos, por Tu gracia, a enfrentarlo pronto y con decisión, por el poder de tu Espíritu te lo pedimos.  

Padre, te damos gracias porque eres el Dios de toda gracia. Toda nuestra esperanza está en Ti. En Tu gracia común, refrena lo peor y promueve lo mejor en nuestra comunidad, en nuestra nación y en nuestro mundo. Donde seamos probados, danos una gracia especial para que podamos soportar la prueba. Donde hayamos fallado, restáuranos. Querido Señor, te lo pedimos. Tú eres nuestra luz, así que ayúdanos a regresar y a levantarnos.

Salva hoy a la gente, querido Señor, por Tu gracia y a través de Tu Palabra. Y apresura el día en que nuestra fe se convierta en vista. Tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.