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Jesús es llamado el Salvador. Eso significa que nos rescata del pecado. Pero, ¿cómo lo hace? Únete al Pastor Colin mientras nos explica lo que la Biblia enseña en Romanos 8. Pasaje: Romanos 8:1-11

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Transcripción.

Esta serie se titula «Rescatados» por que es lo que Pablo trata de comunicar en el capítulo siete y en el versículo 24, que antecede a este gran capítulo de la Biblia. Capítulo 7, versículo 24, Pablo ha estado hablando de la lucha humana que todos experimentamos con el pecado, y dice: 

“¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?«. 

La fe es como llamar a los servicios de emergencia

Ahora bien, un rescate es algo que otra persona hace por ti. Si estás atrapado en un incendio o atrapado en un barco, o si sufres un infarto, llamas a los servicios de emergencia para que te rescaten. 

Y la propia naturaleza de un rescate es que es algo que otra persona hace por ti. Si puedes salir por ti mismo del problema en el que te encuentras, entonces, por definición, no necesitas que te rescaten. Eres capaz de enfrentarte al problema por ti mismo. 

Pero cuando llamas a los servicios de emergencia, te das cuenta y reconoces que estás en una situación que necesita ayuda externa. Necesitas que alguien venga y haga por ti lo que no puedes hacer por ti mismo. 

Ahora piensa en esto. Llamar a los servicios de emergencia no te salva, es el paramédico que viene quien te salva. Es el bombero que viene quien te salva; es el piloto quien te salva. Llamar a los servicios de emergencia es sólo la forma de ponerte en contacto con quien realmente realizará el rescate en tu nombre. 

Eso sí que es importante. La Biblia sabe, y dice, y muchos de nosotros conocemos este versículo:

«Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo«. 

Algunas personas lo malinterpretan. Tienen la idea de que creer es algo que hacemos para salvarnos. Pues bien, eso no puede ser, sería una contradicción. Si hay algo que puedes hacer para salvarte, por definición, no necesitas ser salvado o rescatado. 

No, creer en el Señor Jesucristo es como llamar a los servicios de emergencia. Es la forma en que te pones en contacto; es la forma en que te aferras al que viene y que realmente realiza el rescate a tu favor.

Es la forma en que invocas al Señor creyendo. Es Cristo quien te rescata. Y esta serie ¡Rescatados! trata de lo que Cristo hace realmente en el rescate. 

Vamos a ver que, en última instancia, el rescate de Cristo implicará la renovación de todo el planeta, un cielo nuevo y una tierra nueva. Eso está en el capítulo 8 de Romanos. Vamos a ver que implica que Cristo lleve a todo Su pueblo a la mayor alegría que un ser humano pueda conocer jamás.

Vamos a ver que puedes tener una confianza absoluta y total en Jesucristo para que lleve a cabo Su rescate en todos los casos en que lo pidamos. Y vamos a empezar en el capítulo 8 y versículo 1 de Romanos con lo que seguramente es uno de los versículos más grandiosos de toda la Biblia. 

Bajo condenación

«Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús«.  

Qué declaración tan maravillosa: “Ahora no hay condenación”. Ahora bien, el hecho de que Pablo diga que ahora no hay condenación indica obviamente que, para los que están en Cristo Jesús, antes había condenación. 

Y quiero que nos tomemos un momento para pensar en ello, porque algunos de nosotros no hemos llegado a dimensionar la grandeza del Evangelio porque no hemos tenido una comprensión real de lo que el Evangelio nos salva. Nunca has pensado realmente que existe una condena real que cae sobre ti. Pero Pablo deja muy claro que sí la había, que esa es la posición de cada uno de nosotros. 

Por cierto, nuestro instinto como individuos suele ir en una de dos direcciones. O bien tu tendencia natural será pensar que eres una persona tan mala que no puedes imaginar que la condenación desaparezca jamás. ¿Cómo podría Dios amar a una persona tan mala como yo? Así es como piensas.

O si no piensas así, tu tendencia natural será ir en la dirección contraria y que te resulte muy difícil que Dios pueda llegar a condenar a una persona tan buena como tú. Sabes, realmente he vivido una vida muy decente y ¿cómo podría un Dios bueno pensar alguna vez en condenar a una persona como yo?

