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Si estás saludable, tienes un trabajo, una casa, una cocina llena y una cuenta de banco con dinero, ¿por qué necesitarías orar “Danos hoy el pan nuestro de cada día”? El Pastor Colin habla sobre nuestra dependencia en Dios.


Transcripción

Llegamos a la cuarta petición del Padre Nuestro: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. 

Ahora bien, hacer esta oración conseguirá cuatro cosas para nosotros. Quiero que veamos hoy cómo hacer esta oración nos ayudará a:

1. Reconocer nuestra dependencia 

2. Crecer en gratitud

3. Profundizar nuestra compasión

4. Afirmar la fidelidad de Dios

Comencemos entonces por aquí. 

Esta oración, al hacerla, nos ayudará a reconocer nuestra dependencia. 

Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y quiero centrarme primero en esta palabra tan importante: “danos”. Dar. Danos hoy el pan nuestro de cada día.

Ahora bien, cuando pedimos a Dios que nos dé el pan de cada dia, estamos reconociendo muy claramente nuestra dependencia de Él. Y eso va contra nuestra naturaleza, porque por naturaleza lo que queremos es declarar nuestra independencia.

Pero cuando hemos llegado a conocer a Dios como nuestro amoroso Padre Celestial, afirmamos con gozo que todo buen don del que disfrutamos procede de nuestro Padre y desciende de Su bondadosa mano. En otras palabras, esta oración reconoce que no hay hombres ni mujeres hechos a sí mismos en ninguna parte. ¿Qué tienes que no hayas recibido? Todo procede de la mano buena y bondadosa de nuestro Dios amoroso.

Y cuando pedimos que Dios nos dé el pan de cada día, también estamos reconociendo que Dios no nos debe nada. Ahora, la próxima vez, si Dios quiere, llegaremos a la quinta petición sobre el perdón de nuestras deudas. Y ahí reconocemos que hay una deuda que todos nosotros tenemos con Dios. Pero ninguno de nosotros puede acercarse a Dios y decirle: “oh, hay una deuda que tienes conmigo”. ¡No! Dios no nos debe nada y todo lo que tenemos es un don gratuito de Su mano amorosa y bondadosa.

Ahora bien, supongo que la sensación de dependencia diaria de Dios para que nos proporcione lo que necesitamos era algo que la gente de siglos anteriores sentía de forma más profunda e inmediata de lo que suele ser hoy. Es decir, que nos hemos acostumbrado a procesos brillantemente organizados por los que nuestra comida llega del campo a la mesa. 

Pero algo que seguramente estamos aprendiendo de la pasada pandemia del coronavirus es que las cosas que suponemos que siempre estarán ahí, pueden desaparecer muy rápidamente.

Y realmente dependemos de Dios más de lo que a menudo pensamos. Y Jesús nos enseña a pedir al Padre que nos proporcione lo que necesitamos cada día. Ahora bien, en los tiempos bíblicos, el pueblo de Dios miró hacia atrás, a cuando Dios los sacó de Egipto, donde habían sido esclavos. 

Y Dios partió el Mar Rojo y los llevó sanos y salvos al otro lado.

Pero entonces el pueblo de Dios se enfrentó a un largo camino hacia la Tierra prometida. Tuvieron que pasar un tiempo en el desierto. ¿Cómo iban a sobrevivir? ¿Qué iban a comer? La Biblia nos cuenta cómo Dios les dio sobrenaturalmente maná del cielo. El Señor dijo a Moisés: “Yo haré llover pan del cielo para ustedes. El pueblo saldrá y recogerá diariamente la porción de cada día». 

Ahora bien, este maná, llovió del cielo. ¿No te encanta esa frase, llovió del cielo?

Era como una especie de goma o resina y estaba en el suelo. Caía, por así decirlo, con el rocío. Lo encontraban por la mañana y lo recogían. Lo molían, lo hervían y hacían tortas con él. Y la Escritura nos dice que su sabor era como el de las tortas cocidas con aceite. Cuando el rocío cayó sobre el campamento por la noche, el maná cayó con él. 

Ahora bien, este maná fue un don milagroso de Dios. Dios lo proporcionó. Y cuando Jesús nos dice que oremos, Danos hoy el pan nuestro de cada día, nos está recordando que dependemos de Dios para nuestro alimento tanto como los israelitas dependían del maná en el desierto. Esta es la cuestión: Me pregunto ¿si realmente crees eso, que dependemos de Dios tanto como los israelitas dependían de Él en el desierto?

