Han pasado 2,000 años desde que Jesús caminó en la tierra. En la Parte 1 del mensaje El Espíritu entrega la promesa, el Pastor Colin habla sobre cómo se conectan la vida, muerte y resurrección de Jesús con nuestra vida hoy.
Transcripción
Nos encontramos en el último tramo de nuestro breve viaje a través de la historia bíblica. En sólo seis semanas, hemos tratado de saborear y celebrar todo lo que Dios tiene para nosotros en Jesucristo, al mismo tiempo que asimilamos el amplio alcance del propósito y el plan redentor de Dios para el mundo.
Comenzamos hace 4 semanas en el Antiguo Testamento examinando los pactos inquebrantables de Dios, y vimos recientemente, lo importantes que son. Que Dios ha dicho que creará a hombres y mujeres a Su imagen y semejanza. Que destruirá el mal y librará al mundo de su maldición. Que bendecirá a personas de todas las naciones del planeta, que llevará a estas personas a la comunión consigo mismo mediante un sacrificio expiatorio por sus pecados y que establecerá Su reino para siempre para que todas estas personas vivan bajo la bendición de Su gobierno. Que llevará a estas personas a caminar en todos Sus caminos y que les dará una nueva vida desde la tumba.
Y cuando examinamos el alcance y la amplitud de las asombrosas promesas de Dios, llegamos a la conclusión de que sólo Dios puede cumplir lo que promete. Verás, las personas que no ven la singularidad del Señor Jesucristo pierden el alcance de lo que Dios ha prometido.
Cuando ves lo grande que es la promesa de Dios, tienes que llegar a la conclusión de que sólo Dios mismo podría cumplir promesas tan vastas como éstas. Y así llegamos al milagro de la encarnación.
Hoy continuamos la maravillosa historia de la encarnación, la tentación, el rechazo, la transfiguración, la crucifixión, la resurrección y la ascensión del Señor Jesucristo.
Y las envolvemos juntas en las palabras de Pablo de que todas las promesas de Dios, todo lo que Dios ha prometido es SI en Jesucristo. Cuando lees sobre las promesas de Dios en la Biblia, no se trata sólo de palabras, están respaldadas, firmadas, selladas y entregadas por el nacimiento, la muerte, la resurrección y la ascensión del Señor Jesucristo.
Ahora bien, el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús tuvieron lugar hace 2,000 años, ha pasado mucho tiempo desde estos acontecimientos.
Así que la cuestión que se nos plantea hoy es cómo estas grandes promesas dadas por Dios y selladas en Jesucristo se conectan con nuestras vidas hoy y cómo estas grandes promesas de Dios que son nuestras en Jesucristo están realmente conectadas con la vida humana. ¿Qué diferencia hace todo esto para ti en Jesucristo?
Así que espero que hoy me acompañes en este recorrido. Me gustaría comenzar en el capítulo 2 del libro de los Hechos. Si te diriges allí, al capítulo 2, retomamos la historia. Después de la resurrección y ascensión de Jesús, un día en que se había reunido en Jerusalén una gran multitud de personas de todas las naciones, el Espíritu Santo fue derramado sobre los apóstoles.
Y mientras Pedro hablaba de Jesús, las personas que venían de distintos orígenes lingüísticos eran milagrosamente capaces de oír lo que decía en su propio idioma. Fue un milagro asombroso. Y Pedro habla de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús, y luego, en el versículo 36, retoma su conclusión.
“Sepan, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo», ese era su mensaje. Este Jesús nació, vivió, murió y resucitó y Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
Ahora está claro que aquella gente creía lo que Pedro les decía. Si no lo hubieran hecho, habrían discutido con él, o quizá se habrían alejado y lo habrían ignorado. Pero fíjate en lo que ocurrió en realidad: “Al oír esto, conmovidos profundamente”, versículo 37.
Eso sí que es fe. Creen que Jesús es el Señor y el Cristo.
