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¿Nos reconoceremos los unos a los otros en el cielo? La respuesta corta es “Sí”. En este mensaje, el Pastor Colin nos habla de cómo serán las relaciones en el cielo.

Pasaje: Apocalipsis 7:9


Hemos hecho la pregunta, ¿Cómo puedo estar seguro del cielo? Y vimos la respuesta en la historia del ladrón en la cruz.

Él volteó hacia Jesús, le pidió a Jesús, y confió en Jesús, y a la persona que voltea, pide y confía, Jesús le dice, “estarás conmigo en el paraíso”. Y la semana pasada nos hicimos la pregunta: ¿Cómo serán las cosas en el cielo? ¿Cuál es la experiencia de nuestros seres queridos, cristianos, inmediatamente después de la muerte, para aquellos que ya están en la presencia del Señor? 

Vimos cuatro respuestas a esa pregunta desde la Biblia, 1) ellos están con Cristo, 2) están plenamente conscientes, 3) están activamente comprometidos, y 4) están esperando ansiosamente. Lo que disfrutan en el cielo es mucho mejor que todo lo que conocemos aquí en la tierra, pero lo mejor para ellos y para nosotros todavía está por venir. Están esperando la resurrección del cuerpo, están esperando la reunión de toda la familia de Dios.

Esperan el cielo nuevo y la tierra nueva, y todo lo que les espera en el futuro, al igual que a nosotros. 

Hoy abordamos el tema de las relaciones y, en particular, la pregunta: ¿Nos reconoceremos unos a otros en el cielo? 

Creo que es probablemente la pregunta que más me han hecho sobre el cielo. Y por eso vamos a intentar dar una respuesta clara desde muchos pasajes de las Escrituras un poco más adelante en el mensaje de hoy.

El esquema es simplemente este:

Vamos a analizar el gozo de estar en casa en el cielo. 

Vamos a analizar el gozo de estar juntos en el cielo. 

Y vamos a analizar el gozo de estar con Cristo en el cielo. 

1. El gozo de estar en casa.

Así que si tienes tu Biblia abierta en Apocalipsis en el capítulo siete, empezamos allí en el versículo nueve, con el gozo de estar en casa. Juan dice: «Después de esto miré, y vi una gran multitud que nadie podía contar». 

Qué gran escena es ésta. Juan ve una multitud inmensa, una gran multitud y dice, “están en la presencia inmediata de Jesús”. Están de pie ante el trono y están de pie ante el Cordero. 

Y observen que aquellos que están en la presencia de Jesús, como Juan los ve, están vestidos con vestiduras blancas, lo que por supuesto habla de una pureza total. No hay la menor mancha de pecado sobre ellos. No hay el menor olor a tentación cerca de ellos. Y tienen palmas en sus manos. Las ramas de palma, por supuesto, en tiempos bíblicos eran símbolos de victoria.

Y aquí están estas personas y están celebrando la victoria completa, total, absoluta y definitiva. Para ellos no hay más batallas, ni más luchas, ni más heridas. Una victoria completa y total, y no se la atribuyen a sí mismos, sino a Dios. 

La salvación que buscan pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono y al Cordero. Así que obviamente su experiencia es muy diferente de lo que experimentamos aquí. Piénsalo, cuando te conviertes en cristiano, Jesucristo te da un corazón nuevo, un corazón nuevo que Él mismo te dará. Dios pone su Espíritu Santo dentro de ti. Pero vives esta vida en el cuerpo, y por lo tanto vivir una vida verdaderamente cristiana, mientras tratamos de perseguir eso, es una batalla continua.

Es una batalla para nosotros en este mundo porque vivimos con el peso del pecado remanente que nunca desaparece completamente en esta vida. Vivimos con el dolor de un mundo caído en el que Dios es tan deshonrado y la justicia despreciada y donde el mal y la violencia proyectan una sombra sobre todo lo que es bueno. 

