En la última sesión, vimos cómo el conocimiento del mal lo cambió todo. El paraíso se perdió. El hombre y la mujer experimentaron dificultades en su trabajo y problemas en su matrimonio. Fueron desalojados de su hogar y se alejaron de Dios. El conocimiento del mal se extendió. Pero Dios no permitió que prevaleciera.
Todo lo que necesitas saber para la vida fluye de dos convicciones: necesitas saber quién es Dios, y necesitas saber quién eres tú. Si lo haces bien, tendrás una base firme para la vida. Si te equivocas, pronto irás a la deriva.
Estas verdades son fundamentales para una visión bíblica del mundo. Una visión del mundo es un conjunto de creencias fundamentales que determinan cómo pensamos y cómo vivimos. Las personas eligen estilos de vida muy diferentes porque operan con diferentes convicciones básicas sobre quién es Dios y quiénes son ellos.
Si crees que tu vida es un accidente, que te pertenece y que los buenos dones vienen por casualidad, tu vida girará en torno a descubrirte y ser fiel a ti mismo. Pero si crees que Dios te ha creado, y que todo buen regalo viene de su mano, tu alegría más profunda será conocerle y obedecerle.
Y si crees que cuando mueras dejarás de existir, será natural que sientas que tu propósito en la vida es encontrar la plenitud. Pero si llegas a creer que después de tu corta vida en este mundo te encontrarás con el Dios que te hizo, tu primera prioridad será prepararte para ese día.
Se trata de dos visiones del mundo totalmente diferentes, y ambas no pueden ser correctas. Estas convicciones son como el timón de un barco que controlará la dirección que tomes en la vida. Las convicciones formadas en lo profundo de tu corazón hoy determinarán dónde estarás mañana.
Mismo comienzo, diferentes direcciones
Desde el principio, la familia humana ha estado dividida en su respuesta a Dios. Adán y Eva tuvieron dos hijos, y los primeros hermanos del mundo pusieron los timones de sus barcos en direcciones totalmente diferentes. Abel buscó a Dios, pero Caín se resistió a Él y su ira se derramó sobre su hermano. Al final, Caín mató a Abel y se convirtió en el primer asesino del mundo.
Las acciones de Caín lo aislaron de Dios y de su familia, pero Dios le mostró una gran bondad. Los logros de Caín fueron impresionantes. Construyó una ciudad, y su descendencia hizo importantes contribuciones a la música, el arte y la cultura. Pero sin Dios había una continua inquietud en su vida.
Tras la muerte de Abel, Dios dio otro hijo a Adán y Eva. Se llamaba Set, y la historia bíblica se centra en su línea.
Sublime gracia
A lo largo de toda la Biblia encontramos a Dios tendiendo la mano para salvar a la gente por gracia, a través de la fe y en Cristo. La pauta se establece desde el principio en la historia de Noé: «Noé halló gracia a los ojos del SEÑOR» (Génesis 6:8).
Dios se mostró bondadoso con Noé, primero, advirtiéndole de que el juicio se acercaba y, segundo, diciéndole lo que tenía que hacer para salvarse de él: «Hazte un arca de madera de ciprés» (6:14).
Las advertencias de juicio que aparecen en la Biblia no son los arrebatos de ira de un Dios vengativo; son la llamada de gracia de un Dios amoroso, que dice: «Debo destruir el mal, y lo haré. Pero no quiero destruirte a ti, y aquí tienes cómo puedes escapar».
Fe en acción
Dios le dijo a Noé que se preparara para un diluvio sin precedentes. De la misma manera, Dios nos dice que nos preparemos para algo que nunca ha ocurrido antes. Jesucristo vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos.
La fe cree en lo que Dios ha dicho y se muestra en acción. La evidencia de la fe de Noé fue que construyó un arca. Creyó lo que Dios le dijo y actuó en consecuencia. «La fe sin obras está muerta» (Santiago 2:26). La verdadera fe es un árbol vivo que da frutos de obediencia.
Jesús utilizó la historia de Noé para establecer una comparación: «Porque como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en aquellos días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en matrimonio, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no comprendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así será la venida del Hijo del Hombre» (Mateo 24:37-39).
Comer, beber y casarse son buenos regalos de Dios, pero si disfrutamos de estas cosas y no pensamos en el juicio venidero, nuestra alegría durará poco. La gran prioridad de Noé era estar preparado para el día del que Dios había hablado. Y la única manera de estar preparado era creer lo que Dios había dicho y hacer lo que Él había ordenado.
Dios le dijo a Noé que se metiera en el arca siete días antes de que empezara a llover (Génesis 7:4-7). Llenar el arca cuando no caía ni una gota de lluvia fue un acto de fe. No había ninguna razón obvia para entrar allí, salvo la Palabra de Dios. Noé debió de sentirse bastante insensato.
Pero entonces llegó la lluvia y, junto con ella, surgieron manantiales de agua de la tierra (7:11). La nave construida en el desierto se elevó, y Noé y su familia fueron elevados y llevados a un nuevo mundo.
Cristo, el arca
El diluvio fue un juicio que nunca se repetirá (ver 9:8-16). Pero Dios nos advierte sobre otro juicio más terrible que vendrá. Así como Dios proveyó el arca para Noé, ha provisto un camino para que seamos salvados del juicio final a través de Jesucristo.
Todos los que estaban dentro del arca estaban a salvo. Todos los que estaban fuera del arca fueron destruidos. Dios ha provisto un arca para nosotros. Jesucristo es esa arca.
Dios habló a través de la predicación de Noé, diciéndole a la gente de su tiempo que había un arca en la que podían entrar y ser salvados (2 Pedro 2:5). Del mismo modo, Dios nos señala a Cristo y nos dice que podemos ser salvados si acudimos a Él.
