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Descripción

El Antiguo Testamento nos da un esquema de todas las promesas de Dios. En la Parte 2 del mensaje Dios hace una promesa, el Pastor Colin habla de cómo debemos entenderlo.


Transcripción

4. Redención (continuación)

Dios dice: «Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, así que he descendido para librarlos y para sacarlos a una tierra que mana leche y miel«.

En aquel tiempo, Dios levantó a un hombre llamado Moisés y lo envió al rey pagano de Egipto con la orden divina de que este rey dejara marchar al pueblo de Dios. Pero el rey pagano de Egipto no aceptó la autoridad de Dios y desobedeció Su orden, se negó y cayó bajo el juicio de Dios, que se derramó en forma de una serie de plagas, cada una más grave que la anterior, y que culminó en un juicio final en el que la muerte cayó sobre toda la tierra.

Luego, Dios dio a Su pueblo un mandato muy sencillo. Dijo a los Suyos: «Sacrifiquen un cordero, tomen la sangre y coloquenla sobre los marcos de las puertas de sus casas». Y luego Dios dijo esto, «cuando vea la sangre, pasaré de largo».

Y en aquella noche que se conoció como la Pascua, Dios sacó a Su pueblo de la esclavitud en Egipto y lo reunió en el monte Sinaí, donde hizo un pacto con Él. Dios les dio mandamientos, aunque, mientras Dios daba los mandamientos a Moisés en la cima de la montaña, en ese mismo momento, el pueblo estaba quebrantando esos mismos mandamientos.

Eso nos recuerda que el pueblo de Dios necesita algo más que mandamientos. Necesita los sacrificios. Por eso Dios les dio sacrificios y les hizo esta promesa: «Andaré entre ustedes y seré su Dios, y ustedes serán Mi pueblo».

Y luego que les dio estos sacrificios, les dejó claro que al igual que habían sido liberados de la muerte por el juicio de Dios mediante la sangre de un cordero sacrificado en Egipto, así su comunión con Dios se mantendría mediante un sacrificio ofrecido por los pecados del pueblo de Dios. Y entonces se designó a un sumo sacerdote para ofrecer dicho sacrificio.

¿Qué promete Dios aquí? Pues Dios hace la maravillosa promesa de reconciliar a los pecadores consigo mismo. Como todo el pueblo de Dios, todos tenemos muchos pecados. 

Él se ofrece a reconciliar consigo a los pecadores mediante un sacrificio ofrecido por nuestros pecados. Se compromete a una relación en la que caminará con nosotros, y en la que lo conoceremos personalmente y Su presencia estará en nuestras vidas.

Dios dice, “Yo seré Su Dios y ustedes serán Mi pueblo”.

“Pero esta relación, este pacto al que me vinculo, será sostenido, sellado, guardado y forjado mediante el derramamiento de sangre a través de un sacrificio por sus pecados para que puedan ser introducidos y mantenidos en esta gloriosa relación conmigo”. Eso es la redención.

Ahora, a medida que seguimos la historia bíblica, llegamos a la quinta dimensión de la gran promesa de Dios en el Antiguo Testamento. 

5. Dominio

Porque cuando el pueblo de Dios llegó a la tierra de Canaán que Él le había prometido, y después de haber estado allí un tiempo, sintieron que les gustaría tener un rey, y entonces eligieron a uno, lo que resultó ser un desastre absoluto. Entonces Dios eligió un rey para ellos, un hombre llamado David. Y a este rey, Dios le hizo promesas extraordinarias. En el capítulo 7 del Segundo libro de Samuel, Dios le dice a David: «Levantaré a tu descendencia y estableceré tu reino».

Más aún, Dios dice: «Estableceré su reino para siempre». ¿Para siempre? ¿Cómo puede un rey reinar para siempre? No hay ningún reino en la historia del mundo que haya existido para siempre. Todos se levantan y caen. Pero Dios dice a David: «Levantaré a tu descendencia y estableceré el trono de su reino para siempre». Y luego Dios añadió esta promesa aún más asombrosa sobre esta descendencia. Dios dice: «Yo seré padre para él y él será hijo para Mí».

Así que ya ves lo que Dios promete aquí. Dios promete que Su pueblo vivirá bajo la bendición de Su gobierno para siempre. Ahora bien, a medida que se va perfilando la promesa de Dios en el Antiguo Testamento, se hace evidente que buscamos a alguien, a alguien que cumpla estas asombrosas promesas de Dios. 

Y sabemos de esta persona que nacerá de una mujer, como lo vemos en Génesis capítulo 3, será de la descendencia de Abraham, y será descendiente de David. Será un rey que traerá las bendiciones del gobierno de Dios. Sabemos también de esta persona que Dios será Su padre y que será Hijo de Dios y que Dios establecerá Su reino y Su trono por los siglos de los siglos.

