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¿No reconoceremos en el cielo? Sí. En este mensaje, el Pastor Colin habla sobre siete pasajes bíblicos que claramente sugieren que esto será así.


Quiero ofrecerles hoy siete pasajes bíblicos que apuntan a que nos reconoceremos unos a otros en el cielo. Todos aclaran la identidad, la individualidad y la relación en el cielo. Siete pasajes bíblicos, todos ellos con seguridad apuntan a reconocernos unos a otros en la resurrección, y algunos de ellos apuntan a que los creyentes se reconocerán unos a otros inmediatamente después de la muerte. 

Así que habiendo escuchado esta pregunta tantas veces, ¿nos reconoceremos unos a otros en el cielo?, ahora cuando alguien me la vuelva a hacer, diré, bueno, hay siete pasajes de las Escrituras que responden a eso, todo está en el Internet, puedes bajar el mensaje.

Quiero que reciban esto y que se quede en nuestras mentes. Porque si hay un gran propósito para esta serie, es intensificar nuestra anticipación del cielo. ¿Por qué el Hijo de Dios haría todo lo que hizo para abrir las puertas del cielo para Su pueblo y la respuesta fuera un nivel relativamente bajo de expectación entre el pueblo de Dios con respecto a ir allí? 

Eso sería muy extraño. Y se nos dan indicios de lo que nos espera con el fin de animarnos en la batalla presente para seguir adelante en anticipación del gozo que aún está por venir. Así que voy a intentar exponer el caso aquí. Como alguien trata de hacer al presentar un caso, voy a llamar a los testigos, y tengo siete testigos de la Escritura, y al primero quiero llamar es: 

Testigo #1: David y su hijo. 

«Iré a él. Él no volverá a mí, pero yo.» (2 Samuel 12:23)

Eso es de 2 Samuel 12:23. Ahora, como la mayoría de ustedes saben, el rey David tenía un pequeño niño que murió en la infancia. David había orado mucho para que Dios le perdonara la vida. El niño murió, y cuando el niño murió, David dijo, 2 Samuel 12 y verso 23, «Iré a él. Él no volverá a mí, pero yo», dice el Rey David, bajo la inspiración del Espíritu de Dios, «yo iré a él». Ahora piensen en esto. Hay más aquí que David diciendo, iré al Cielo cuando muera. No, David dice, yo iré al muchacho. Lo veré. Me reuniré con él en el cielo.

Testigo #2: Abraham, Isaac y Jacob. 

Jesús dice: «Y les digo que vendrán muchos del Oriente y del Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos». (Mateo 8:11)

Ahora noten de nuevo, esta es una identidad distintiva muy importante. Abraham es Abraham en el cielo, no otra persona, no una especie de figura compuesta. Isaac sigue siendo Isaac, Jacob es Jacob. Ellos conservan su identidad distintiva. En el cielo no se convierten en espíritus anónimos, sin nombre. 

Abraham está disfrutando de la compañía, piénsalo, de su propio hijo y de su propio nieto. Jacob está disfrutando de la compañía de su padre y de su abuelo, tres generaciones de la misma familia, y allí están juntos según la Palabra del Señor Jesús. 

Y observen lo que están haciendo aquí en la resurrección. Están sentados a la mesa. Están comiendo y bebiendo. Tienen identidad, tienen relación, tienen conversación, comparten una comida. Tres generaciones de la misma familia. Jesús lo dijo.

Testigo #3: Jesús y sus discípulos. 

Jesús dice: «Les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba de nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre». (Mateo 26:29) 

Ahora noten la misma claridad. Aquí está Jesús y está sentado con los 11 discípulos. Judas ha salido y están compartiendo la Cena del Señor y él dice, “ahora voy a beberla con ustedes en el cielo”. Así que estos discípulos serán nombrados y serán conocidos en el cielo, con una identidad propia y compartiendo la cena con Jesús. 

Testigo #4: Moisés y Elías. 

En Mateo 17:3 se nos dice que en la transfiguración se les aparecieron Moisés y Elías hablando con él. Ahora, esto es particularmente fascinante porque Moisés y Elías al aparecer en la transfiguración claramente no tenían ni tienen el cuerpo de resurrección.

Aún sin el cuerpo de resurrección, Moisés y Elías eran reconocibles. Ahora, ¿cómo supieron y reconocieron Pedro, Santiago y Juan que eran Moisés y Elías? No tengo la menor idea!

Pero lo que sí sé es esto, que la Biblia deja claro que Moisés y Elías eran conocidos. Y por lo tanto no tengo que entender la mecánica por la cual eso sucedió para creer que si ellos fueron conocidos incluso antes del cuerpo de resurrección, entonces la comunión de conocimiento y una identidad completa es algo que es dado a los creyentes en la presencia de Cristo inmediatamente después de la muerte, y no sólo en el cuerpo de resurrección cuando Cristo regrese.

