Hemos estado viendo juntos que Jesús nos enseña que hay seis cosas que debemos pedir a Dios. Y esto es realmente un bosquejo, una plantilla para nuestras oraciones, las seis peticiones del Padre Nuestro, como ganchos en los que, por así decirlo, puedes colgar u ordenar todas tus oraciones.
Lo primero que queremos es que se honre el nombre de Dios. Vimos que la respuesta de Dios a un mundo que desprecia Su nombre es traer personas que conocen Su nombre. Queremos que venga el reino de Dios.
En segundo lugar, llegará el día en que Cristo regrese con gloria y entonces los reinos de este mundo se convertirán en el reino de nuestro Señor Jesucristo y reinará por los siglos de los siglos.
En tercer lugar, queremos que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. Hemos visto que Dios tiene una voluntad secreta, una voluntad que se puede discernir y una voluntad revelada. Por eso, cuando oramos esta tercera petición del Padre Nuestro, pedimos fe en lo que Dios ha mantenido en secreto, sabiduría en lo que debemos discernir y obediencia respecto a lo que Dios ha revelado.
Y luego, cuando hayamos pedido estas tres cosas que se refieren a Dios y a Su gloria, Jesús nos enseña que también debemos venir a pedir las cosas que necesitamos. ¿Qué necesitamos en este mundo? Pues se reduce a tres cosas.
En primer lugar, necesitamos ser sustentados, danos hoy el pan nuestro de cada día, es decir, comida, vestido, trabajo, techo, todo lo que necesitamos para sustentar la vida en este mundo, y no sólo para nosotros, sino para otros que pueden tener mucho menos que nosotros, danos hoy el pan nuestro de cada día.
Y luego necesitamos ser perdonados y perdonar: “perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”. Dios nos ha llamado a amarle con todo nuestro corazón y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y no lo hemos hecho.
Por eso tenemos deudas, porque nos hemos quedado cortos en lo que debemos, y tenemos deudores, porque otros se han quedado cortos en lo que nos deben. Por eso necesitamos ser perdonados y necesitamos perdonar.
Y eso nos lleva a la última, la sexta de estas peticiones del Padre Nuestro que estamos considerando hoy. Pero alguien podría preguntarse, oye, ¿y el final? Ya sabes, tuyo es el reino y el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Pues bien, si observas la Biblia en el capítulo 6 de Mateo, te darás cuenta que de hecho, esas palabras no están ahí. Si tienes un ejemplar de la Biblia, verás que hay una nota en el pie de página que dice que algunos manuscritos añaden «porque tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén«.
Lo más probable es que estas palabras fueran añadidas en algún momento de la historia por algún escriba que copió el texto del Evangelio de Mateo, como una especie de respuesta a las palabras que nuestro Señor nos enseñó a orar. Y sin duda son palabras maravillosas que podemos utilizar en nuestra oración, pero las palabras que Jesús enseñó son las seis peticiones que hemos estudiado y la última que vemos hoy.
Hay seis cosas que Jesús nos había dicho que pidiéramos a Dios en oración. Y la última de ellas es Mateo 6 en el versículo 13: “no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal”.
Ahora bien, esta última petición nos recuerda que la vida cristiana es una batalla y que siempre se libra en dos frentes. Hay tentaciones que nos acechan en nuestro interior y hay maldad que nos rodea.
El apóstol Pablo dice en 2 Corintios, en el capítulo 7 versículo 5: “Pues aun cuando llegamos a Macedonia, nuestro cuerpo no tuvo ningún reposo”. Y fíjate por qué, por dos razones. Cuando miró a su alrededor, ¿qué vio? Luchas en el exterior, conflictos a su alrededor por todas partes. Cuando miró en su interior, ¿qué vio? Temores en su interior. Estos son los dos frentes en los que siempre hay que librar la batalla.
Si queremos honrar el nombre de Dios, si queremos hacer avanzar su reino, si queremos hacer su voluntad, no sólo necesitamos ser sostenidos y perdonados, necesitamos ser liberados. Y necesitamos ser liberados en dos áreas, el mal que nos acecha por dentro y el mal que nos rodea.
Hoy quiero que nos centremos en tres cosas. Primero, por qué necesitamos esta oración. En segundo lugar, en lo que pedimos en esta oración, y en tercer lugar, y lo más importante, en cómo Dios responde maravillosamente a esta oración.
¿Por qué necesitamos esta oración?
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal».
Por supuesto, el mal se nos presenta justo al principio de la historia bíblica. Dios lo había hecho todo bueno, el hombre y la mujer habían sido colocados en un jardín que estaba lleno de cosas buenas.
Pero en el jardín había un árbol del conocimiento del bien y del mal. El hombre y la mujer ya tenían el conocimiento del bien, estaba a su alrededor. Así que si comían de este árbol, sólo ganarían una cosa, y sería que añadirían el conocimiento del mal al conocimiento del bien que ya tenían.