Se lo toman en serio, e inmediatamente sacan una conclusión obvia: si Jesús es Señor y Cristo, entonces estoy en problemas. Si Jesús es Señor y Cristo, y yo he pasado media vida ignorándolo o resistiéndome a Él, entonces estoy en problemas. Esa es la conclusión que sacaron. Y entonces le dicen a Pedro: ¿qué hacemos? Y Pedro les da una respuesta de una sola palabra. El les dice: “arrepiéntanse”, versículo 38. Es muy interesante, ¿verdad? Pedro le dice a los creyentes que se arrepientan.
Eso es importante, porque la verdadera fe siempre está conectada con el arrepentimiento, y el verdadero arrepentimiento siempre está conectado con la fe. Son como las dos caras de una misma moneda, de modo que la una no puede existir sin la otra.
No te acercarás a Jesucristo hasta que contemples la misericordia y el amor de Dios hacia ti en Jesucristo. Esa es la fe. Cuando veas Su misericordia y Su amor, entonces te acercarás a Él. Y cuando veas esa misericordia y ese amor, te resultará imposible seguir ignorando a Dios; te encontrarás extraña y maravillosamente atraído hacia Él por este amor que ahora has entendido.
Así que el arrepentimiento y la fe, siempre están juntos, nunca separados, y ambos nacen simultáneamente en la cruz del Señor Jesucristo. Y eso es a lo que Pedro está llamando a estas personas.
¿Crees? Ahora debes venir a Jesucristo, debes volverte a Él, debes arrepentirte.
Y fíjate en lo que dice: «Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados», versículo 38. Observa que esta fe, este arrepentimiento conduce al bautismo, que es una identificación pública con Jesús en la que recibes la señal de la promesa de Dios.
Y Pedro resume la promesa bajo dos puntos principales: dice que se trata del perdón de pecados y del don del Espíritu Santo, versículo 38. Esto es lo que Dios te dará, ya que te has acercado con fe y en arrepentimiento al Señor Jesucristo. Tus pecados serán perdonados. Dios te perdonará y te dará el don de Su Espíritu Santo. Ahora quiero que te fijes en el versículo 39 y que veamos el alcance de esta maravillosa promesa. Pedro dice: «Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame».
Esto es maravilloso. Él le dice a estas personas: miren, esta promesa del perdón de los pecados y el poder de una vida nueva a través del Espíritu Santo, ¿para quién es? Es para ti. Si has llegado a creer en el Señor Jesucristo, si has llegado a sentir tu propia necesidad de Él, esta promesa es para ti. Es para ti es para nosotros. Y dice específicamente, no sólo es para ti, es para tus hijos. En otras palabras, esta promesa de perdón y nueva vida en Jesús, no se limita a una generación de hace 2,000 años. No se limita a una época, a un siglo o a una cultura. No está encerrada en el pasado e inaccesible para nosotros. Es para nosotros… es para esta generación.
El perdón de Dios y Su Espíritu Santo es para ti, es para nosotros, es para todos los que están lejos, dice Pedro. Es maravilloso. Estás escuchando esto hoy y te sientes lejos de Dios? Date cuenta que la promesa es para ti. Él te tiende la mano en Jesucristo, ofreciéndote el perdón, ofreciéndote una vida nueva por el poder de Su Espíritu Santo. Es para la gente que está lejos, para personas que quizá nunca fueron educadas en la fe cristiana. Es para personas que nunca supieron de Jesús hasta pasados muchos años de su vida. Es para ti y es para todos aquellos a los que el Señor nuestro Dios llame.
Tú dirás, ¿cómo nos llama Dios? Pues nos llama a través del evangelio y Pedro hablaba del evangelio, por eso dice que es para nosotros. Así que hoy, mientras escuchas el evangelio entiende esto: Dios te está llamando. Dios está diciendo que hay perdón para ti, que el poder del Espíritu Santo y una nueva vida en Jesucristo está disponible para ti. Así que “hoy, si oyes su voz, no endurezcas tu corazón”.