Y luego, a medida que avanzas en la historia del Antiguo Testamento, encontramos una sexta dimensión de esta asombrosa promesa de Dios, que he llamado CORRECCIÓN.

6. Corrección 

Después de David, hubo toda una línea de reyes. Algunos de ellos eran buenos, pero la mayoría eran malos, iban tras otros dioses, y Dios envió profetas para llamarlos de nuevo a la obediencia.

Y puedes leer lo que dijeron estos profetas en los libros que llevan sus nombres, como Isaías, Jeremías, Amós y Oseas, entre otros. El mensaje de los profetas fue ignorado en gran medida. Pero Dios nunca permite que Sus palabras fallen.

Verás, aunque excluyas la Palabra de Dios, Dios cumplirá Su propósito por otros medios. El Dios que nunca abandona a Su pueblo intervino y trajo una severa disciplina a sus vidas. Gracias a Dios por esto, porque Él nunca abandona a Su pueblo. Permitió que los enemigos invadieran la tierra que les había dado y Su propio pueblo se convirtió en exiliado fuera de esa tierra durante un periodo de 70 años.

Y sin embargo, incluso en esta disciplina tan severa, Dios no abandonó Su promesa, y por eso leemos en el capítulo 29 de Jeremías lo siguiente: «Cuando se le hayan cumplido a Babilonia setenta años, Yo los visitaré y cumpliré Mi buena palabra de hacerlos volver a este lugar. Porque Yo sé los planes que tengo para ustedes, declara el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza».

Incluso cuando Dios interviene en tu vida con el amor lleno de disciplina de un padre, es para traerte de vuelta a Sí mismo, porque el pacto de Su amor nunca, nunca, nunca abandonará a Su pueblo. ¿Qué promete Dios aquí? Dios promete que todo Su pueblo andará por Sus caminos. Como parte del pueblo de Dios, el futuro final para ti es que amarás a Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Y no sólo tú, Dios reunirá a toda una comunidad de personas de todas las generaciones y de todas las naciones del planeta en las que Sus caminos sean evidentes, en las que se refleje su imagen, en las que se vea plenamente Su gloria. Él nunca abandona a Su pueblo. Siempre completa la obra que ha comenzado.

Incluso cuando Dios interviene en tu vida con el amor lleno de disciplina de un padre, es para traerte de vuelta a Sí mismo, porque el pacto de Su amor nunca, nunca, nunca abandonará a Su pueblo. Él siempre completa la obra que ha comenzado.

Y eso nos lleva a la séptima parte de esta gran promesa que he llamado simplemente RESTAURACIÓN. 

7. Restauración 

Porque durante 70 años, cuando el pueblo estaba exiliado en Babilonia, debió parecerles imposible que Dios pudiera cumplir Su promesa. Es decir, ahí estaban, exiliados en Babilonia, y en aquel tiempo, Dios le dio una visión maravillosa a un hombre llamado Ezequiel.

Ezequiel tuvo una visión sobre un valle de huesos secos. Y en esa visión vio un viento que representaba al Espíritu de Dios soplando sobre todo ese valle lleno de huesos secos. Y los huesos se movían y con el viento se juntaban y se cubrían de carne y luego de piel. Y entonces estos cadáveres volvieron a la vida y Dios les estaba trayendo nueva vida.

Dijo dijo a Ezequiel: «Estos huesos son toda la casa de Israel”. Ellos dicen: “Nuestros huesos se han secado, y nuestra esperanza ha perecido. Estamos completamente destruidos”. ¿Lo has sentido alguna vez? Sentir que no tienes poder, que no tienes recursos, que no puedes cambiar tu situación.

Y Dios dice: “Profetiza, y diles: “Así dice el Señor Dios: ‘Voy a abrir sus sepulcros y los haré subir de sus sepulcros, y sabrán que Yo soy el Señor”. Puedes ver lo que Dios está prometiendo aquí. Dios está prometiendo traer nueva vida de la tumba, hacer lo que es humanamente imposible, hacer por estas personas lo que no tenían absolutamente ninguna capacidad de hacer por sí mismas. 

Quiero que intentes asimilar lo mucho que Dios promete en las Escrituras, y que veamos que todas las promesas de Dios dependen de alguien que pueda cumplir realmente lo que Dios ha dicho para crear personas que reflejen plenamente Su imagen.

Para destruir el mal y librar al mundo de su maldición, para llevar la bendición de Dios a personas de todas las naciones y procedencias, para servir como sumo sacerdote ofreciendo el sacrificio por nuestros pecados, para construir la casa de Dios y establecer Su reino, para enseñarnos a vivir y darnos el poder de hacerlo y para restaurar lo que se ha perdido, incluso trayendo nueva vida de entre los muertos.

Ves el alcance de la promesa de Dios y te preguntas, ¿quién podría ser capaz de hacer esto?

