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Descripción

Jesús nos habla sobre el cielo, que Él vino al mundo para que la gente pudiese ir allá. Siempre ten esto presente: Jesucristo no vino al mundo para que la gente no pudiese entrar al cielo, sino que Él vino al mundo para que la gente entrara al cielo.

Escritura: Lucas 23:32-46


Transcripción

La serie que comenzaremos hoy, la he titulado “El Cielo”. 

Vamos a estar viendo 4 temas que surgen de las palabras que Jesús le habla al ladrón en la cruz. Jesús le dijo al ladrón, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

En el próximo episodio veremos el tema de lo inmediato, qué sucede cuando un creyente muere… ¿Cuál es la experiencia de los creyentes que ya están con el Señor…

seres amados que han muerto en el Señor, qué están experimentando en este momento?

Y en el episodio que le sigue a ese veremos cuando Jesús dice, “hoy estarás conmigo en el paraíso”, ¿qué quiere decir, hay una relación ahí, una relación con Jesucristo, y por esa relación con Su pueblo, muchos se preguntan, “nos reconoceremos en el cielo?” Revisaremos esa pregunta y su maravillosa respuesta.

Y entonces Jesús dice “estarás conmigo en el paraíso”, y sabemos que Jesús se estaba refiriendo a la maravillosa presencia del Padre porque Jesús dijo, “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

De manera que cuando Jesús falleció, Él fue inmediatamente a la presencia del Padre, y el ladrón estaba allí con Él. El paraíso es el lugar donde el pueblo de Dios disfruta de Su presencia. De manera que responderemos a la pregunta, “¿de qué cosas disfrutaré en el cielo?” ¿Cuáles serán las bendiciones de la vida futura para todo el pueblo de Dios en los cielos? Todo eso está por delante en esta serie, durante los próximos episodios.

Pero quiero comenzar hoy con la más importante de las preguntas, que claramente es… ¿cómo puedo estar seguro de que iré al cielo?  No importa cuantos sean los beneficios y bendiciones del cielo, serán de poco beneficio y ayuda para la persona que no va a terminar allá, y Jesús dijo, “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

¡Tú estarás! Hay claridad, hay certeza, hay confianza en esas palabras. “¡Tú estarás conmigo en el paraíso!”

Jesús no le dice al ladrón, “Bueno, vamos a ver si se da o no, vamos a poner tu nombre en una lista y esperemos a ver si se abre un espacio”.  Tampoco dice, “Bueno, tú apenas comienzas a creer, así que hay que esperar a que tu fe crezca y se desarrolle…” ¡No! Jesús dice, “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

La pregunta sería ¿a quién se le hace esa promesa? ¿Cómo tú y yo podemos saber que esa promesa aplica a nosotros?

Por eso el título de hoy es… ¿Puedo estar seguro de que iré al cielo?

¡Y no creo que exista una pregunta más importante que esa! ¡Tarde o temprano, tu último día en esta tierra llegará! Tú quizás no lo sepas, cuando ese día llegue, tú probablemente no sabrás que ese es tu último día, como sí lo sabía el ladrón cuando despertó en su celda la mañana de su crucifixión.

Él sabía que estaría muerto para cuando se pusiera el sol ese día. Sabía que le esperaba un día de dolor… “Este es el día, ya llegó, el día de mi muerte”. Y para algunos de ustedes ese día quizás sea esta misma semana, alguien en la congregación de las iglesias pasa a estar con el Señor cada semana.

Quizás sea este mes, o este año… Para otros quizás falte mucho tiempo, pero algo que es absolutamente cierto, es que para cada uno de nosotros, ese día llegará.

Y en ese día, cuando despiertes, sea que te des cuenta o no, ese será tu último día, y la pregunta será, ¿qué sucederá entonces, a partir de tu último día de vida en esta tierra?