Nos enfrentamos constantemente a la atracción de la carne en este mundo. La dirección de la atracción puede cambiar a medida que nos movemos en el camino de la vida, la atracción de la carne puede estar en un momento dado más en la dirección de la lujuria y en otro momento más en la dirección de la avaricia y en otro momento más en la dirección de la pereza. 

La atracción de la carne puede cambiar de dirección, pero la atracción nunca termina y la batalla nunca desaparece. Y luego tenemos a nuestro enemigo, el diablo, que aunque no puede tener éxito contra nosotros, nunca dejará de intentarlo.

Y así, en este mundo, siempre estamos viviendo una vida de arrepentimiento y de fe. Arrepentimiento porque nunca dejamos de ser conscientes de nuestros propios pecados y fracasos, y fe porque tenemos que caminar por fe y no por vista. Y lo hacemos con la ayuda del Espíritu Santo, y porque Dios ha puesto un corazón nuevo en nosotros. Pero la vida cristiana, seguir una vida verdaderamente cristiana en este mundo es una lucha permanente.

Pero lo que vemos aquí en Apocalipsis y en el capítulo siete es que no siempre será así. Juan ve a los creyentes en la presencia de Jesús y no están luchando en lo absoluto. Están celebrando la victoria. Están agitando ramas de palma. No hay la menor mancha de pecado sobre ellos. No hay ni rastro de una tentación cerca de ellos. Su larga lucha ha terminado y su batalla ha sido ganada.

Y ahora están en casa, versículo 15: «Por eso están delante del trono de Dios, y día y noche le sirven en su templo; el que está sentado en el trono les dará refugio con Su presencia» (NVI). Esa última frase, dar refugio con Su presencia, traducida literalmente significa que Él, Dios, extenderá Su tabernáculo sobre ellos. Es una imagen hermosa.

Imagínate este inmenso lienzo, aquí está el Todopoderoso, y está sacudiendo este lienzo, y ahora flota hacia abajo sobre todo el pueblo de Dios, de modo que nadie está fuera y todo el mundo está dentro. Es el cuadro más hermoso de inclusión. Él extenderá Su tabernáculo sobre todo Su pueblo. Es una manera maravillosa de decir que aquí estás en casa. Aquí es donde perteneces.

Trata de pensar en el tiempo o el lugar en tu vida donde dirías que te sentiste más en casa, donde fuiste más tú mismo. ¿Dónde fue? ¿Cuándo fue? Dondequiera y en el momento en que fue o es, lo que experimentas cuando te sientes completamente en casa es sólo un pequeño anticipo de lo que experimentarás en la presencia del Señor. 

Y eso es muy importante porque algunos de nosotros luchamos por sentirnos en casa en esta vida. Algunos no se sienten completamente en casa en su trabajo. Estás trabajando y dices, no estoy seguro de ser yo. No estoy seguro de encajar en esto. No estoy seguro de que esté hecho para esto. Algunos no se sienten completamente en casa en la iglesia. Algunos no se sienten completamente en casa en sus propias familias. Y algunos no se sienten completamente en casa en sus propios cuerpos. 

Pero si estás en Cristo, llegará el día en que sabrás que estás completamente en casa, Dios extenderá Su tabernáculo sobre ti, y dirás, “ah, aquí es donde pertenezco. Fui hecho para este lugar. Aquí es donde siempre estuve destinado a estar”. Y estar en casa significa, por supuesto, que serás verdaderamente tú mismo.

De hecho, en el cielo dirás: «Soy más yo mismo ahora y aquí de lo que nunca he sido en toda mi vida. Mucho de lo que había antes no era realmente yo. De alguna manera se pegó a mí. Pero ahora que estoy aquí, estoy en casa, soy yo mismo». Y por eso, podrás, como dice aquí, servir al Señor como siempre deseaste poder hacerlo. 

Todo cristiano desea realmente servir al Señor, pero luchamos con tantas dificultades y cansancio, hastío y desánimo, pero aquí sirven al Señor día y noche. Ustedes ven el significado de eso. No hay cansancio, no hay hastío, no hay agotamiento en la presencia del Señor. 

