Descripción
Jesús nos enseñó a orar “Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Pero, ¿cómo se hace la voluntad de Dios en el cielo? Escucha al Pastor Colin mientras nos enseña cómo los ángeles son un modelo para nosotros.
Transcripción
2. Un modelo de hacer la voluntad de Dios
Fíjate en lo que dice esta tercera petición: “Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Así que Jesús nos está dando aquí un modelo, un patrón de cómo debe hacerse la voluntad de Dios.
Padre, que se haga Tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Esto plantea la pregunta obvia: ¿quién hace la voluntad del Padre en el cielo? Y la respuesta a eso, por supuesto, muy claramente establecida en la Biblia, es que los ángeles lo hacen.
A. En el cielo
El Salmo 103:20 dice, «Bendigan al Señor, ustedes Sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutan Su mandato, obedeciendo la voz de Su palabra».
Así son los ángeles en el cielo, son obedientes a todos los mandatos de Dios. Y por supuesto, lo ves a menudo en las Escrituras y sobre todo, en sus momentos más importantes.
Los ángeles son los mensajeros celestiales de Dios que cumplen Su voluntad. En la historia de la Navidad, leemos que el ángel Gabriel anunció a María la concepción y luego el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Fueron los ángeles quienes anunciaron Su resurrección de entre los muertos: “No está aquí, ha resucitado”. Y son ángeles los que anuncian Su glorioso regreso: “¿Por qué están mirando al cielo? Este mismo Jesús que ha sido tomado de ustedes al cielo, vendrá de la misma manera, tal como lo han visto ir al cielo”.
Aquí se nos dice con toda claridad: Hágase tu voluntad en el cielo, es decir, que los ángeles son el modelo de hacer la voluntad de Dios en el cielo, para nosotros hacerla aquí en la tierra. Entonces, ¿cómo es su obediencia a la voluntad del Padre en el cielo? Seguramente diríamos en primer lugar que los ángeles cumplen plenamente la voluntad del Padre. Siempre están dispuestos a obedecer el mandato del Padre, y no hay misión a la que no respondan.
Así que Jesús dice: ¿crees que no puedo orar a mi Padre y Él me enviará enseguida más de doce legiones de ángeles? Cristo sólo tiene que pedirlo y los ángeles harán lo que Él diga. Y Jesús dice, ahora oren así para que la voluntad del Padre se haga en la tierra así como en el cielo, como los ángeles que lo hacen con gusto.
El libro de Hebreos habla de la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, donde hay miles y miles de ángeles que están reunidos en alegre y gozosa asamblea. Así que no hay renuencia por parte de los ángeles respecto a cumplir la voluntad de Dios. No arrastran los pies en una obediencia sombría, sino que encuentran alegría en cumplir cada mandato, cada palabra que procede de nuestro Padre celestial. Cumplen plenamente la voluntad de Dios, lo hacen con alegría y lo hacen inmediatamente.
Hebreos nos dice que Dios hace a Sus ángeles como vientos, lo vemos en Hebreos 1:7 (NVI) “Como vientos”. Eso transmite claramente velocidad, el viento se mueve deprisa. Los ángeles no se entretienen diciendo: ¿haremos o no haremos lo que Dios ha dicho? Cuando Dios habla, la respuesta de los ángeles es inmediata, es gozosa. Vuelan como el viento para hacer la voluntad de Dios.
Esto es lo que Jesús nos enseña a orar, Padre, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.
¿Cómo se hace la voluntad de Dios en el cielo? Pues se hace plenamente, se hace con gozo y se hace inmediatamente. Y en el Padrenuestro pedimos que podamos hacer la voluntad del Padre precisamente de la misma manera. Señor, permíteme ser alguien que haga tu voluntad plenamente, con gozo e inmediatamente. Líbrame de elegir lo que quiero hacer y lo que no. Líbrame de la pereza que quiere cuestionar si voy a hacer lo que me has revelado claramente.
Padre, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Pero ya sabes. Los ángeles no conocen las realidades de nuestra vida en la tierra. Los ángeles no experimentan la tentación como nosotros. Los ángeles no saben lo que es sufrir. Por eso Dios nos ha dado un modelo más cercano.
B. En la tierra
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Y eso plantea la pregunta. Se ha hecho alguna vez la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo? Y la respuesta es que Sí, se ha hecho en la vida y en el ministerio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Jesús dijo: “Porque he descendido del cielo, no para hacer Mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38).
Y a Jesús le encantaba hacer la voluntad del Padre. En el evangelio de Juan, capítulo 4, se nos dice: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo Su obra”. Para Jesús, hacer la voluntad del Padre era nutritivo. Era para Él como una buena comida que le causaba satisfacción. Hermano, hermana en Cristo, hacer la voluntad de Dios será más satisfactorio para ti cuanto más hagas la voluntad de Dios, cuanto más obedezcas, más alimentado estarás y más satisfecho estarás.
