La familia que Dios había prometido bendecir creció. El hijo de Abraham, Isaac, engendró a Jacob, y éste tuvo doce hijos, que se convirtieron en los padres de las doce tribus de Israel. El pueblo de Dios se trasladó a Egipto debido a una hambruna, y durante los siguientes cuatrocientos años pasó de ser una familia extensa de setenta personas a unos dos millones. A medida que crecían, fueron oprimidos, pero Dios escuchó su grito de ayuda y los liberó.
La opresión racial ha sido uno de los mayores males de la historia humana. Uno de los primeros ejemplos involucró al pueblo de Dios, que fue sometido a trabajos forzados en Egipto. Pero el mayor mal no fue el trabajo forzado; fue el decreto del faraón que todos los bebés varones hebreos fueran arrojados al río Nilo (Éxodo 1:22).
Entonces, cuando Moisés nació, su madre lo escondió en una canasta en el río Nilo para preservar su vida. La hija del faraón lo encontró, y en la maravillosa providencia de Dios, designó a la madre de Moisés para que lo cuidara.
Moisés creció en el palacio, pero cuando vio la realidad de la vida en Egipto, se indignó por la forma en que trataban a su propia gente. Tomando el asunto en sus propias manos, mató a un egipcio que estaba abusando de uno de los hebreos, y cuando la noticia corrió, tuvo que huir para salvar su vida. Terminó en la remota tierra de Madián, donde se casó con Séfora, y se estableció para ganarse la vida como pastor de rebaños. Habiendo comenzado su vida en un palacio, Moisés ahora estaba viviendo en la oscuridad.
Pero un día, mientras cuidaba a sus ovejas, Dios se le apareció en una zarza ardiente y lo llamó para que regresara a Egipto y le dijera a Faraón: “¡Deja ir a mi pueblo!” (3:10).
Dios rompe su silencio
Como cualquier estudiante en una universidad secular hoy, Moisés habría lidiado con sistemas de creencias y filosofías que eran muy diferentes de las enseñanzas que había recibido de su madre sobre el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. En el palacio se habría enterado del panteón egipcio: Osiris, Heket y Ra, los dioses de Egipto.
Habría sido fácil para Moisés asumir que el Dios de la Biblia era una de las muchas opciones posibles, y que el dios al que adoras es solo un reflejo de la cultura en la creces. Entonces, la gran pregunta para Moisés debe haber sido: «¿Quién es Dios?». La historia de cómo descubrió la respuesta se encuentra en Éxodo 3.
El fuego autosuficiente
Moisés vio fuego sobre un arbusto, pero ese fuego no estaba quemando el arbusto. El fuego era autosuficiente. Todos los otros incendios se apagan cuando han agotado el combustible disponible. Una vela sólo arde hasta que la cera se acaba y luego la llama se apaga. Pero esta llama era diferente a cualquier otra. Mantenía su propia vida. Moisés nunca había visto nada igual.
Cuando Moisés se acercó, Dios le habló desde el fuego: “Yo soy el Dios de tu padre: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (3:6). Las historias que Moisés había escuchado acerca de Dios tenían al menos cuatrocientos años de antigüedad, y él puede haberse preguntado si este Dios era simplemente una vieja tradición. ¡Pero ahora el Dios vivo le estaba hablando!
Entonces Dios reveló el maravilloso nombre por el que quería ser conocido: «YO SOY EL QUE SOY» (3:14). Dios se había revelado a Abraham, Isaac y Jacob, pero Él no dependía de su fe para Su existencia. «Dios es», y porque existe por el poder de Su propio ser, siempre lo será. Dios existe, creamos en Él o no.
Confusión sobre Dios
Hay un lugar cerca de Birmingham, Inglaterra, llamado «Spaghetti Junction», un laberinto de caminos que se unen en una masa retorcida de hormigón que, cuando se ve desde el aire, parece un plato de espaguetis. Si tomas un giro equivocado, puedes pasar una hora para regresar a donde comenzaste, como sé por una amarga experiencia.
Algunos conductores se alejan del Spaghetti Junction, convencidos de que si se acercan al lugar, ¡se perderán irremediablemente! Cada vez más personas sienten lo mismo acerca de la religión. Confundidos por la multiplicidad de dioses, evitan pensar seriamente en Dios.
Otra forma de evitar a Dios es moldear a nuestros propios dioses que apoyarán los estilos de vida o los valores que hemos elegido. Cuando las personas dicen que no creen en un Dios que juzgará, o que no pueden creer en un Dios que salva a las personas solo a través de Jesús, lo que realmente están diciendo es que no les gusta el Dios de la Biblia, y han elegido inventar otro dios más a su gusto.