Jesús nos habla sobre el cielo, y que Él vino al mundo para que la gente pudiese ir allá. Siempre ten esto presente: Jesucristo no vino para evitar que la gente entrara al Cielo, sino para llevar a la gente al cielo. ¡Es por esa razón que su venida son las buenas nuevas! ¡Y nada importa más que tú puedas entrar al cielo!

Esto es más importante que cualquier otra cosa que te esté presionando en este momento. Presión en el trabajo y en los negocios, en tu vida, asuntos de dinero y tantas otras cosas más.

Jesús dijo en una ocasión, “la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus posiciones”, y entonces pasó a contar la historia de un hombre que se dejó envolver en su trabajo. Algo que sucede muy fácilmente ya que el trabajo brinda muchas oportunidades y trae consigo muchas demandas de tiempo y atención.

De manera que para este hombre en la historia que narraba Jesús, las presiones eran muy grandes, pues su negocio estaba floreciendo y él estaba planificando una estrategia de expansión y las cosas le estaban marchando muy bien.

Y su plan era uno muy sencillo… “Con el nivel de crecimiento que estoy teniendo voy a derribar mis graneros y construiré otros más grandes”. 

¡Nada malo con expandir tus negocios! Si Dios bendice tus negocios, ¡excelente! Pero este hombre dice algo muy interesante, “derribaré mis graneros y edificaré otros más grandes y allí almacenaré todo lo que he producido”.

De manera que él era un hombre sabio en el sentido de que él era planificador, él estaba planificando para el futuro. “Voy a almacenar mis bienes, voy a planificarme para el futuro”. Pero Dios dijo de este hombre que él era un necio porque al prepararse para el futuro él se estaba perdiendo de la parte más importante.

Cada vez que miras tus inversiones, tus ahorros, pregúntate, “¿Qué tan bien me estoy preparando para lo que se encuentra más allá de esta vida?” ¡Porque esa es la parte más importante! Esa es la parte que verdaderamente importa.

Y si lo piensas bien, ponemos mucho esfuerzo en todo lo que hacemos, estableciendo nuestra posición a través de los años preparando nuestro retiro para 10, 20, 30 años después de retirarnos. Quizás hasta un poco más… pero, ¿qué entonces?

Planificarnos para los pocos años que estaremos en este mundo es algo bueno y es sabio, pero descuidar la eternidad que yace más allá… Bueno, esa sería la mayor necedad. Un día abandonarás este mundo y cuando llegue ese día, todo lo que tienes lo dejarás atrás, pues no trajimos nada con nosotros ni nos llevaremos nada cuando nos vayamos. Y me parece algo extraordinario que tanta gente pase la vida evitando pensar en lo que es la más importante pregunta que todos tendremos que enfrentar: ¿Puedo estar seguro de que iré al cielo?

La historia del ladrón en la cruz nos brinda, a mi entender, la respuesta más clara a esta pregunta. Por eso quiero que vayamos al Evangelio de Lucas, capítulo 23, donde encontramos esta historia.

La historia del ladrón en la cruz

Y es una muy familiar. Vemos en el versículo 32 que otros dos criminales fueron llevados para ser crucificados junto a Jesús.

Versículo 33, “cuando llegaron al lugar llamado la calavera, allí crucificaron a Jesus, así como a los dos criminales, uno a su derecha y el otro a su izquierda”.

Y entonces se nos cuenta, cuando llegamos al corazón de la historia, en el versículo 42, que uno de los dos criminales le dijo a Jesús, “recuérdame cuando entres en tu reino”. Y Jesús le respondió “en verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Quiero que veamos qué fue lo que pasó para que Jesús le diera esta maravillosa promesa, con tanta seguridad, de manera que nosotros podamos tener esa misma certeza y que sigamos su mismo ejemplo.

Pero antes de llegar ahí quiero que se fijen en que la historia del ladrón deshace uno de los mitos más populares en cuanto a cómo es que la gente llega al cielo. Y es que mucha gente tiene la idea de que una persona llega al cielo si vive una vida que es lo suficientemente buena.