El apóstol Pablo describe a los cristianos como «en Cristo» (por ejemplo, Romanos 8:1). Así como Noé estaba en el arca, tú puedes estar en Cristo. Cuando llegue el Día del Juicio, los que están en Cristo pasarán a salvo del juicio de Dios y serán llevados a un glorioso mundo nuevo.
Esta arca está abierta a todos los que vengan. Jesús dijo: «Al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera » (Juan 6:37). La gente de la época de Noé tenía una puerta abierta de oportunidades. Se construyó un arca y toda la comunidad podría haberse salvado. Pero fuera de la familia de Noé, no hubo una sola persona que creyera en su advertencia.
Salir de la lluvia
Un día, hace algunos años, estaba sentado en mi estudio en Londres escribiendo un sermón para el próximo domingo. Afuera llovía a cántaros, ¡un verdadero aguacero londinense!
Una pareja de ancianos caminaba por la calle. Evidentemente, la lluvia les había tomado por sorpresa, porque ninguno de los dos llevaba impermeable ni paraguas. Se pararon bajo un árbol que estaba en el límite de nuestra propiedad. Era invierno y el árbol estaba absolutamente desnudo, por lo que no les daba ningún tipo de cobijo.
Agarré un abrigo y me acerqué a ellos. «Se van a empapar aquí fuera», les dije. «¿Por qué no entran en la casa?». Me miraron y, al más puro estilo inglés, dijeron: «No, muchas gracias, estamos bien aquí afuera».
«¡Pero se están empapando!» les dije. «Pueden entrar y secarse».
Pero nada de lo que dije pudo persuadirlos, y mientras tanto yo mismo me estaba empapando. Dejé la puerta de la casa abierta y les dije que si querían entrar, eran más que bienvenidos. Pero se quedaron fuera. Al día de hoy, no sé de qué tenían miedo.
Esa repentina tormenta es una buena imagen del juicio de Dios. Si te quedas afuera, la lluvia caerá directamente sobre ti, y serás golpeado por ella. Pero si estás en la casa, el aguacero caerá sobre el techo, y como estás dentro, no te tocará.
Jesucristo es la casa que Dios ha provisto para ti: el arca que te protege de la tormenta del juicio de Dios. Cuando Jesús murió en la cruz, el juicio de Dios por el pecado cayó sobre Él, y Dios nos invita a venir a Él como nuestro refugio. Si estás en Cristo, el juicio de Dios no caerá sobre ti, porque ya ha caído sobre Él: «Ahora, pues, no hay condenación para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1, cursiva añadida).
Esta es la pregunta: ¿Estás en Cristo? ¿Has puesto tu confianza en Él como tu Salvador y Señor? ¿Por qué te quedas afuera cuando la puerta está abierta para que entres?
Esto es lo que descubrimos hoy:
La gracia, la fe y la salvación en Cristo no son ideas nuevas que surgen en el Nuevo Testamento. La Biblia es una historia. Dios es misericordioso. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
El arca nos ayuda a comprender lo que significa estar en Cristo. Así como Noé y su familia salieron sanos y salvos del juicio de Dios porque estaban en el arca, nosotros también saldremos sanos y salvos del juicio final si estamos en Cristo.
Pausa para orar
Padre, creo que Tú eres el Creador y que tienes derechos absolutos sobre mi vida. Reconozco que tengo conocimiento del mal y que estoy excluido del paraíso. Creo en Tu Palabra sobre el juicio que viene, y reconozco que aparte de Ti no tengo otra esperanza.
Gracias que en Tu gracia enviaste al Señor Jesucristo. Hoy creo en Él. Pongo toda mi confianza en Él. Lo invoco para que sea mi Salvador. Por Tu Espíritu, colócame en Él y sálvame por medio de Jesucristo. Amén.
5 El Señor vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal. 6 Y al Señor le pesó haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en Su corazón. 7 Entonces el Señor dijo: «Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado, desde el hombre hasta el ganado, los reptiles y las aves del cielo, porque me pesa haberlos hecho». 8 Pero Noé halló gracia ante los ojos del Señor.
9 Estas son las generaciones de Noé. Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos. Noé siempre andaba con Dios. 10 Noé engendró tres hijos: Sem, Cam y Jafet. 11 Pero la tierra se había corrompido delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. 12 Dios miró a la tierra, y vio que estaba corrompida, porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra.
13 Entonces Dios dijo a Noé: «He decidido poner fin a toda carne, porque la tierra está llena de violencia por causa de ellos; por eso voy a destruirlos junto con la tierra. 14 Hazte un arca de madera de ciprés. Harás el arca con compartimientos, y la cubrirás con brea por dentro y por fuera. 15 De esta manera la harás: de 300 codos (135 metros) la longitud del arca, de 50 codos (22.5 metros) su anchura y de 30 codos (13.5 metros) su altura. 16 Le harás una ventana que terminará a un codo (45 centímetros) del techo, y pondrás la puerta en su costado. Harás el arca de tres pisos.
17 »Entonces Yo traeré un diluvio sobre la tierra, para destruir toda carne en que hay aliento de vida debajo del cielo. Todo lo que hay en la tierra perecerá. 18 Pero estableceré Mi pacto contigo. Entrarás en el arca tú, y contigo tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos.
19 »Y de todo ser viviente, de toda carne, meterás dos de cada especie en el arca, para preservarles la vida contigo; macho y hembra serán. 20 De las aves según su especie, de los animales según su especie y de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie vendrán a ti para que les preserves la vida.
21 »Y tú, toma para ti de todo alimento que se come, y almacénalo, y será alimento para ti y para ellos». 22 Así lo hizo Noé; conforme a todo lo que Dios le había mandado, así lo hizo.
(NBLA)
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