¿Qué significaba para Jesús hacer la voluntad del Padre en la tierra y qué significa para nosotros hacer la voluntad del Padre en la tierra? Pues significa dos cosas.
1. Abrazar los mandamientos que Dios nos ha llamado a obedecer.
Y esto es lo que Jesús dijo al respecto en relación a nosotros: “Cualquiera que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos, ese es Mi hermano y Mi hermana y Mi madre”.
¿Ves el significado de eso? Que la prueba segura de que perteneces a Jesucristo, de que formas parte de Su familia, esa prueba se verá en cómo obedeces la voluntad del Padre. Jesús dijo: “Por sus frutos los conocerán”. Quien hace la voluntad del Padre, esa es la persona que me pertenece; ese es el que realmente está en la familia, el verdadero hijo de Dios.
Así dijo Jesús en otra ocasión, «No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos». Escucha bien… conocer la voluntad del Padre no te sirve de nada en absoluto si no la haces. Jesús dijo que la persona que oye las palabras del Padre y no las pone en práctica, es como un necio que construye su casa sobre la arena.
Piensa en esa persona. Tiene una vista maravillosa de la playa, pero su vida es un desastre anunciado. Y cuando llega la tormenta, Jesús dice: la persona que ha oído Mi palabra pero no la ha puesto en práctica, su casa se vendrá abajo. Pero entonces Jesús dice: Ahora bien, la persona que escuche mis palabras y las ponga en práctica, esa persona va a ser como un hombre prudente que construyó su casa sobre una roca. Y cuando llega la tormenta, su casa se mantendrá en pie.
Ahora bien, cuando oras que se haga Tu voluntad, te estás comprometiendo a seguir a Jesús en obediencia a todos los mandatos del Padre. Cuando oramos venga Tu reino, hágase Tu voluntad, estás descartando todo lo que Dios prohíbe y estás sujeto a todo lo que Dios manda.
Eso es lo que significa orar “Hágase Tu voluntad”.
Para Jesús, hacer la voluntad del Padre significaba no sólo vivir esa vida perfecta en la que, en completa rectitud, cumplió todos los requisitos de la ley de Dios y lo hizo de forma maravillosa, perfecta y completa. Si no que también significaba algo más. Significó para Él, y significará también para nosotros, someternos a la carga que Dios nos ha llamado a llevar, a ti y a mí.
2. Someternos a la carga que Dios nos ha llamado a llevar.
Ya hemos visto en esta serie que Jesús oró todas las peticiones del Padre Nuestro por sí mismo o por los demás. Y si te haces la pregunta, ¿cuándo fue que Jesús oró esta tercera petición del Padre Nuestro, Hágase tu voluntad? Pues fue en el Huerto de Getsemaní. Ahora bien, la experiencia de nuestro Señor aquí fue única porque las Escrituras revelan los acontecimientos precisos que tendrían lugar en la vida del Mesías. ¿Te imaginas lo que debió ser para nuestro Señor Jesús leer el Salmo 22, que habla del Salvador que vendría a sufrir?
Leer algo como esto: «Todos los que me ven, de Mí se burlan. Me horadaron las manos y los pies. Todos mis huesos están descoyuntados». Y luego leer que el que sufre así, dice también: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Y Jesús sabe, al leer estas palabras, que esto es lo que le va a suceder. Ésta es la carga que el Padre le ha encomendado llevar. Como debió haber sido para nuestro Salvador leer Isaías 53, sabiendo que Él era realmente el siervo que sufriría, que era voluntad del Señor herirle.
Que nuestros pecados recayeran sobre Él y que llevara el castigo que nos correspondía. Y Jesús sabía, al leer estas palabras del profeta Isaías, que esa era la voluntad del Padre para Él. Si quieres saber lo difícil que puede ser orar la tercera petición del Padre Nuestro, hágase Tu Voluntad, echa un vistazo a Jesús en el Huerto de Getsemaní, mientras mira fijamente al abismo de lo que tiene por delante. Nuestro Señor recibió una terrible carga que llevar y hubo una gran batalla en Su alma para poder decir: “Hágase Tu Voluntad”.
Mateo relata que se postró sobre Su rostro y oró diciendo: «Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa, pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras». Y la segunda vez se fue y oró diciendo: «Padre Mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad».
Esto es lo que significa que se haga la voluntad de Dios en la tierra. Significa que te sometes a la carga que Dios te ha llamado a llevar, como hizo Jesús en el Huerto de Getsemaní. Que se haga Tu voluntad.