Testigo #5: Las almas reunidas en el cielo. 

Y creo que yendo al testigo número cinco, esto es reforzado todavía más en Hebreos 12:22 y 23. Aquí el autor de la carta a los Hebreos nos recuerda la gran verdad de que la iglesia que adora en la tierra está siempre en unidad con la iglesia que adora en el cielo. 

Y él habla de la iglesia en el cielo como espíritus, así que él está hablando de cómo son ahora mismo, no todavía el cuerpo de resurrección, sino los espíritus de los justos hechos perfectos. Esas son las almas de los creyentes en la presencia de Jesús. 

Ahora, ¿qué nos dice acerca de lo que está pasando para estos seres queridos en la presencia de Jesús en este momento? Él dice esto, que ellos están en la asamblea de los primogénitos. En otras palabras, están reunidos. Los espíritus de los justos hechos perfectos reunidos y presentes en esta gran celebración, es lo que se nos representa aquí. Reunidos significa comunidad. Comunidad significa relación. Relación significa identidad y conocimiento. 

Testigo #6: Pablo y los Tesalonicenses. 

El apóstol dice a estos creyentes: «¿Cuál es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria?» ¿Cuál será nuestro gran gozo cuando Él venga? Y su asombrosa respuesta es ésta: «¿No lo son ustedes?» (1 Tesalonicenses 2:19).

Lean las dos cartas que tenemos en la Biblia que Pablo escribió a los Tesalonicenses. Hay un lazo muy, muy especial y profundo entre el apóstol y esta gente. Habían estado desde el principio donde esta iglesia en particular fue plantada. Habían pasado por muchas dificultades. Y el apóstol está diciendo, ustedes han sido mi gozo, servir con ustedes ha sido mi gozo en la tierra, y ustedes van a ser mi gozo en el cielo. Eso es lo que dice. Los cristianos que se conocieron y se amaron en la tierra se conocerán y se amarán en el cielo. 

Y siempre traes tu testigo más fuerte al final si estás presentando un caso, por supuesto, y aquí creo que está el testigo más fuerte de todos.

Testigo #7: La reunión de los seres queridos creyentes. 

Se habla sobre esta hermosa reunión en 1 Tesalonicenses 4. Pablo habla aquí,en el versículo 15, del día en que «el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero». 

Luego en el versículo 17 dice: «Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire». Eso es con los que han ido antes a la presencia del Señor. 

Seremos arrebatados juntamente con ellos. Ellos vendrán con él. Las almas de los que ya están con él, vendrán con él. Recibirán el cuerpo de resurrección. Nosotros subiremos con ellos y recibiremos ese mismo don maravilloso. «Y así estaremos siempre con el Señor, por eso animaos unos a otros con estas palabras».

Ahora piensa en esto. El punto de este pasaje, la razón por la cual fue escrito, fue para traer consuelo a los creyentes que lloran la pérdida de un ser querido. No debemos afligirnos como los que no tienen esperanza. Así comienza el pasaje. 

Pablo está escribiendo a creyentes que lloran la pérdida de sus propios amigos, sus propios hijos, sus propios padres, sus propios seres queridos. Y el dolor de estos creyentes no es por la muerte en general. El dolor de estos creyentes es por la muerte de sus seres queridos en particular. Y Pablo escribe bajo la inspiración del Espíritu de Dios para darles consuelo con respecto a su pérdida en particular.

Y este es el consuelo que les ofrece en su dolor. Dice que seremos arrebatados juntamente con ellos para recibir al Señor en el aire. ¿Quiénes son ellos? ¿Los creyentes en general? Bueno, sí, por supuesto. Pero el punto aquí es que se está refiriendo a los seres queridos que están ahora en la presencia del Señor en particular. 

El punto para estos creyentes cristianos, el consuelo no es sólo que estaremos en general con todos los creyentes, sino que estaremos con aquellos cuya pérdida nos aflige. Saber que los volveremos a ver, ese es el consuelo. Está diciendo, si se nos permite la expresión, que los cristianos nunca decimos un último adiós, porque delante de nosotros está ese reencuentro en la presencia del Señor Jesús. 

Y por eso, cuando nos afligimos, no nos afligimos como personas que no tienen esperanza, porque ésta es la esperanza que tenemos por delante. Este es el consuelo hacia el que nos dirigimos. 

Así que ahí están. Ahí están los siete testigos. La Escritura dice que todo debe ser resuelto por dos o tres, te he dado siete. Eso es más que suficiente para mí, y realmente espero que sea más que suficiente para ti también. 

Nuestra esperanza no es una existencia anónima en algún lugar de la estratosfera. Es una vida compartida con las personas que amamos y que se perfecciona en la presencia de nuestro Señor Jesucristo. Y cuanto más claro lo tengamos, más se apresurarán nuestras mentes y nuestros corazones hacia el día en que la fe se convierta en vista. Y todo lo que fue prometido y todo lo que Cristo ganó y conquistó en la cruz será nuestro.

