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julio 14, 2025

El lamento bíblico: ¿Qué es y cómo hacerlo?

Dios fue bondadoso al darnos los Salmos, ¿no es así? Estas oraciones y canciones nos dan palabras cuando estamos fatigados, confundidos o paralizados.

Pero, si somos sinceros, algunos salmos nos salen más fácilmente de la boca que otros. No es difícil orar: «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?» (Salmo 27:1). Sin embargo, dudamos al orar:«¿Por qué, oh Señor , te mantienes alejado, y te escondes en tiempos de tribulación?» (Salmo 10:1).

¿Qué es el lamento?

Un lamento es una oración que expresa tristeza, dolor o confusión. El lamento debería ser la principal forma en que los cristianos procesan el dolor en la presencia de Dios. 

Dado que muchos cristianos han crecido en iglesias que siempre ven el lado positivo, el lamento puede resultar desconcertante. Y para los creyentes cuyas vidas están relativamente libres de tragedias, el lamento puede parecer innecesario. Sin duda, suena deprimente. 

Pero el mundo está destrozado, estamos destrozados. Vemos y experimentamos tristeza, enfermedad y agonía todos los días. En las noticias, vemos guerras en países extranjeros, historias de pobreza y abandono, y un hombre armado que mata a muchos niños en una escuela. Por supuesto, también nos afecta a nosotros: nuestros hijos mueren en el útero; nuestros hermanos sufren de cáncer; nuestros vecinos pierden su casa en un incendio; nuestros amigos se alejan de la iglesia; nuestras palabras causan profundas heridas en nuestros compañeros de trabajo. 

¿Qué debe hacer un cristiano con todo este dolor? ¡Debemos llevarlo al Señor! 

Casi un tercio de los Salmos y todo el libro de Lamentaciones tratan sobre el lamento. Al igual que con cualquier otra emoción, Dios quiere que le contemos nuestro dolor. Dios quiere que nos lamentemos.

El lamento nos moldea

El lamento no es un medio aprobado por Dios para quejarnos. Es cierto que llevamos nuestras quejas ante Dios, pero nos vamos con una gran esperanza. (Más sobre esto adelante). Al igual que todos los tipos de oración, Dios utiliza el lamento para moldear a Su pueblo a Su imagen. He aquí algunas formas en que Dios nos moldea cuando nos lamentamos:

  • Reconocemos la sabiduría de Dios y que somos seres finitos. El dolor es desconcertante. Nadie sale de un período de duelo sintiéndose capaz y sabio. Mirar a Dios en nuestro dolor nos recuerda nuestras limitaciones y el vasto conocimiento y poder de Dios.
  • Aprendemos a confiar en Dios. El lamento es una expresión directa de confianza en Dios. Pero cuanto más confiamos en Dios con nuestra tristeza, más probable es que confiemos en Él con todo.
  • Entendemos mejor la gracia y el amor de Dios. En nuestras noches más oscuras, clamamos al Señor y solo le traemos nuestras necesidades. Cuando Dios nos encuentra y nos ayuda, vemos que Su fidelidad no se basa en nuestro comportamiento ni en nuestro amor por Él. Él es misericordioso y amoroso, y si alguna vez dudamos, tenemos la cruz de Jesús como recordatorio.
  • Nos convertimos en mejores prójimos. Cuando llevamos nuestro dolor al Señor, nos volvemos más conscientes del dolor ajeno. Es más probable que escuchemos a nuestro prójimo con bondad y amor cuando experimenta la fragilidad de nuestro mundo.
  • Caminamos en los pasos de Jesús. Los lamentos de Jesús en los Evangelios proporcionan una garantía bíblica adicional para el lamento. En Su ministerio, y especialmente en Sus sufrimientos, Jesús tenía grandes motivos para el dolor, y llevó ese dolor a Su Padre. Entre otros pasajes, véase Mateo 23:37-39, Lucas 19:41-44, Marcos 14:32-42, Mateo 27:46 (citando el Salmo 22:1) y Hebreos 5:7. Seguimos a Jesús al lamentarnos.

Practicar el lamento

La mejor manera de familiarizarse con el lamento es leer los lamentos de la Biblia y orarlos uno mismo.