Ligon Duncan, un pastor que aprecio mucho, presidente de una universidad, líder cristiano, tiene un comentario maravilloso sobre esto. El dice: «No tengo ni idea de cómo es vivir con un corazón totalmente entregado a Dios». ¿Ves lo que está diciendo? 

Siempre hay esa tensión, siempre esa lucha en el corazón humano, incluso en el corazón redimido y renovado. «No tengo ni idea de lo que es vivir con un corazón totalmente entregado a Dios. No he vivido ni un segundo con ese tipo de corazón, pero un día pensarás cuánto disfrutarás de tu propio corazón totalmente entregado a Dios. 

Ni una pizca de mancha de pecado sobre ti y ni rastro de tentación a tu alrededor. Y Satanás, incapaz de poner su anzuelo en tu corazón nunca más, porque nada en ti es atraído hacia algo suyo, y nunca volverás a estar ​fuera de control. Nunca tendrás esa experiencia de un estado de ánimo cambiante que se apodera de ti, y sabes cómo es eso. 

Así que hay un estado de ánimo que se apodera de ti y dices, ¿de dónde vino eso? Nunca volverás a tener ese tipo de experiencia. Estarás en paz contigo mismo. Estarás en paz con todos tus hermanos y hermanas perfeccionados en Jesucristo. Y estarás en paz con Dios y estarás en casa».

2. El gozo de estar juntos en el cielo. 

«Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero». Apocalipsis 7:9

Ahora, quiero que noten algo importante aquí, que la identidad distintiva de cada persona en la gran multitud permanece. Son específicamente de cada tribu, lengua y nación.

Aquí hay algo maravilloso, que la individualidad distintiva de cada uno de los hijos de Cristo en el cielo es preservada, pero lo que nos hace diferentes, ya no nos separa. Ya no hay ni una pizca de conflicto, no hay ni un rastro de tensión en esta gran multitud de cada tribu, lengua y nación, en la presencia de Dios en el Cielo.

El pueblo de Dios, de muchas personas, será uno. Amigos, esto responde directamente a la pregunta ¿Nos reconoceremos unos a otros en el cielo? Ahora quiero darles la respuesta corta, la respuesta concluyente a esa pregunta, y luego respaldarla desde la Biblia. ¿Nos reconoceremos unos a otros en el cielo? La respuesta: sí. Tú serás tú, yo seré yo. Seremos hechos perfectos como Cristo. 

Todos reflejaremos la gloria del Señor Jesucristo, pero cada uno de nosotros reflejará su semejanza a través de nuestra propia individualidad. Dios nunca hizo dos copos de nieve exactamente iguales, y ciertamente nunca hizo dos cristianos exactamente iguales. Él nos ha hecho distintos en nuestro reflejo de Su semejanza en la creación y esa distinción y esa individualidad continuarán por toda la eternidad entre los redimidos del Señor en el cielo. 

Con toda seguridad, nos reconoceremos unos a otros en la resurrección. Los discípulos reconocieron a Jesús en Su cuerpo resucitado. Pero incluso antes de eso, tenemos buenas razones para creer que lo mismo será cierto para los creyentes, incluso antes del cuerpo de resurrección en la presencia del Señor. 

Y con ese fin, quiero ofrecerles hoy siete pasajes bíblicos que apuntan a que nos reconoceremos unos a otros en el cielo. Todos aclaran la identidad, la individualidad y la relación en el cielo. Siete pasajes bíblicos, todos ellos con seguridad apuntan a reconocernos unos a otros en la resurrección, y algunos de ellos apuntan a que los creyentes se reconocerán unos a otros inmediatamente después de la muerte. 

Así que habiendo escuchado esta pregunta tantas veces, ¿nos reconoceremos unos a otros en el cCielo?, ahora cuando alguien me la vuelva a hacer esta pregunta diré, bueno, hay siete pasajes de las Escrituras que responden a eso, todo está en el Internet, puedes bajar el mensaje. Porque si hay un gran propósito para esta serie, es intensificar nuestra anticipación del Cielo.