Ahora, mientras pensamos en el alcance de esta maravillosa promesa, quiero que consideremos la extensión de la obra redentora de Dios en la vida de un cristiano. Cuando esta promesa se convierte en tuya, cuando recibes a Cristo por el arrepentimiento y la fe, ¿qué diferencia hay? ¿Qué es cierto acerca de ti? ¿Cómo se manifiesta? ¿Qué es tuyo en Jesús cuando el Espíritu Santo entrega la promesa de Dios a tu vida?
Pues bien, quiero que nos fijemos en la extensión de eso. Espero que me sigas en tu Biblia.
¿Te sorprendería saber que hoy vamos a tener siete paradas sobre la riqueza que las Escrituras muestran sobre todo lo que es nuestro en Jesucristo? Vuelve conmigo al Evangelio de Juan, al capítulo 3, para conocer nuestra primera parada.
1. La regeneración – Tú tienes una vida nueva
«En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: Tienen que nacer de nuevo. El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu». Juan 3:5–8
Ahora bien, cuando Dios creó los cielos y la tierra, Génesis nos dice que la tierra estaba desordenada y vacía; era un caos oscuro y acuoso. Y recuerdas que justo al principio de la Biblia se nos dice esto, que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas. Y entonces, en la creación, se produjo este maravilloso milagro: Dios introdujo la luz en las tinieblas. Hizo surgir la vida de la muerte. Y del caos oscuro y acuoso, Dios trajo toda la vida y la belleza del mundo tal como lo conocemos.
Ahora Juan nos dice que el mismo Espíritu de Dios que se movía sobre las tinieblas en la creación es como un viento que sopla en las vidas humanas. Él da luz para que la gente vea la gloria de Jesús, da vida para que seamos sensibles a Dios. Sopla en el oscuro caos de las vidas humanas y trae nueva vida. Eso es lo que hace el Espíritu de Dios. Y dice que el Espíritu da a luz al Espíritu, es decir, que el Espíritu Santo da a luz la vida por el Espíritu o en el Espíritu. Hay una nueva vida que está en ti cuando estás en Jesucristo. Antes no la tenías, pero ahora la tienes. Ves la gloria de Cristo, te regocijas en Él y estás vivo para Dios. Así pues, estar en Cristo significa que tienes una vida nueva.
Y no sólo eso, no sólo la regeneración, sino que disfrutas la unión con el Señor Jesucristo.
2. La unión – Estás en Cristo
“¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?» Romanos 6:3
Siempre es interesante cuando Pablo dice: ¿No saben? Porque da a entender que se trata de algo absolutamente básico que todo cristiano debe comprender. Y, por lo tanto, es de gran importancia. Ahora bien, ¿qué es eso tan básico que todo cristiano debe comprender? Pablo dice,
“Fuimos, pues, sepultados con Él para muerte por el bautismo, a fin de que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros vivamos una vida nueva» (Romanos 6:4).
Tú dirás, bueno, ¿qué significa todo eso? Pablo no habla aquí del bautismo en agua. Está hablando de la realidad que hay detrás del bautismo en agua, a la que apunta el bautismo en agua. Nos está diciendo cómo se produce la nueva vida por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo trae vida nueva sumergiéndote en Jesucristo, haciéndote uno con Jesucristo, uniéndote a Jesucristo para que Su muerte y Su resurrección lleguen a ser verdaderamente tuyas.
Otra forma en que Pablo lo expresa es que el Espíritu Santo hace que estemos en Cristo. Recuerda que «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas». Eso es cierto para ti; como creyente cristiano, estás en Cristo y por lo tanto, Su muerte y Su resurrección son tuyas.