Ahora bien, ninguno de nosotros llevará jamás la carga que soportó nuestro Salvador. Pero Dios nos ha dado a cada uno de nosotros cargas que debemos llevar, cosas que desearíamos no tener que vivir, cosas que desearíamos que no fueran como son. Y cuando oras para que se haga Su voluntad, estás pidiendo que Dios te dé fuerzas para llevar esas cargas.
¿Y cómo hizo Jesús la voluntad del Padre? ¿Cómo puede llevar la carga que Dios le pide que lleve? Pues lo hizo por amor al Padre.
La palabra Padre se repite en Getsemaní y en la cruz. En Getsemaní «Padre Mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad». “Padre, que se haga tu voluntad en la cruz”. “Padre, perdónalos”. “Padre, en tus manos encomiendo Mi espíritu”. Cuanto mayor sea tu amor al Padre, más fuerte serás bajo la carga que Él te llama a soportar. Y tu amor al Padre crecerá a medida que veas en Jesús más de su amor por ti. Y entonces, Jesús hizo esto no sólo por amor al Padre, sino que lo hizo por el gozo que tenía delante de Él.
La carta a los Hebreos nos dice que «Puestos los ojos en Jesús, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios». Así pues, fue el amor del Padre y la anticipación gozosa de lo que le esperaba, al otro lado de Su sufrimiento, eso fue lo que permitió a Jesús decir: «Hágase tu voluntad».
Y entonces, lo último es lo siguiente. Getsemaní nos recuerda sin duda que la tercera petición del Padre Nuestro, hágase Tu voluntad, es la petición más difícil de todas las que podemos orar. Pero hay algo más aquí que quiero que entiendas. Esta petición cambia por completo nuestra visión de la oración.
Verás, nuestro primer pensamiento puede ser que la oración es una forma de conseguir que Dios haga nuestra voluntad. Y Jesús dice que es completamente lo contrario. La finalidad de la oración no es que Dios haga nuestra voluntad, sino que nosotros hagamos la voluntad de Dios.
Que se haga Su voluntad. ¡Únete a mí en esta oración!
Una oración
Padre Nuestro que estás en los cielos, nos inclinamos ante Ti y te pedimos hoy que, por Tu Espíritu, nos lleves al lugar en el que seamos verdaderamente capaces de orar de corazón: «Hágase Tu voluntad».
Tú sabes lo fuertes que son nuestras propias voluntades. Tú sabes lo difícil que nos resulta someternos a Tu camino para nuestras vidas. Por eso, Señor, fortalécenos para desear y hacer Tu voluntad.
Oramos por lo que has mantenido en secreto, como lo vemos en Deuteronomio 29:29. Contemplamos nuestro país y nuestro mundo y nos preguntamos qué estás haciendo. En el ruido de las voces contradictorias, haz avanzar Tu propósito redentor, tal como hiciste a través del clamor alrededor de la cruz.
Ayúdanos a confiar en Ti, cuando nos cueste entender lo que haces. Ayúdanos a saber y a creer realmente que Tú reinas de forma suprema en todas las cosas, incluso en las que no comprendemos.
Padre, Te pedimos que nos ayudes a crecer en discernimiento, como lo afirma Romanos 12:2. Guíanos por el camino de la sabiduría, guárdanos de tomar decisiones insensatas. Ayúdanos a pensar con claridad y a juzgar correctamente. Danos la humildad que busca y escucha el sabio consejo de los demás. Y ayúdanos, oh Señor, a ser enérgicos para descartar todo lo que Tú prohíbes y abrazar todo lo que Tú mandas.
Padre, te damos gracias porque nuestro Salvador conoce la intensidad de nuestra lucha, cuando Tu voluntad entra en conflicto con nuestros deseos. Danos fuerza para obedecer Tus mandatos, y danos gracia para someternos a las cargas que nos has llamado a llevar.
Te pedimos que nos ayudes a hacer Tu voluntad revelada como los ángeles, plena, alegre e inmediatamente. Ayúdanos a amarte con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas. Ayúdanos, te rogamos, a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Ayúdanos a hacer discípulos a personas de todos los pueblos, y a buscar el bien de personas de todas las naciones. Sálvanos de ser cristianos infelices. Líbranos del hábito pecaminoso de la queja. Ayúdanos hoy y todos los días de esta semana a alegrarnos en Ti, a ser constantes en la oración, y a dar gracias en toda circunstancia.
Y líbranos, Padre amado, de pensar en la oración como un medio para conseguir que Tú hagas nuestra voluntad. Haz que nos parezcamos más a Jesús. Enséñanos a orar: «Hágase Tu voluntad» por Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, en cuyo nombre oramos. Amén.