De cualquier modo, el Evangelio no parece ser muy grande. Por eso Pablo aborda ambas cosas al mismo tiempo en este versículo.

En primer lugar, quiere que sepamos que la condena que caía sobre ti, sobre mí, sobre cada uno de nosotros, era muy real. Y en segundo lugar, quiere que sepamos que esa condenación ha sido eliminada para los que están en Cristo Jesús.

Así pues, dediquemos un momento a reflexionar sobre esta condena. ¿Por qué hay una condenación sobre nosotros? Bueno, la Biblia enseña clara y repetidamente que los seres humanos nacemos en una condición de separación de Dios, de rebelión contra Dios, de culpabilidad ante Dios, que nos coloca bajo la condenación de Dios. 

Simplemente por eso necesitamos el rescate. Esto es de lo que necesitamos ser rescatados. Y he dicho en varias ocasiones que me han planteado esta pregunta: ¿de qué necesitamos que nos rescaten? Y me estoy dando cuenta de que hay mucha gente que no lo tiene muy claro. 

Pues bien, el capítulo 8 de Romanos es muy, muy claro al respecto. Necesitamos ser rescatados de esta condenación que existe, porque todos nacemos en una posición de separación de Dios, de rebelión contra Dios, de culpabilidad ante Dios, que nos hace objetos de la condenación de Dios.

Esto se encuentra en toda la Biblia. En el Antiguo Testamento, por ejemplo, en el Salmo 51 y el versículo 5, David lo expresa de esta manera: «Yo nací en iniquidad«. Así que no está diciendo, ya sabes, fui pecador la última vez que pequé. Está diciendo, no, mi propia naturaleza, mi propia constitución como ser humano, es que soy pecador al nacer. Nací en esta separación, culpa y rebelión contra Dios que hay en mí por naturaleza. 

Eso es lo que la Biblia llama naturaleza pecaminosa. Así es como lo expresa Pablo en Romanos, capítulo 3 y versículo 9 donde lo explica como un fenómeno global. Deja claro que traspasa todas las fronteras étnicas, judíos y gentiles. Gentiles son todos los que no son judíos. Así que a través de todas las fronteras étnicas, es igual para todos, sea cual sea nuestro trasfondo cultural, estamos bajo el pecado. Fíjate en esa frase, estamos bajo el pecado, no podemos escapar sin uno que venga a rescatarnos. 

Una referencia bíblica más. En el capítulo 3 de Juan, justo al final, el capítulo más famoso de la Biblia, Juan habla de que todo el que cree en el Hijo de Dios tiene vida eterna. Pero luego dice que quien rechace al Hijo de Dios no verá la vida, porque la ira de Dios, fíjate en la palabra, permanece sobre él. No dice: si rechazas al Hijo de Dios, el problema es que la ira de Dios caerá sobre ti. En cambio dice que si rechazas al Hijo de Dios, la ira de Dios permanece sobre ti. 

Ya está ahí. Está sobre cada persona desde el momento de nuestro nacimiento. Nacemos en esta condición de pecado y separación de Dios. Esta es sencillamente la enseñanza de la Biblia y es fundamental que la comprendamos, pues de lo contrario no entenderemos de qué es de lo que realmente necesitamos ser salvados ni por qué necesitamos este rescate.

¿De qué tamaño debe ser una grieta en los cimientos para que entre humedad en el sótano y en muy poco tiempo digas: esto apesta? Basta la grieta más pequeña para que todo se convierta en un lugar en el que ya no quieres estar.

El pecado se extiende

Ahora bien, ¿cuánto pecado crees que Dios va a dejar entrar en el cielo? Ni el más mínimo. Recuerda esto: ¿cuánto pecado hizo falta para arruinar este mundo? Lo leemos en Génesis. Si lees esa historia, hay un mandamiento, ya sabes, sobre un árbol y no comer de él, y el bien y el mal, etc. 