Hay cuatro ingredientes que aparecen en la mayoría de los lamentos bíblicos, aunque no todos los lamentos contienen todos estos elementos.[1]

  • Sigue acudiendo al Señor. Nuestra reacción natural ante el dolor puede ser negarlo, ignorarlo o tratar de adormecerlo. Pero un cristiano debe comprometerse a acudir repetidamente al Señor tanto en la alegría como en la tristeza. «Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración» (Salmo 4:1).
  • Trae tus quejas. Las quejas son el corazón de un lamento; son la razón por la que estamos tristes ante el Señor. Pero leerlas en las Escrituras puede hacernos sentir incómodos. ¿De verdad se me permite hablarle así a Dios? Parece irrespetuoso. Hermanos y hermanas: No solo se nos permite hablar con Dios de esta manera, ¡sino que eso es lo que Él quiere! Sin duda, hay maneras impías de quejarse al Señor. Una marca de la diferencia entre lamentarse (queja piadosa) y quejarse (queja impía) es si nos estamos concentrando o no en lo que merecemos. La queja piadosa identifica condiciones o eventos en el mundo o en nuestras vidas y los trae a Dios, diciendo: «¡Señor, mira lo que estamos experimentando!» Este clamor agudo está en todos los Salmos y Lamentaciones «¿Hasta cuándo los impíos, Señor, hasta cuándo los impíos se regocijarán?» (Salmo 94: 3).
  • Pide con valentía. Después de haber llevado nuestras quejas ante Dios, le pedimos que actúe. Nuestras peticiones audaces están ancladas en el carácter de Dios. Le rogamos que intervenga porque Él es justo, porque Él es amoroso, porque Él es fiel, porque Él cumple Sus promesas. El lamento saludable siempre conduce a la intercesión en lugar de quedarse estancado en la queja. Gracias a Jesús, tenemos la confianza de que podemos orar con valentía ante Su trono (Hebreos 4:16). «Levántate, Señor, sal a su encuentro, derríbalo; con tu espada libra mi alma del impío. Líbrame de los hombres, con Tu mano, oh Señor, de los hombres del mundo, cuya herencia está en esta vida» (Salmo 17:13-14a).
  • Elige confiar. El destino del lamento es un corazón que se aferra al Señor del amor inquebrantable. Después de quejarnos y pedirle a Dios que intervenga, recurrimos a la esperanza. Si conocemos las promesas de Dios y sabemos que Él siempre cumple Sus promesas, podemos confiar en Él. «Pero yo, oh Señor, en Ti confío; digo: “Tú eres mi Dios”» (Salmo 31:14).

Pasos Prácticos

A continuación se presentan pasos prácticos que cualquier cristiano puede dar para crecer en el lamento.

  1. Lee Salmos de lamento. No es muy difícil encontrar listas de salmos de lamentación. [2] Sugiero leer varios de estos salmos y dejar que algunos de ellos penetren en lo más profundo de tu ser mediante la memorización. Aquí tienes doce salmos de lamento para empezar: 3, 10, 13, 17, 31, 42, 43, 60, 79, 80, 94 y 102).
  2. Lee Lamentaciones. Este libro de la Biblia, a menudo evitado, está (obviamente) lleno de lamentos. Léelo varias veces despacio para aprovechar sus beneficios. En Lamentaciones aprendemos algunas cosas que quizá no aprenderíamos si sólo leyéramos los Salmos: que el lamento debe ser a menudo colectivo, no solo individual, que podemos y debemos lamentarnos incluso cuando somos responsables del dolor y la tristeza que experimentamos.
  3. Escribe tus propios lamentos. Esta sería una excelente actividad para una pequeña reunión de cristianos. Toma los cuatro ingredientes del lamento y alguna ocasión personal o grupal de dolor, y escribe algunas oraciones sinceras. Puedes usar algunos de los Salmos de lamento como inspiración o puedes adaptar esas palabras a tu gusto.

Mirando a Jesús

Mientras nos lamentamos, debemos recordar a Jesús. Él no solo es un modelo de lamentación, sino que es el centro de todo nuestro lamento.

Nuestra mayor esperanza en cada lamento es que algún día el lamento desaparecerá. No es una exageración: en la nueva Jerusalén, leemos que Dios «enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado» (Apocalipsis 21:4).

Lo que Jesús aseguró para Su pueblo a través de Su vida, muerte, resurrección y ascensión es la reversión completa de la maldición de Génesis 3. A medida que esta maldición desaparece y el pueblo de Dios se reúne alrededor del trono para adorar al Hijo victorioso, nuestra necesidad de lamentarnos se desvanecerá.

El lamento piadoso produce el fruto de la esperanza en un futuro en el que el lamento no tendrá lugar. Así que, cristiano, reúne tus penas, llévaselas a tu Padre y derrama tu corazón en lamento. Él lo sabe, se preocupa por ti y desea que confíes en Él en tu tristeza.

[1] Estas categorías están tomadas del libro Nubes oscuras, misericordia profunda de Mark Vroegop, el cual me ha sido de gran ayuda.

[2] Por ejemplo: https://kenboa.org/biblical/psalms-lament/

Este artículo fue escrito por Ryan Higginbottom y fue publicado primeramente en inglés en OpentheBible.org.


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