Esto es muy importante, es vital que lo comprendamos. Martín Lutero lo explica muy bien. Utiliza la imagen que también utiliza la Biblia de que nuestra relación con Cristo es como un matrimonio. Y dice lo siguiente:
«La fe une el alma a Cristo como una novia se une a su esposo. Mediante este misterio, el apóstol enseña que Cristo y el alma se convierten en una sola carne. Y si son una sola carne, hay entre ellos un verdadero matrimonio, y de ello se afirma que todo lo que tienen lo tienen en común. Por consiguiente, el alma del creyente puede jactarse y gloriarse de todo lo que Cristo tiene como si fuera suyo. Y todo lo que el alma tiene, Cristo lo reclama como propio».
¿Ves lo que está diciendo? Si hay una verdadera unión entre tú y Jesucristo, entre tu alma y Él, puedes jactarte y alegrarte de todo lo que es Jesucristo como si fuera tuyo. ¡Eso es maravilloso!
Hace unas semanas, estaba pensando en algunas personas de la iglesia a la que servimos, y pensaba en lo poco que he hecho para mantenerme en contacto con algunas de ellas durante estos últimos años. Y mientras pensaba en eso, también era consciente en ese momento de estar atrasado en varios proyectos.
Tienes este tipo de días en los que preguntas, ya sabes, ¿si estás haciendo bien las cosas? Yo tuve uno de esos días del tipo «oh, miserable de mí». ¿Conoces ese tipo de experiencia? Dios mío, ¿lo estoy haciendo bien? A la mañana siguiente, Karen estaba sentada en la mesa del comedor trabajando en las tarjetas de Navidad. Cada año hace un trabajo fantástico, envía más de cien tarjetas a Inglaterra, cada una de ellas con una extensa nota escrita a mano. ¡Y las firma de parte de Karen y Colin! Y aquí estoy yo, pensando en lo miserable que soy por no mantener el contacto con todas estas personas, cuando en realidad les he escrito todos los años durante los últimos 14 años.
Y eso me hizo pensar, ya sabes, “Si pienso en mí aisladamente, voy por ahí pensando en lo miserable que soy, pero cuando veo que estoy unido a mi mujer, tengo alegría porque comparto lo que ella ha hecho. Todos los años se ha enviado una tarjeta con mi nombre, escrita personalmente”.
Escucha, Jesucristo ha hecho lo que tú no has podido hacer. Él ha vivido la vida que tú no has vivido y que no puedes vivir. Pero cuando estás en Cristo, todo lo que Él ha hecho es tuyo; lleva tu nombre. Su vida, Su muerte y Su resurrección llevan tu nombre.
Si estás en Cristo, ¿no son estas buenas noticias? Con razón Lutero dijo: «El alma creyente puede jactarse y gloriarse de lo que Cristo tiene como si fuera suyo». Eso es lo que significa ser uno con Jesucristo, unido a Él en Su muerte y resurrección. Así que la regeneración, el que tienes nueva vida. Unión, que estás en Cristo.
3. La justificación – Eres declarado justo
Vayamos al capítulo 5 de Romanos. Analicemos esta maravillosa verdad que es nuestra en Cristo.
“Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo». (Romanos 5:1)
Ahora bien, justificado significa sencillamente que Dios, en Jesucristo, te declara justo. Y esto es asombroso porque Pablo nos está diciendo aquí que Dios justifica a los pecadores. Tal vez pienses, ¿cómo es posible? ¿Cómo puede decir Dios que los pecadores somos justos? ¿Cómo puede hacer eso?
La respuesta de la Biblia, por supuesto, es que lo hizo porque presentó a Cristo como sacrificio de expiación mediante la fe en Su sangre. Eso es Romanos capítulo 3, versículo 25. Y la fe te une a Jesucristo, de modo que Él es realmente tuyo y tú eres realmente de Él, y por lo tanto, el sacrificio de expiación que consumó en la cruz se hace efectivo para ti mediante la fe en Su sangre. Y así es como Dios justifica a los pecadores como tú y como yo.