Desobedecen este único mandamiento y, al leerlo, pensamos: ¿es para tanto? Bastó un pecado para arruinar nuestro mundo. ¿Por qué? Porque el pecado es como un virus que se propaga. El pecado es como los conejos que se multiplican. Dios no permitirá que entre en Su cielo el más mínimo pecado, porque la naturaleza del pecado es tal que es una enfermedad mortal que se propaga como la gripe. 

Entonces, para entrar en el cielo, ¿qué tendría que hacer una persona? ¿Qué tendría que hacer para no ser condenada? Bueno, tendríamos que vivir una vida de amor llena del fruto del Espíritu las 24 horas del día, los 365 días de cada año de nuestras vidas, lo que significaría, sólo de pensarlo, que tú o yo seríamos pacientes y amables siempre sin vacilar y sin excepción.

Significaría que nunca nos jactaríamos porque no hay ni una pizca de orgullo en nosotros, que la paz gobernaría tu corazón y nunca cederías a la ansiedad porque tienes una confianza total en Dios. Estoy seguro que piensas lo mismo que yo, que es imposible, que no puedes hacerlo porque en realidad ninguno de nosotros puede hacerlo. 

Ahora estamos entrando en contacto con la razón de por qué cada uno de nosotros necesitamos ser rescatados. Aquí está: somos pecadores por naturaleza y por práctica, cada uno de nosotros, ¿y sabes qué? Cuanto mejor te conozcas a ti mismo, más te darás cuenta de que es verdad, por eso nos hacemos más conscientes de nuestra propia pecaminosidad a medida que avanzamos en la vida cristiana.

Dios toma la iniciativa

Fíjate en lo que dice Pablo en el versículo 3: 

Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne”. 

Lo que esto significa es muy sencillo: la ley, que es la descripción que hace Dios de la vida que nos llama a vivir, es una descripción maravillosa. La ley no tiene nada de malo pero la ley sería maravillosa si no fuera por la carne. Eso es lo que está diciendo. 

El problema con la descripción que Dios nos ha dado de la vida que nos llama a vivir es, sencillamente, que no podemos hacerlo. Somos incapaces porque la enfermedad del pecado nos ha quitado la capacidad de vivir una vida que agrade a Dios y por eso necesitamos ser rescatados.

Pablo expone la buena noticia para nosotros aquí mismo, en los versículos 3 y 4, que van a ser nuestro centro de atención: 

«Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo:
enviando a Su propio Hijo«. 

El Dr. Al Mohler, presidente del Seminario Bautista del Sur en Kentucky, tiene una forma maravillosa de decir esto que me ha parecido muy útil. Trata de explicar claramente cuál es la diferencia fundamental entre el mensaje de nuestra cultura y el mensaje del Evangelio. Y esto me resulta útil, espero que a ti también. Lo expresa de la siguiente manera:

«Nuestra cultura siempre nos dice que el problema está ahí fuera y que la solución
está aquí dentro«. 

Así es como piensa la cultura. ¿Cuál es el problema? Bueno, el problema siempre son otras personas o circunstancias, cosas que te han ocurrido en la vida. Siempre se trata de otros y la respuesta, nos dice la cultura, bueno, está aquí dentro. 

Si puedes entrar en contacto contigo mismo, si puedes entrar en contacto con tu ser interior, si puedes encontrar la bondad dentro de ti y aprovecharla, esto será de algún modo tu salvación. La cultura siempre dice que el problema está ahí fuera y la respuesta siempre está aquí dentro.

Pero dice Mohler: 

«El Evangelio lo invierte. El Evangelio nos dice que el problema está aquí. El problema está en mí.
El problema es mi naturaleza pecaminosa«. 

Es el capítulo 8 de Romanos. Y la solución está ahí fuera, la respuesta está en Jesucristo, en el Salvador que viene y es capaz de abrazarme y liberarme y llevarme a una posición totalmente nueva en la vida y para la eternidad. 

La muerte expiatoria de Cristo

Estas son las buenas noticias. Puesto que el problema está aquí dentro y la solución está ahí fuera, Pablo nos dice que Dios ha tomado la iniciativa. 

«Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo«

Ese es el versículo 3, y segundo enviando a Su Espíritu, en el versículo 4. Y en estas dos cosas nos centraremos durante el resto de nuestro tiempo en este mensaje en dos partes «Rescatados del pecado».