Y entonces oyes estas palabras del Evangelio de Juan: “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros».

¿Quién puede cumplir lo que Dios ha prometido? Sólo Dios puede.

Y ese es el milagro, que el Creador entre en Su propia creación. Dios es el que cumple Su propia promesa. Por eso la promesa es segura. Porque no sólo lo dijo Dios, sino es Dios quien lo hace.

Ahora bien, Dios ha diseñado el universo y tu lugar en él. ¿Cuál es tu lugar en todo esto? Verás, quiero que pienses en lo que Dios te ofrece en Jesucristo. Tal vez mientras escuchas este mensaje hoy, mientras estás dándole un vistazo a este programa, y me alegro de que lo hagas, ni siquiera estés seguro de ser cristiano.

Entonces te preguntas, ¿cómo se relaciona realmente conmigo y con mi vida todo este gran propósito de Dios? 

Quiero que veas hoy lo que Dios te ofrece en Jesucristo, que llegues a ser una nueva creación, reflejo de la imagen de la gloria de Dios. Para que seas liberado de todo mal y un día seas llevado a una nueva creación de Dios, donde ya no haya pecado, maldad ni muerte.

Que disfrutes de la bendición de Dios, no por tu cuenta, sino en la comunidad que Dios está creando, compuesta por personas procedentes de todas las naciones y lenguas de todo el mundo y de todas las generaciones de la historia. Para que te reconcilies con Dios mediante el sacrificio ofrecido por Jesucristo por tus pecados. Para que vivas en la alegría y bajo la bendición del gobierno de Su reino por los siglos de los siglos.

Que andes por sus caminos y te conviertas en una persona que por toda la eternidad ame a Dios con todo tu corazón, alma, mente y fuerzas y que ames a tu prójimo como a ti mismo. Que encuentres la misma realidad en cada persona que conozcas y que, aunque mueras, recibas nueva vida.

Y si te consideras cristiano, ¿intentarías conmigo abrir tu mente más plenamente a la extensión de todo lo que es tuyo en Jesucristo? Porque si eres cristiano hoy, puedes decir: 

Padre, gracias porque en Jesucristo soy una nueva creación y porque Tu Espíritu actúa en mí para restaurar el reflejo de Tu imagen. Y un día esa gloria será completa incluso para mí.

Gracias porque por tu Espíritu ya me estás liberando de las garras del pecado, y un día llevarás esta vida redimida a un mundo donde el pecado ya no existirá.

Gracias Padre porque vivo bajo tu bendición y porque en Cristo ya me has hecho uno con miles y miles de hermanos y hermanas en Cristo de todo el planeta y de todos los siglos de la historia de la humanidad, a la inmensa, inmensa mayoría de los cuales nunca he conocido, pero que ya son mi familia con la que compartiré la eternidad. Y gracias porque por la sangre de Cristo que fue derramada en la cruz por mí, mis pecados son perdonados y he sido reconciliado contigo.

Tú eres mi Dios y yo soy Tu hijo, y siempre será así porque estoy sellado por la sangre del Señor Jesucristo.

Ninguna ira, ninguna condenación en lo que a mí respecta, sino gracia y misericordia y paz y amor fluyendo desde Tu trono a través de Jesucristo a mi vida.

Gracias porque eres el Señor de mi vida, porque me has introducido en tu reino, porque me has concedido la dignidad inmerecida de llevar el nombre del Señor Jesucristo y de anticipar Su regreso, cuando junto con todo Tu pueblo entraré a servirte para siempre. Lo empiezo ahora, pero lo haré para siempre y con plenitud de gozo en la bendición de Tu reino sin fin.

Y Señor, gracias porque hasta ese día me enseñas cómo vivir en este mundo. Me das tu Espíritu Santo para que me guíe, me corrija y me reprenda. Nunca me dejas y nunca me abandonas. Me das poder para caminar por Tus caminos y cuando me desvío de ellos, Tu amor paternal y Tu disciplina me traen de vuelta.

Y Padre, gracias. Gracias porque cuando estaba sordo a Tu voz como una piedra y ciego a Tu gloria, y muerto en mis propios delitos y pecados, Tú irrumpiste en mi vida dándome nueva vida desde aquella tumba y asegurándome Tu promesa de que, aunque muera, viviré por Jesucristo, Tu Hijo, que es la resurrección y la vida.

Ahora, amigos, ¿ven el impresionante alcance de la promesa de Dios en Jesucristo? ¿Ven que por eso vino Jesucristo al mundo? Y si lo logras ver, te encontrarás con el corazón lleno diciendo: «gracias a Dios por su don inefable». 

Padre, ayúdanos, te lo pedimos, a alegrarnos más profunda y plenamente de todo lo que es nuestro en Cristo. Gracias porque eres Tú quien cumple lo que has prometido en Él. Y en esto nos regocijamos en el nombre de Jesús. Amén.