El gozo de estar en casa en el cielo. La alegría de estar juntos en el Cielo. Y aquí está la última cuestión, y sólo brevemente:

3. La alegría de estar con Cristo en el cielo.

«Pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos». (Apocalipsis 7:17)

Recuerda que Jesús le dijo al ladrón «hoy, estarás conmigo en el paraíso». Y éste será nuestro enfoque en el próximo programa, pero déjame decir esto hoy, que el gozo más grande en el cielo para un cristiano es el gozo de estar con Jesucristo, que es nuestro Pastor en la tierra y será nuestro pastor en el Cielo. Él será quien nos conducirá a manantiales de agua viva.

El cielo no es una especie de vida independiente en la que nos vamos a soltar y cada uno va a hacer lo que quiera. Es una vida compartida en la que Cristo conduce a todo Su pueblo a un gozo cada vez mayor. Y hoy nos hemos centrado en la importante pregunta: ¿veremos a nuestros seres queridos cristianos en el cielo? 

Y la respuesta a esa pregunta es, sí.

Pero aquí está la pregunta más grande, más grandiosa y más importante: ¿Verá Jesucristo a Sus seres queridos creyentes en el cielo? Y la respuesta, amigos, a esa pregunta también es SI!

Recuerden cuando Jesús iba a la cruz y se preparaba para toda la agonía que le esperaba. Él oró al Padre, y Sus palabras están registradas en Juan 17. Y en el versículo 24 de ese asombroso capítulo, Jesus ora así: «Padre, quiero que los que me has dado, estén también conmigo donde Yo estoy, para que vean Mi gloria». 

Esto es por lo que voy a la cruz, dice Jesús. Quiero que todos mis seres queridos creyentes, todos los que me has dado, todos los que ponen su confianza en Mí, quiero que estén conmigo y vean mi gloria. 

Amigos, la mayor seguridad que pueden tener del cielo es que Jesucristo los quiere allí. Él fue a la cruz para llevarnos allí. Él vive a la diestra del Padre para llevarte allí. Y cuando llegues al cielo, vas a ver Su gloria. 

Juan lo pone de esta manera, cuando lo veamos, lo veremos tal como es. 

Vas a ver Su gloria. No lo vas a ver como un bebé acostado en el pesebre. No lo vas a ver sudando, por así decirlo, grandes gotas de sangre como en el huerto de Getsemaní. 

No vas a verle retorciéndose de agonía con el pelo de la barba arrancado de la barbilla y la saliva corriendo por Su rostro clavado en la cruz en la agonía de Su sufrimiento. Vas a verlo tal como es, es decir, resucitado y triunfante y victorioso. Como dice el profeta Isaías, veremos al rey en su hermosura. Por eso llevaremos palmas en las manos. Por eso diremos con todos los redimidos: «La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero». 

Termino con una hermosa historia, una historia real sobre un hombre llamado William Montague Dyke.

Cuando William tenía 10 años, quedó ciego en un grave accidente. Y a pesar de su discapacidad, chico muy brillante, fue a la universidad, se graduó con muy altos honores. Y mientras estudiaba, se enamoró de la hija de un alto oficial de la marina británica, y ambos se comprometieron. 

Poco antes de la boda, William fue operado de la vista. Era una especie de operación pionera en aquella época. Había cierta esperanza de que le devolviera la vista, aunque sabía que, si fracasaba, se quedaría ciego por el resto de su vida. 

Después de la operación, los ojos de William fueron vendados, y William insistió en mantener las vendas en su cara hasta el día de la boda.

Si la operación tenía éxito, quería que la primera persona que viera fuera su nueva esposa. Llegó el día de la boda y los invitados se reunieron para presenciar cómo la pareja pronunciaba sus votos. El padre de William y el médico que lo había operado se colocaron a ambos lados del novio, que aún tenía los ojos cubiertos con las vendas. 

Sonó la marcha nupcial tradicional de la catedral, la novia caminó por el pasillo hasta la parte delantera de la iglesia y, en cuanto llegó, el cirujano sacó unas tijeras de su bolsillo, ¿puedes imaginarlo? Y empieza a cortar las vendas de los ojos de William. Imaginen la tensión que llenaba la sala.

La congregación contenía la respiración a la espera de saber si William podría ver realmente a la mujer que amaba, que estaba junto a él, y mientras se encontraba cara a cara con su novia, las palabras de William resonaron en toda la catedral: «Eres más hermosa de lo que jamás imaginé».

Un día nos quitarán las vendas de los ojos y veremos al Salvador tal como es, y la fe, con todas sus luchas, se convertirá para ti en vista, y cuando veas Su gloria, será mayor de lo que jamás imaginaste.