Y Dios dijo: no comas de este árbol. Como si Dios dijera: ahora ya conoces el bien, está a tu alrededor. Es maravilloso y has sido bendecido en abundancia, pero hay otra realidad que está fuera de tu experiencia actual. Es mala, tiene un poder destructivo y no quiero que la conozcas nunca. Así que no comas del fruto de este árbol porque no te conviene obtener el conocimiento del mal.
Pero ya sabes que decidieron por el deseo del conocimiento del mal y comieron de este árbol y lo obtuvieron y todos hemos vivido con él desde entonces. Así que podemos definir correctamente el mal como el poder destructivo que se ha inmiscuido en el universo de Dios e incluye, el mal incluye todo lo que ha venido al mundo a través de la caída como resultado de la entrada del pecado en el mundo, todo lo que ha entrado que no estaba antes.
Ahora bien, el mal adopta muchas formas. Y así como el primer libro de la Biblia nos cuenta cómo entró en el mundo de Dios y en la raza humana, el último libro de la Biblia describe muy vívidamente las formas en que se manifiesta.
En el libro del Apocalipsis, Juan tuvo una visión de cuatro caballos, cada uno con un jinete. A menudo nos referimos a ellos como los cuatro jinetes del Apocalipsis. El primero era un caballo blanco. Apocalipsis 6: «Al que estaba montado en él se le dio una corona, y salió conquistando y para conquistar«.
Ahora bien, sé que algunas personas piensan que esto es una referencia al Señor Jesucristo. Pero si te fijas bien en Apocalipsis capítulo seis, verás que el Señor Jesucristo es el que está abriendo estos sellos.
Y lo que se revela parece ser muy claramente el poder destructor del mal, que invade la historia en diferentes formas. Y la primera de estas formas, por supuesto, es la guerra, salir a la conquista.
Si miras la historia del mundo, todo gira en torno al surgimiento de imperios. Un grupo de personas intenta dominar a otro con todo el dolor y la destrucción que ello conlleva. Y esto es el mal.
Luego hubo un segundo caballo de color rojo. «A su jinete«, versículo cuarto, «se le concedió quitar la paz de la tierra y que los hombres se mataran unos a otros«.
Así pues, el primer caballo representa el abuso de poder por parte del Estado, alzándose en imperios para dominar a los demás. El segundo caballo representa la desintegración de la comunidad. Estalla la violencia, la gente se ataca y se mata. Y esto también es el mal.
Entonces apareció un caballo negro, versículo cinco: «El que estaba montado en él tenía una balanza en la mano. Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes que decía: Un litro de trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario, y no dañes el aceite y el vino«.
Así que aquí tenemos claramente condiciones de hambruna y escasez de alimentos. Sólo una pequeña cantidad de trigo, un cuarto de galón, va a costar un denario, que era el salario de un día completo para una persona trabajadora en aquella época. Por tanto, lo que se describe aquí es la dificultad de conseguir lo más básico para vivir.
Y sin embargo, al mismo tiempo, mientras la mayoría lucha por satisfacer las necesidades básicas de la vida, evidentemente hay algunos lujos de los que disfrutan unos pocos, como el aceite y el vino, que de algún modo se conservan notablemente, intactos. Y esto también es el mal.
Y luego, en cuarto lugar, había un caballo amarillento: “El que estaba montado en él se llamaba Muerte, y el Hades lo seguía. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con pestilencia y con las fieras de la tierra”.
Así que todas estas fuerzas destructivas, todas estas manifestaciones del mal, los cuatro jinetes, todos traen la muerte. La traen de diferentes maneras mediante la guerra, la violencia, el hambre y la enfermedad.
¿Ves lo que se nos dice? Este mal que entró en el mundo allá en el Jardín del Edén, en el primer libro de la Biblia, el último libro de la Biblia nos dice que irá a todas partes. Ha afectado a todas las partes del universo de Dios, ha infectado lo político, lo social, lo judicial, lo económico, lo ecológico e incluso lo biológico.
Y hermanos y hermanas, miramos los periodicos, ¿y qué encontramos? Todos están dominados por historias que representan alguna forma en la que el mal que se introduce en el mundo bueno de Dios se manifiesta en nuestro tiempo. Está por todas partes, y por eso necesitamos orar desesperadamente: Señor, líbranos del mal.
Realmente está a nuestro alrededor. Y no sólo está a nuestro alrededor, sino también dentro de nosotros. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. ¿Por qué necesitamos orar no nos dejes caer en la tentación? ¿Por qué alguien es tentado? ¿Por qué el pecado tiene un lugar donde llegar a tu vida y en la mía?
La respuesta se muestra muy claramente cuando Santiago nos dice que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión; así que la raíz está en nosotros. Por lo tanto, los cristianos no pueden salir y mirar, por así decirlo, desde una posición de superioridad al resto del mundo.
No, sabemos que el pecado es una fuente dentro de nosotros y burbujea, lanza tentaciones con las que tenemos que luchar a lo largo de nuestra vida, de una forma u otra.