Si ven bien, la historia del ladrón en la cruz deshace totalmente ese mito. Este hombre claramente no había vivido una buena vida. Él era un criminal. Tanto Marcos como Mateo especifican que él era un ladrón, de ahí que nos referimos a él como el “ladrón” en la cruz. 

Y dado que él estaba experimentado la pena capital, la crucifixión, bajo el sistema judicial romano, probablemente su crimen estaba agravado por algún otro delito peor, como violencia y quizás hasta asesinato. El nivel de sus crímenes era tal que el ladrón mismo no estaba negando que lo que él estaba recibiendo era la sentencia justa por sus delitos. Él dice en el versículo 41, “estamos recibiendo lo que nuestras acciones merecen”.

De manera que este hombre no había estado viviendo una vida buena y justa. Por el contrario, y aún más asombroso, él no estaba en una posición que le permitiera comenzar a vivir de una mejor manera. Es decir, ya no le quedaba tiempo para hacer cambios en su vida. Él no puede hacer buenas obras, sus manos están clavadas en una cruz. Pero Jesús le dice a ese hombre, a ese hombre… “te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Si, Jesús le dice esto a ese hombre, claramente: el cielo está abierto a cualquier persona que siga el camino que este hombre siguió. De ahí que sea tan importante que entendamos qué fue lo que sucedió entre este hombre y Jesús que causara que alguien como él pudiese escuchar esas palabras de la boca del mismo Jesús. “Te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Quiero poner esto en el lenguaje más sencillo posible, al darte la respuesta a esta pregunta, en sólo 3 palabras.

¿Qué hizo el ladrón? La respuesta es: voltearse, pedir y confiar. 

Voltearse

Eso fue lo que él hizo. Y a la persona que se vuelve a Jesús, le pregunta a Jesús y que confía en Jesús, Jesús le responde; “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Veamos esto juntos en este relato. Primera palabra, “voltearse”. El ladrón estaba ya en la cruz por más de 6 horas. Sabemos esto porque Jesús ya estaba en la cruz por seis horas. Crucificado a las 9 de la mañana y muriendo a las 3 de la tarde. Seis horas de agonía. 

Y sabemos que el ladrón murió después de Jesús, porque cuando los soldados vinieron a romper las piernas de los crucificados, ya Jesús había encomendado Su espíritu a las manos del Padre. De manera que el ladrón en la cruz estuvo allí por más de seis horas. Y durante ese período de tiempo hubo un cambio radical en su actitud hacia Jesús.

Tanto Mateo como Marcos dejan claramente dicho que al inicio ambos criminales lanzaron ofensas a Jesús.

“Y los ladrones que habían sido crucificados con Jesús también lo injuriaban”. (Mateo 27:44)

“Aquellos que fueron crucificados con Él también lo injuriaban”. (Marcos 15:32)

Está muy claro, tanto en Mateo como en Marcos, que a ambos lados de Jesús se encontraban estos dos criminales y que al inicio, ambos estaban lanzando ofensas hacia Jesús, el Hijo de Dios que se encontraba en la cruz del centro.

Pero entonces un gran cambio le acontece a uno de ellos. La Biblia llama este “cambio” arrepentimiento. Ese es el término bíblico para lo que le sucedió. 

Y un autor (J.I. Packer) describió el arrepentimiento de esta manera. El arrepentimiento “es voltear con todo lo que sabes sobre ti mismo, desde todo lo que sabes sobre tu pecado, hacia todo lo que sabes sobre Dios”.

Y claramente para poder profundizar y para que la vida espiritual del creyente avance, necesitarás aprender quién es Dios y a lo que te ha llamado, necesitarás aprender más sobre ti mismo, y lo que sucede dentro de tu propia mente y corazón.

Y mientras más conozcas sobre lo que es el pecado en sus múltiples y sutiles dimensiones, mientras más aprendas sobre estas cosas, más profundamente llegará el arrepentimiento y más avanzarás en el cristianismo.