Observa, por cierto, que el Padre, el Hijo y el Espíritu actúan juntos en nuestra salvación. El Padre envía al Hijo. El Hijo expía nuestros pecados. El Espíritu da poder para la nueva vida. El Padre nos justifica por obra del Hijo, y el Padre nos santifica por obra del Espíritu.

Unidad absoluta de propósito, Padre, Hijo, Espíritu Santo, juntos como uno solo para rescatarte. Es el Evangelio. Ahora veamos sus dos dimensiones y empecemos por el versículo 3, y voy a llamarlo simplemente la muerte expiatoria de Jesús

¿Qué ha hecho Dios para rescatarnos de este problema en el que nos encontramos? Pues bien, Pablo lo expone muy claramente aquí.

Dios envió a su hijo para rescatarnos

«Pues lo que la ley no pudo hacer, ya que era débil por causa de la carne, Dios lo hizo: enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado». (v. 3)

Dios vio nuestra necesidad, Dios vio nuestra difícil situación, Dios vio la desesperanza de nuestra posición como pecadores y tuvo compasión de nosotros al enviar a Su Hijo.

Algunos que luchan por sentir que Dios realmente se preocupa por ustedes, ¿pueden dejar que esto llegue a lo profundo? Y sé que a veces algunos piensan: No estoy seguro de que Dios se preocupe realmente por mí, parece tan distante, tan insensible.

Envió a Su Hijo por vosotros, tuvo compasión de ti mientras estabas alejado de Él, rebelándote, culpable, bajo su condena. Tuvo misericordia, tuvo piedad, tuvo compasión. Envió a Su Hijo. 

A menudo hablamos de lo que le costó al Hijo venir al mundo. ¿Cómo podrías empezar a considerar lo que le costó al Padre enviarlo? Envió al Hijo por ti, tanto se preocupa por ti. Y fíjate en que nuestro Señor Jesucristo, el Hijo, vino en semejanza de carne de pecado. Frase muy importante, semejanza de carne de pecado

Eso nos dice dos cosas. Primero, que Él era como nosotros porque Su humanidad era real. Dios se hizo realmente hombre en Jesucristo. Verdadera humanidad. Así llamamos a la encarnación. En segundo lugar, era diferente de nosotros porque no tenía pecado. Asumió la humanidad, no asumió la humanidad pecadora, no asumió la humanidad caída. 

Eso es muy importante si piensas en la imagen de un rescate. Porque un rescatador tiene que estar lo bastante cerca para abrazar a la persona que necesita ser rescatada, pero también tiene que estar lo bastante separado para llevar a cabo el rescate.

Si el rescatador no es más que otra persona atrapada en la barca, no puede ser el rescatador. Tiene que estar lo suficientemente cerca como para lograr el rescate y lo suficientemente separado como para ser el rescatador y todo eso nos está diciendo que nuestro Señor Jesucristo abraza nuestra humanidad.

Dios se hace hombre en Jesús, pero Él no tiene pecado, es diferente de nosotros y, por tanto, es capaz de rescatarnos de la difícil situación en la que nos encontramos. ¿Cómo lo hace?

Jesús se convirtió en nuestra ofrenda por el pecado

Míralo en el mismo versículo. Dios ha hecho, ha iniciado este rescate enviando a Su Hijo en semejanza del hombre pecador para ser una ofrenda por el pecado. Es una increíble descripción de trabajo.

Mira Jesús, así se ve el trabajo de rescatar a estas personas. Dejarás el cielo y nacerás como un hombre que vive una vida perfecta, 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año, viviendo la vida que ninguno de ellos ha vivido ni podrá vivir jamás. 

Y luego ofrecerás esa vida, la dejarás y te convertirás en el portador de su pecado. Cargarás con la culpa y el mal olor de su pecado. Llevarás su condena en tu propio cuerpo. La llevarás completamente solo, tendido, clavado en un madero, suspendido entre el cielo y la tierra, y rechazado por ambos. Y Jesucristo, en su amor por ti, dijo: Yo quiero ese trabajo, yo seré su salvador.