El Dr. Jim Packer tiene una imagen maravillosa que leí hace años y no se me olvida. Así que quizá se te quede grabada de forma que te sea útil. Lo planteó de esta manera: «¿Puedes ver tu propia vida siendo amenazada y en peligro por causa del mal, de modo que necesitas la liberación de Dios en cada momento de cada día? ¿Ves tu vida así?»
Y luego tiene esta imagen: «Eres como una persona que deambula con los ojos vendados y los oídos tapados por una calle concurrida de la ciudad con el tráfico que viene en ambas direcciones«. Cuando pienso en esa imagen sobre la ciudad, al crecer en Edimburgo, Escocia, veo Princess Street, la calle principal.
Ahí estoy, de pie, con los ojos vendados y unos tapones en los oídos, y el tráfico viene en ambas direcciones. Packer continúa: «Esa es una imagen de tu vida, por eso necesitas esta oración; porque estás en peligro a cada momento por lo que hay dentro de ti y por lo que hay a tu alrededor. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal”.
¿Qué pedimos cuando decimos a Dios, no nos dejes caer en tentación?
Pues bien, recuerda que Jesús utilizó las palabras “en tentación” en otra ocasión, en el Huerto de Getsemaní. Y dijo a los discípulos «Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil«.
Ahora bien, todo el mundo es tentado. Jesús fue tentado, pero sin pecado. Y Jesús no dice: «velen y oren para no caer en la tentación»; lo que dice es «velen y oren para que no entren en tentación «. ¿Qué significa eso? Pues significa claramente que el objetivo es que la tentación no te abrume.
Y eso es lo que Jesús nos enseña a pedir en la oración del Señor. Padre, no permitas que llegue a un punto en el que el poder de la tentación me abrume. Guárdame para que vele y ore. Y ese es un tema común de la Biblia.
Pablo dice a Timoteo «Ten cuidado de ti mismo«. A los ancianos de Éfeso: «tengan cuidado de sí mismos, velen y oren, y Cristo les dará la fuerza que necesitan para prevalecer en la batalla contra la tentación«.
¿Y qué pedimos exactamente cuando decimos: líbranos del mal? Bueno, la palabra líbranos es muy clara. Cuando decimos, Señor, líbranos del mal, no estamos diciendo: oye, podemos hacerlo, ni siquiera estamos diciendo: Señor, podemos hacerlo, pero necesitamos un poco de ayuda.
Cuando oramos líbranos del mal, estamos diciéndole a Dios: el poder del mal es mayor que nosotros, pero no es mayor que tú y necesitamos que nos libres.
Otra ilustración puede ser útil: Imagínate a un rehén atado a una silla, con los ojos vendados y en una prisión, con las puertas cerradas, sin poder moverse ni salir.
La única esperanza para él es que sea liberado. ¿Qué significa eso? Que alguien entrará en el edificio desde fuera, lo liberará y lo sacará.
Ahora, cuando vemos la guerra, la injusticia, el hambre, la enfermedad, cosas que son más grandes que nosotros, inmensas en su poder, Jesús nos dice que oremos: Líbranos del mal. Padre, ven y haz por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos. Eso es lo que pedimos.
Ahora bien, ¿esta oración será respondida? La respuesta a esta pregunta es: sí. Gracias a Dios. Y tu garantía de que esta oración será contestada es que Jesucristo mismo es quien te dice que así es como debes orar.
Y eso nos lleva a lo más importante hoy aquí.
Cómo responde Dios a esta oración
«No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal».
Dios responde a esta oración por Su gracia, y la gracia es aquello que no se merece, sino que se da gratuitamente. Y lo que quiero que veas hoy es que la gracia de Dios actúa de muchas maneras maravillosas. Quiero mostrarte cuatro formas en las que actúa la gracia de Dios, cuatro formas en las que Dios responde a esta última petición del Padre Nuestro.
La primera de ellas y es muy importante, es la gracia común. Cuando oramos líbranos del mal, Dios responde a esta oración mediante la gracia común. Tú dirás, ¿qué es eso? La gracia común es la bondad de Dios para con todas las personas, incluidas las que no creen en Él, las que no tienen un lugar para Él en sus vidas e incluso las que le desafían abiertamente.
Ahora me pregunto si alguna vez has pensado en esto. La Biblia deja muy claro que, por naturaleza, todos estamos muertos en nuestros delitos y pecados. ¿Te has preguntado alguna vez por qué, si todos estamos muertos en delitos y pecados, tantas personas incrédulas parecen capaces de llevar una vida pacífica, feliz y muy productiva?
¿Por qué muchas personas que no tienen ningún lugar para Dios en sus vidas suelen ser pacientes, amables, con buenas relaciones familiares, buenos matrimonios, son considerados, generosos y muy cariñosos? ¿A qué se debe? Y la respuesta a eso es la gracia común.