¿Por qué el Hijo de Dios haría todo lo que hizo para abrir las puertas del cielo para Su pueblo y que la respuesta fuera un nivel relativamente bajo de expectación entre el pueblo de Dios con respecto a ir allí? Eso sería muy extraño. Por lo que se nos dan indicios de lo que nos espera con el fin de animarnos en la batalla presente para seguir adelante en anticipación del gozo que aún está por venir. Así que voy a intentar exponer el caso aquí.

Como alguien que trata de hacer un caso, voy a llamar a los testigos, y tengo siete testigos en las Escrituras, y al primero que quiero llamar es: 

Testigo #1: David y su hijo

Esto lo encontramos en 2 Samuel 12:23. Ahora, como la mayoría de ustedes saben, el rey David tenía un pequeño niño que murió en la infancia. David había orado mucho para que Dios le perdonara la vida. Pero el niño murió, y cuando el niño murió, David dijo,«Iré a él. Él no volverá a mí, pero yo», dice el Rey David, bajo la inspiración del Espíritu de Dios, «yo iré a él». 

Ahora piensen en esto. Hay más aquí que David diciendo, iré al cielo cuando muera. No, David dice, yo iré al muchacho. Lo veré. Me reuniré con él en el cielo.

Y hay muchos padres que han pasado por el gran dolor de perder a un hijo en la infancia. Y aquí hay una maravillosa seguridad para cada padre cristiano que pierde a un hijo. David dice: «Iré a él». 

C.H. Spurgeon lo señala muy bellamente a partir de la historia de Job. Recuerden que Job perdió todo y sus hijos murieron, perdió todo su ganado y dinero y sufrió una terrible, terrible devastación en el capítulo uno. Cuando llegas al último capítulo del libro de Job, Dios restaura a Job el doble de todo lo que perdió. Y si miras el primer y el último capítulo, Job tiene el doble de ganado, tiene el doble de ovejas, tiene el doble de dinero.

Pero al principio de la historia, él tenía siete hijos y tres hijas, y al final de la historia, no se nos dice que se le dio el doble de eso, sino simplemente que Dios le dio siete hijos y tres hijas. Y Spurgeon hizo esta pregunta: «¿Por qué Dios no le dio a Job el doble de hijos cuando le dio el doble de ganado y el doble de dinero y el doble de todo lo demás?»

Y esta es su respuesta: Dios consideraba que los hijos que habían muerto seguían siendo de Job. Él tiene el doble ahora en la presencia de Jesús.

Testigo #2: Abraham, Isaac, y Jacob. 

Y aquí estamos viendo Mateo 8:11, donde Jesús dice: «Y les digo que vendrán muchos del Oriente y del Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos». Ahora noten de nuevo, esta es una identidad distintiva muy importante. 

Abraham es Abraham en el cielo, no otra persona, no una especie de figura compuesta. Isaac sigue siendo Isaac, Jacob es Jacob. Ellos conservan su identidad distintiva. En el cielo no se convierten en espíritus anónimos, sin nombre. Abraham está disfrutando de la compañía, piénsalo, de su propio hijo y de su propio nieto.

Jacob está disfrutando de la compañía de su padre y de su abuelo, tres generaciones de la misma familia, y allí están juntos según la Palabra del Señor Jesús. Y observen lo que están haciendo aquí en la resurrección. Están sentados a la mesa. Están comiendo y bebiendo. Tienen identidad, tienen relación, tienen conversación, comparten una comida. Tres generaciones de la misma familia. Jesús lo dijo.

Y Jesús dice que vendrán muchos del Oriente y del Occidente para unirse a ellos. ¿Qué está diciendo? Ese es el gozo al que todo creyente será llevado, ese mismo gozo que Abraham, Isaac y Jacob experimentarán en la resurrección.