El arrepentimiento es este proceso que está siempre en movimiento en la vida del cristiano, mientras conocemos más y más sobre Dios y más sobre nosotros mismos y más sobre el pecado. Pero todo proceso tiene un comienzo, y la historia del ladrón nos muestra dónde el proceso de cambio comenzó. 

Quiero que se fijen en dos cosas en la historia. Que voltearse a Jesús comienza cuando la persona comienza a temer a Dios, y vemos esto en el versículo 40. 

Voltearse a Jesús comienza cuando empiezas a temer a Dios

Uno de los criminales que estaba próximo a Jesús se dirige a Él diciéndole, “‘¿no eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!’ Pero el otro criminal lo reprendió diciéndole, ‘¿Es que no temes a Dios?, mira que estás bajo la misma sentencia de condenación’” (Lucas 23:39-40).

Hay un gran Dios en los cielos y Él conoce todas las cosas y ante Él todo corazón está absolutamente abierto, todo pensamiento. 

“Antes que la palabra toque mi lengua Tú la conoces completamente Señor. Tú me conoces de adentro hacia afuera”. Y de este Dios nada está encubierto en toda la congregación, nada puede estar escondido de Él.

Y el ladrón en la cruz sabía esto, pues probablemente era judío y dado su trasfondo conocía las Escrituras, pero como muchos, él había echado este conocimiento a un lado, el conocimiento de que existe un Dios a quien tendremos que rendir cuentas algún día. 

Esto lo evidencia el hecho de que si hubiese creído en ese Dios nunca se hubiera convertido en un ladrón. Pero ahora se encuentra al borde de la eternidad y su conciencia comienza a ser activada y empieza a pensar que tendrá que dar cuentas a Dios, a ese Dios que conoce todo sobre él. Y piensa “aquí estoy frente a esta realidad, enfrentando esta situación”, “¿y cómo me irá cuando tenga que pararme frente al Dios todopoderoso?”

Temer a Dios significa que dejas de poner a Dios a un lado y lo colocas en el mismo centro de tu vida. Temer a Dios significa que lo que Él dice en Su Palabra tiene más peso para ti que lo que puedan decir los demás.

Temer a Dios significa que lo que le place a Él es más importante para ti que lo que te place a ti mismo, o lo que le place a los demás. Y este hombre había estado viviendo de otra manera, pero ahora ha habido un cambio en él y le dice al otro, “¿es que no temes a Dios?”

Voltearse a Jesús comienza cuando reconoces a Cristo como rey

La segunda parte de este cambio lo vemos cuando no sólo comienzas a temer a Dios, sino que también comienza a reconocer a Jesucristo como Rey.

Es interesante como el concepto de “rey” es muy notable en esta historia en el Evangelio de Lucas. 

Versículo 37, “los soldados se burlaban diciendo, si Tú eres el rey de los judíos sálvate a Ti mismo”.

Versículo 38, “había una inscripción sobre su cabeza que decía “El Rey de los Judíos”.

Y entonces en el versículo 42 el ladrón dice… “Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”.

De manera que voltearse significa, que no solo temes a Dios, sino que te sometes a Cristo el Rey, el Señor, el dueño de tu vida. Y ves eso en lo que el ladrón está diciendo aquí… “Jesús, yo reconozco que Tú eres rey, que tienes un reino, uno que no es de este mundo, pero cuando Tú regreses en ese reino, que claramente está más allá de esta vida, te pido que te acuerdes de mi”.

¿Puedo estar seguro de que iré al cielo? Primera parte de la respuesta, es una respuesta en tres palabras. Primero… vuélvete, teme a Dios, sométete al Rey Jesús, deja que Su camino sea tu camino, deja que Su verdad sea la Verdad para ti, deja que Su vida sea tu vida. 

Y para la persona que se voltea a Jesús, Jesús le dice: “Tú estarás hoy conmigo en el paraíso”.