Si tienes trabajo y un hogar; si gozas de buena salud y si tu cocina cuenta con alimentos suficientes para que te duren algún tiempo; y si además eres un sabio administrador de tu dinero, ¿por qué necesitarías orar: danos hoy el pan nuestro de cada día? Tienes todo lo que necesitas para hoy, ahí mismo. Simplemente porque todo lo que tenemos puede perderse fácilmente y la Biblia lo deja muy claro.

Piensa en la historia de Job. Aquí había un hombre bueno y Dios lo bendijo y lo prosperó. Tenía una gran familia, tenía bienes sustanciosos en ovejas y en camellos, bueyes y asnos. He aquí un hombre que tenía todo lo que se podía desear o imaginar y, sin embargo, todo lo que tenía lo perdió en un solo día. Los enemigos atacaron a los siervos de Job, un rayo alcanzó a sus ovejas, unos ladrones robaron sus camellos y luego la casa en la que estaban reunidos sus hijos se derrumbó sobre ellos bajo un viento huracanado. Cuando sobrevino el desastre, Job dijo: “El Señor dio y el Señor quitó; Bendito sea el nombre del Señor”.

Veras, una persona piadosa sabe que todo lo que tiene es un don de la mano de Dios, y sólo lo tenemos mientras Dios quiera que lo conservemos. Y luego la Biblia nos cuenta otra historia en el libro de Rut. Leemos sobre una pareja que tenía dos hijos y era una familia con algunos recursos. Y así, cuando llegó una época de hambruna, se encontraban en una posición en la que podían simplemente mudarse a otro país.

Pero mientras estaban allí, el hombre murió. Y algún tiempo después, murieron los dos hijos adultos y quedó la mujer que se llamaba Noemí. Volvió a su casa y dijo esto «Llena me fui, pero vacía me ha hecho volver el Señor». Verás dependemos de Dios no sólo para que nos proporcione lo que necesitamos, sino también para que preserve lo que tenemos.

Y luego Jesús nos cuenta otra historia en el Nuevo Testamento, una historia sobre un hombre rico que lo perdió todo. Dios había bendecido a este hombre con una gran cosecha. De hecho, era tan grande que no tenía un lugar para almacenar todo lo que tenía. Asi que tomó la decisión de ampliar su operación: “Voy a derribar mis graneros, voy a construir otros más grandes”. Y cuando terminó, dijo, “bueno, ahora tengo suficiente ganado para muchos años, y puedo comer, beber y divertirme”. https://abrelabiblia.org/historia/el-vuelo/5-dones-en-las-cartas-del-nuevo-testamento/

Pero Dios le dijo… “¡Necio! Esta misma noche reclamarán tu alma”. Es decir, que dependemos de Dios para que nos proporcione lo que tenemos, para que preserve lo que tenemos y para que sostenga nuestra vida, de modo que podamos disfrutar de lo que tenemos. 

Dependemos de Dios para que nos proporcione lo que tenemos, para que preserve lo que nos ha dado y para que sostenga nuestra vida de modo que podamos disfrutar de todas Sus bondades. En todo momento dependemos total y absolutamente del Señor. Ahora bien, seguramente una cosa que Dios nos está enseñando a través de las crisis es que nuestras vidas son mucho menos seguras de lo que a menudo nos gustaría pensar. Realmente dependemos de Dios cada día.

Y las Escrituras nos lo recuerdan, sobre todo en lo que se refiere a nuestra comida, que en cada fase del proceso, desde el cultivo de nuestros alimentos hasta su ingesta y digestión, dependemos total y absolutamente de Dios. Dependemos de Dios para nuestra comida cuando está en el campo, en el granero, en el plato y en el estómago.

Thomas Boston señala algunos pasajes que hablan de esto. Piensa en esto, Dios dice en Oseas 2:9, “volveré a tomar Mi trigo”. Verás, cuando el trigo está en el campo, corre el riesgo de ser destruido por el viento o la lluvia o la sequía o las plagas. Puede Dios recuperar el trigo antes de que llegue a nosotros. Ah pero podríamos pensar que una vez cosechado, y una vez guardado en el granero, entonces estará a salvo. ¡Pero no es así! La Palabra nos dice aquí que aunque el grano esté en el granero, puede ser destruido fácilmente por un incendio, una chispa y toda la cosecha desaparece.