Para tener una idea de lo ofensivo que es esto, imagina a un hombre editando una imagen digital de su esposa, haciendo cambios en todas las características que no le gustan. Él piensa que su nariz está chueca, así que cambia su forma. Él cree que ella tiene algunos kilos de más, así que afina su imagen. Luego, cuando él tiene la imagen que quiere, va hacia su esposa y le dice: «¡Así es como quiero que te veas!»
Incluso mientras describo el encuentro, puedes sentir el insulto personal. La esposa del hombre bien podría mirarlo directamente a los ojos y decir desafiante, «Yo soy quien soy». De la misma manera, es profundamente insultante para Dios que abramos la Biblia, veamos cosas acerca de Él que no nos gustan, y lo cambiemos por una imagen más agradable. Dios no es quien quieras que sea. ¡El es quien es!
El punto de las plagas
Está muy bien que el Dios de la Biblia diga «YO SOY», pero ¿cómo sabemos que Él es y que los otros dioses no lo son? Ese es el punto de las plagas (Éxodo 7-12). El Faraón se negó a obedecer el mandato de Dios de dejar ir al pueblo de Dios. No reconoció la autoridad de Dios en su vida. Tal vez creyó que tenía sus propios dioses, y que no había razón para que él obedeciera al Dios que había hablado con Moisés.
Mientras Faraón continuara creyendo que podía adorar a sus propios dioses, nunca se sometería a la autoridad del único Dios verdadero. Así que el Dios viviente dio prueba de quién es Él, al derribar los poderes detrás de los dioses de Egipto. Dios dijo: “ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto. Yo, el SEÑOR” (12:12).
Notamos los muchos dioses egipcios que Moisés conoció, incluyendo a Osiris, el dios del Nilo; Heket, la diosa de la reproducción; y Ra, el dios del sol. La sabiduría común dice que cada uno de estos dioses trajo bendiciones particulares a Egipto.
Había mucho más en juego en las plagas que un simple conflicto entre Moisés y Faraón. Dios le estaba diciendo a Faraón: “Adoras a Osiris, diciendo que el Nilo te sostiene, pero convertiré al Nilo en un pantano sin vida. Adoras a Heket, la diosa de la reproducción, que está representada como una rana, pero daré a luz tantas ranas que desearías nunca haberla conocido. Adoras a Ra, diciendo que el sol brillará sobre ti, pero convertiré el sol en tinieblas. Lo que has puesto en Mi lugar se convertirá en una plaga para ti”.
La gran pregunta al comienzo del libro de Éxodo era si Dios podría rescatar a su pueblo sufriente, y si pudiera, ¿le importaría lo suficiente como para hacer algo? Todavía nos hacemos las mismas preguntas cuando vemos el sufrimiento a nuestro alrededor en el mundo de hoy. Dios ha respondido a estas preguntas: “Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus sufrimientos. Yo he descendido para librarlos de la mano de los egipcios” (3:7–8).
Desafiando al Dios vivo
El pueblo de Dios solo podía ser salvado de la opresión si el Faraón se arrepintiera de su maldad o si el mal fuera destruido. Dios le ordenó a Faraón que dejara ir a la gente, pero él se negó. Así que Dios envió la primera plaga, pero el Faraón no se movió ni un centímetro. Siguieron más plagas, y cada vez que Faraón se resistía, el costo de su desafío se hacía más alto.
Nuestra sociedad secular también se siente libre de desafiar a Dios porque no cree que Él traerá juicio. Pero las plagas indican que Dios destruirá el mal, y cuando comprendas esto, comenzarás a ver por qué necesitamos un salvador.
Un sacrificio de sangre en Egipto
Cuando llegó la plaga final sobre Egipto, Dios abrió un camino para que su pueblo se mantuviera a salvo. Cada familia debía elegir un cordero. Debían conservarlo durante cuatro días y luego matarlo. La sangre del cordero debía ser pintada en el marco de la puerta de cada casa. Dios dijo: “Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo” (12:13).
Moisés había oído la voz de Dios. Sabía que Dios había provisto una forma en que las familias pudieran mantenerse a salvo durante esta noche de terror. El camino de la liberación era por la sangre de un animal sacrificado.
Imagínate a Moisés yendo de casa en casa preguntando: “¿Estás cubierto por la sangre del cordero? ¿Está sobre tu puerta? Se acerca el día del juicio y Dios ha dicho: ‘Cuando vea la sangre, pasaré de largo’. Toma a Dios por Su palabra y obedece Su mandato. Ahora, colócalo en tu casa. ¿Por qué no lo hiciste todavía?»
Observa que Dios nunca dijo: “Si ofrecen un cierto número de oraciones, los pasaré de largo”. No dijo: «Si eres sincero, pasaré de largo». Solo dijo: «Cuando vea» la sangre, pasaré de largo.