Ah, pero ¿y cuando lo tenemos en el plato? Una vez que lo tenemos en la cocina, una vez que lo tenemos cocinado, una vez que lo tenemos delante, seguramente entonces todo estará a salvo y todo estará bien. Pues no tan rápido, el Salmo 107:18 nos dice que, “Su alma aborreció todo alimento, y se acercaron hasta las puertas de la muerte”. Veras, ¿de qué sirve la comida amontonada en el plato si no tienes salud ni apetito para comerla? Y tú dices, bueno, una vez que la hemos comido, seguro todo estará bien. 

Pues no tan rápido. Escucha esto del capítulo 20 de Job, en el versículo 14, relativo a la comida en su estómago: “Con todo la comida en sus entrañas se transforma en veneno de cobras dentro de él”. Aunque la comida esté en tu estómago, no te servirá de nada si te hace enfermar. Desde el cultivo de nuestros alimentos hasta la nutrición de nuestros cuerpos, dependemos cada día de Dios y de Su abundante bondad para satisfacer todas nuestras necesidades.

De nuevo Thomas Boston nos dice que el universo y todas sus criaturas están sostenidas por Dios como una bola en el aire, y que si Dios quitara Su mano, caería y todo se derrumbaría por completo.

Luego continúa diciendo: “Si Dios retirara Su mano, toda nuestra comida desaparecería, las bestias desaparecerían y el sol se apagaría como una vela. Tu comida y todo lo que entra en ella para nutrir tu cuerpo depende de Dios, tanto como el pueblo de Dios en el desierto, cuando Dios hizo llover maná del cielo”.

Seamos pues, agradecidos con Dios. Muchos cristianos, por supuesto, reconocen esto de una forma muy sencilla dando gracias en la comida antes de comer. Creo que es una tradición muy buena. Me ayuda a recordar tres veces al día que Dios provee para mí, y que lo que tengo y lo que puedo disfrutar es un don que procede directamente de Su mano amorosa. Así que en esta oración y al hacerla tuya, aprendemos a reconocer nuestra dependencia de Dios. 

Una segunda cosa que creo que es especialmente importante para todos nosotros hoy, es que crezcamos en gratitud.

Danos hoy el pan nuestro de cada día. 

Centrémonos ahora en la palabra “pan”. El pan se utiliza en la Biblia como término general para designar las necesidades básicas de la vida. Por ejemplo, en Génesis 3:19, Dios le dice a Adán: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan”. Y eso significa sencillamente, Adán, vas a tener que trabajar para ganarte la vida.

Así pues, el pan incluye la comida, la salud, como hemos visto en el apetito, incluye la vivienda, incluye la ropa, incluye nuestro trabajo, incluye nuestra seguridad, incluye la estabilidad de nuestro país y de nuestra economía. Todos ellos son dones que proceden de la mano amorosa de nuestro Padre celestial. Por eso, en esta oración por el pan de cada día, pedimos a Dios todo lo que necesitamos para una vida que honre Su nombre, que haga avanzar Su reino y que cumpla Su voluntad.

Fíjate que pedimos pan, no un trozo de filet Mignon. Dios les dio maná, Dios nos da lo que necesitamos, pero no nos da todo lo que queremos. Y Jesús nos invita a pedir lo que necesitamos. 

En el libro de Números, capítulo 11, se nos cuenta la historia de cómo el pueblo de Dios se quejó de la comida que Dios les daba. Dios les dio maná, pero no estaban satisfechos con lo que Dios les estaba dando, querían más. Y leemos en Números 11:4: “El populacho que estaba entre ellos tenía un deseo insaciable; y también los israelitas volvieron a llorar, y dijeron: ¿Quién nos dará carne para comer?” Tenían pan, tenían el maná, pero decían: ¿Quién nos dará carne para comer? Ahora quiero que notes esto, que había un populacho entre el pueblo de Dios, un grupo dentro del pueblo de Dios, que nunca estaba satisfecho. Y esta gente tenía un fuerte deseo. En vez de estar agradecidos por lo que Dios les daba, en vez de estar agradecidos por lo que tenían, se enfadaban, se frustraban por lo que no tenían.

Y la gran diferencia, como ves, entre el populacho y los redimidos es que el populacho culpaba a Dios de todo y no le daba las gracias por nada, mientras que los redimidos daban las gracias a Dios por todo y no le culpaban por nada. Pues bien, este populacho provocó a otros del pueblo de Dios, y sus quejas empezaron a extenderse por todo el campamento. El pueblo de Israel volvió a llorar y dijo: ¿Quién nos dará carne para comer? Dios les dio pan, ellos querían carne.

Entonces dijeron: Pero ahora no tenemos apetito. Nada hay para nuestros ojos excepto este maná. Despreciaron lo que Dios les había dado, el pan del cielo. No es suficiente, queremos más.