Cuando finalmente llegó la última plaga, no tengo ninguna duda de que algunas personas hubieran mirado hacia sus puertas y se hubieran preguntado si la sangre haría alguna diferencia. Todo lo que tenían que seguir era la Palabra de Dios. Dos millones de personas creyeron y obedecieron, y cada uno de ellos se mantuvo a salvo a través del juicio de Dios.
Sangre en el Jardín
El tema de la sangre en la historia de la Biblia se remonta al principio. Cuando Adán y Eva pecaron en el jardín, “el SEÑOR Dios hizo vestidutras de piel para Adán y su mujer, y los vistió...” (Génesis 3:21). Eso significa que Dios mató a un animal el día en que se cometió el primer pecado.
Dios le dijo a Adán que la desobediencia llevaría a la muerte, y hubo una muerte en el jardín ese día. La vida de Adán se salvó. Un animal murió en su lugar. Encontramos el mismo patrón en la historia de Abraham e Isaac. Dios proveyó un animal que fue matado en el lugar de Isaac. Ahora, un cordero sería asesinado por cada familia en Egipto.
Dios estaba enseñando el mismo mensaje a una nueva generación. Él estaba diciendo: “Serás salvo del juicio a través de la muerte de otro. Implicará el derramamiento de sangre. Así fue para Adán y Abraham, y así será para ti”.»Sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados» (Hebreos 9:22).
Los sacrificios de animales continuaron durante siglos en la historia del Antiguo Testamento hasta que un día Juan vio a Jesús y dijo: “¡He aquí, el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29).
Mil quinientos años después del éxodo de Egipto, Jesús celebró la Pascua con sus discípulos. Durante la comida, Él tomó la copa y dijo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lucas 22:20). Les estaba diciendo a Sus discípulos que así como la sangre del cordero salvaba a Su pueblo en Egipto, así Su propia sangre los libraría del juicio del último día.
Al final de la historia bíblica, vemos a una gran multitud de personas de pie en la presencia de Dios, llenos de alegría. ¿Quienes son esas personas? Son aquellos que han «lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero» (Apocalipsis 7:14).
Esto es lo que descubrimos hoy:
La repetida matanza de animales es uno de los temas más difíciles de entender en la historia del Antiguo Testamento, pero también es uno de los más importantes. A través de estos sacrificios de animales, Dios estaba preparando a Su pueblo para entender la necesidad y el significado del sacrificio de Jesucristo.
“Cristo, nuestra Pascua, ha sido sacrificado” (1 Corintios 5:7). Él cargó con el juicio de Dios para que no caiga sobre ti. Pero como en la Pascua, la sangre no solo debe ser derramada, también debe ser aplicada. Del mismo modo que debió existir un acto de fe y obediencia en el que el pueblo de Dios aplicó la sangre a los marcos de las puertas de sus casas, también debe existir un acto de fe en el que la sangre de Cristo se aplique a tu vida. Entonces puedes descansar en la promesa de Dios, y Dios te llevará de manera segura a través del Día del Juicio.
1 En la tierra de Egipto el Señor habló a Moisés y a Aarón y les dijo: 2 «Este mes será para ustedes el principio de los meses. Será el primer mes del año para ustedes. 3 Hablen a toda la congregación de Israel y digan: “El día diez de este mes cada uno tomará para sí un cordero, según sus casas paternas; un cordero para cada casa. 4 Pero si la casa es muy pequeña para un cordero, entonces él y el vecino más cercano a su casa tomarán uno según el número de personas. Conforme a lo que cada persona coma, dividirán ustedes el cordero. 5 El cordero será un macho sin defecto, de un año. Lo apartarán de entre las ovejas o de entre las cabras. 6 Y lo guardarán hasta el día catorce del mismo mes. Entonces toda la asamblea de la congregación de Israel lo matará al anochecer. 7 Ellos tomarán parte de la sangre y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas donde lo coman.
8 ”Comerán la carne esa misma noche, asada al fuego, y la comerán con pan sin levadura y con hierbas amargas. 9 Ustedes no comerán nada de él crudo ni hervido en agua, sino asado al fuego, tanto su cabeza como sus patas y sus entrañas. 10 No dejarán nada de él para la mañana, sino que lo que quede de él para la mañana lo quemarán en el fuego. 11 De esta manera lo comerán: ceñidas sus cinturas, las sandalias en sus pies y el cayado en su mano, lo comerán apresuradamente. Es la Pascua del Señor.
12 ”Porque esa noche pasaré por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, tanto de hombre como de animal. Ejecutaré juicios contra todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor. 13 La sangre les será a ustedes por señal en las casas donde estén. Cuando Yo vea la sangre pasaré de largo, y ninguna plaga vendrá sobre ustedes para destruirlos cuando Yo hiera la tierra de Egipto.
(NBLA)
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